lunes, junio 17, 2013

En el ángulo muerto Vol. 195



Un milagro que ocurre en el cine


Durante un instante el tiempo pareció detenerse mientras el candidato avanzaba a paso decidido hacia los medios informativos congregados, habían formado un semicírculo que le obligaría a detenerse antes de entrar en contacto con la población. Durante un instante dudó, no tenía claro que esa primera comparecencia pública en esa recóndita población golpeada por la desgracia fuese adecuada para volver a situarse en la primera fila. Miró hacia atrás, el gesto del hombre de gafas de pasta le incitó a exponerse de manera definitiva. En cuanto estuvo a tiro, los reporteros dispararon sus preguntas como si llevasen mucho tiempo esperando con la escopeta cargada al lado de la mecedora.

-          ¿Qué tiene que decir sobre la relación que se ha atribuido con una menor?               - Fue la primera cuestión que recibió sin tiempo a reaccionar, se hizo el silencio mientras las grabadoras se acercaban a su cara.
-          Creo que hoy no es un día para hablar de este tipo de cosas. –Intentó zanjar con una amplia sonrisa.
-          Pero, ¿no puede decirnos algo sobre este asunto? – Insistió una de las periodistas que había esperado su llegada bajo el sol.
-          Es un tema que está en manos de la justicia, confío plenamente en el trabajo de nuestros magistrados y tengo la certeza de que se demostrará mi inocencia. – La impertinencia de las preguntas no fue óbice para que siguiese mostrando sus dientes blancos y perfectamente alineados.
-          Sin embargo, tiene usted posibilidades de entrar en la cárcel si la sentencia no es favorable. ¿No le parece un peligro para el desarrollo de su carrera?
-          Yo no estoy aquí para cubrir el expediente, yo me entrego a los votantes –sostuvo el candidato con seguridad- y es lo que voy a hacer. Creo que deberíamos respetar el dolor de los aquí presentes y dejar estas sórdidas mentiras para otro momento. ¿No les parece?

Según pronunciaba la última frase se deshizo de la prensa y, entre protestas de los reporteros, se abrió paso para llegar hasta los habitantes que allí se habían reunido con aire indignado. Con su traje impoluto y su envidiable presencia comenzó a estrechar manos y a interesarse por la situación de familiares de los afectados, los vecinos  mantenían una actitud escéptica aunque se dejaban llevar por la extraña situación que se les presentaba con un forastero dando consuelo y haciendo que se interesaba por sus problemas.
Repentinamente se escuchó un grito anónimo que surgió de la masa: - Asesinos.
El candidato, un tanto confundido, levantó sus manos mostrando las palmas en un gesto de buena voluntad y comenzó a decir con tono elevado: - Tranquilidad, estoy aquí para…
No pudo terminar la frase, de entre el gentío surgió una garrota que con un rápido movimiento impactó violentamente en su cara. Se quedó aturdido, mirando a la multitud y llevándose la mano hasta la boca mientras se tambaleaba. Se escucharon más gritos pero no los escuchaba, solo percibía un pitido en sus oídos y una luz blanca y potente que le cegaba. Intentó sonreír pero de entre sus labios sanguinolentos y rasgados sólo surgieron unos dientes fracturados que conformaban una mueca grotesca. Alguien le cogió del brazo y lo arrastró hasta el coche, en cuanto entró se cerró la puerta y el chófer arrancó alejándose de la amenazante población. El consejero estaba radiante, le había dejado el pañuelo a su joven pupilo y éste lo sujetaba contra su rostro lívido y desfigurado por el impacto.
-          Ha sido un milagro, ha salido mucho mejor de lo que esperaba. – Le dijo el hombre de las gafas de pasta.
-          ¿Cómo? – Acertó a contestar el otro.
-          Que seguro que después de esto saldrás reelegido, no tengo ninguna duda. – Repuso pletórico el tipo maduro.
-          Pero, esto es una puta mierda –balbuceó el joven-. Lo siento, tenía que decírtelo –repuso en un intento de que su consejero no tuviese en consideración el último comentario.
-          No te preocupes, lo sé.

El vehículo circulaba por la carretera secundaria a gran velocidad, el conductor miró un instante por el retrovisor y no pudo reprimir una discreta sonrisa al comprobar los estragos que había sufrido la cara de su pasajero. Pensó que, en ocasiones, cada cual recibe lo que merece.

Nacho Valdés

3 comentarios:

Anónimo dijo...

Hola Nacho...

Luego me leo el relato.. antes de que se me pase.. FELIZ CUMPLEAÑOS VIEJUNO!! Enhorabuena por ser fiel a la cita y no dejar que caiga el listón ni un milímetro.

Eres un grande, coño!!!

Un abrazo
GDB

raposu dijo...

Bueno, ya te he felicitado por teléfono, pero tampoco pasa nada por decirlo otra vez: Felicidades!.

El relato, que parecía nos llevaba a un terreno trillado, termina saliendo por un sitio inesperado...

Sergio dijo...

Vaya redención pública a base de palos...

La próxima vez papa movil...