lunes, diciembre 17, 2012

En el ángulo muerto Vol. 173



Recursos humanos



Nunca hubiese imaginado que poner en marcha un negocio ilegal pudiese resultar tan complicado, casi da la impresión de que terminaría antes legalizando el tipo de actividades que he emprendido ahorrándome así complicaciones. El problema principal, además de otros tantos que se van acumulando sin solución, es el relativo a la selección de personal. No todo el mundo sirve para la docencia o tiene la paciencia para enseñar a aquellos que no tienen la agilidad necesaria; además, en la mayoría de los casos, los delincuentes con los que he tenido que tratar en nada se acercan al perfil que estoy buscando. De todas maneras, una vez superadas las dificultades iniciales y mis primeros y dubitativos pasos, me puse a trabajar en la selección del equipo necesario para sacar adelante el proyecto.
Al primero que entrevisté, teniendo en mente la elegancia de la vieja escuela, fue al Tiras. Me lo habían recomendado con referencias excelentes pero, en cuanto le vi entrar por la puerta, supe que no tenía nada que hacer en el propósito que tenía entre manos. Se trataba de un gitano especialista en robo, según él de guante blanco y sin violencia, y según mi criterio con arma e intimidación. El tío tenía una pinta de lo más llamativa y, aunque yo no tenga nada contra su raza e incluso haya trabajado con ellos en alguna ocasión, eso ya era un problema para hacer un trabajo discreto. Si llega un tipo con el pelo largo y grasiento, con el cuerpo escuálido metido en una camiseta de tirantes y los brazos cubiertos de tatuajes talegueros ya sabes que algo bueno no está tramando. Además, y por si fuera poco, cuando me explicó cómo trabajaba y que cuando alguien se le resistía sacaba a la chiquitita ya me espanté definitivamente. Resulta que la chiquitita, como él la llamaba, era una navaja con una hoja de más de diez dedos que debo admitir que manejaba con inusual destreza. Tras escuchar su presentación y que utilizaría el dinero que se embolsase en tunear el cacharro hortera que tenía, le despedí con falsas promesas aunque con la idea futura de contratarle para alguna exhibición de uso de navaja; siempre se debe estar al quite pues, para ser sincero, el tipo era todo un artista del bardeo.
Como no comencé con buen pie, decidí tirar por alguno de los clásicos que todavía conservaba en mi agenda. Quedé en el casco antiguo de la ciudad con el Duque, uno de los carteristas más elegantes que he conocido en la vida y, aunque el paso de los años habían hecho mella en sus dedos con la artrosis, seguía manteniendo un pulso firme para desvalijar a cualquiera que se propusiese. De hecho, después de conversar un poco y para demostrar que seguía en forma me hizo una demostración durante la que consiguió casi sin pestañear cinco carteras rebosantes de dinero, tarjetas y posibles direcciones para realizar algún asalto. Me confesó que desde que las canas y las arrugas habían asomado en su rostro la gente parecía confiarse más ante su presencia y que la imagen de anciano desvalido le había granjeado enormes dividendos; me explicó que nunca antes había logrado tantos robos sin que la policía le molestase. Por supuesto le contraté al instante puesto que no hay nada como la vieja escuela para que las cosas funcionen con una base sólida.
Con más ánimo, y tirando de innumerables contactos, conseguí reunirme con un tipo que decía ser especialista en estafas informáticas. Cuando hablamos por teléfono parecía ofrecerme alguna garantía pero, cuando le vi cara a cara, casi me di media vuelta sin dirigirle la palabra. Se trataba de un chavalillo de unos veinte años, con gafas de graduación descomunal y que evidenciaba no tener nada de mundo. De hecho, se llamaba Manuel y no tenía ningún mote en el mundillo, tenía un Nick o no sé qué que no fui ni capaz de pronunciar. Puesto que no me ofrecía ninguna seguridad, decidí hacer con él una prueba práctica con la información que tenía de las carteras que había robado el Duque. Ahí es cuando me convenció, resulta que ese muchacho fue capaz de indicarme la dirección, la declaración de la renta y demás datos de interés para nuestras actividades delictivas. Finalmente, acabé por meterle en nómina pues comprobé en pocos minutos como las nuevas tecnologías aplicadas a la delincuencia pueden resultar beneficiosas.

Nacho Valdés

4 comentarios:

Sergio dijo...

Un hurra por el Tiras...

Saludoos

Sergio dijo...

Menos mal que alguien se ocupa de esa pobre criatura...

raposu dijo...

Estoy casi seguro de que el Tiras se sorprendería si se le dice que lo suyo es violencia...

cristina dijo...

Oooooh con el Tiras nos lo pasariamos tan bien...

Gaturroooooo al fin te encontré !!!

Abrazos