Recursos humanos
Nunca hubiese imaginado que poner en marcha un negocio
ilegal pudiese resultar tan complicado, casi da la impresión de que terminaría
antes legalizando el tipo de actividades que he emprendido ahorrándome así
complicaciones. El problema principal, además de otros tantos que se van
acumulando sin solución, es el relativo a la selección de personal. No todo el
mundo sirve para la docencia o tiene la paciencia para enseñar a aquellos que
no tienen la agilidad necesaria; además, en la mayoría de los casos, los
delincuentes con los que he tenido que tratar en nada se acercan al perfil que
estoy buscando. De todas maneras, una vez superadas las dificultades iniciales
y mis primeros y dubitativos pasos, me puse a trabajar en la selección del
equipo necesario para sacar adelante el proyecto.
Al primero que entrevisté, teniendo en mente la elegancia de
la vieja escuela, fue al Tiras. Me lo habían recomendado con referencias excelentes
pero, en cuanto le vi entrar por la puerta, supe que no tenía nada que hacer en
el propósito que tenía entre manos. Se trataba de un gitano especialista en
robo, según él de guante blanco y sin violencia, y según mi criterio con arma e
intimidación. El tío tenía una pinta de lo más llamativa y, aunque yo no tenga
nada contra su raza e incluso haya trabajado con ellos en alguna ocasión, eso
ya era un problema para hacer un trabajo discreto. Si llega un tipo con el pelo
largo y grasiento, con el cuerpo escuálido metido en una camiseta de tirantes y
los brazos cubiertos de tatuajes talegueros ya sabes que algo bueno no está
tramando. Además, y por si fuera poco, cuando me explicó cómo trabajaba y que
cuando alguien se le resistía sacaba a la chiquitita
ya me espanté definitivamente. Resulta que la chiquitita, como él la llamaba, era una navaja con una hoja de más
de diez dedos que debo admitir que manejaba con inusual destreza. Tras escuchar
su presentación y que utilizaría el dinero que se embolsase en tunear el
cacharro hortera que tenía, le despedí con falsas promesas aunque con la idea
futura de contratarle para alguna exhibición de uso de navaja; siempre se debe
estar al quite pues, para ser sincero, el tipo era todo un artista del bardeo.
Como no comencé con buen pie, decidí tirar por alguno de los
clásicos que todavía conservaba en mi agenda. Quedé en el casco antiguo de la
ciudad con el Duque, uno de los carteristas más elegantes que he conocido en la
vida y, aunque el paso de los años habían hecho mella en sus dedos con la
artrosis, seguía manteniendo un pulso firme para desvalijar a cualquiera que se
propusiese. De hecho, después de conversar un poco y para demostrar que seguía
en forma me hizo una demostración durante la que consiguió casi sin pestañear
cinco carteras rebosantes de dinero, tarjetas y posibles direcciones para
realizar algún asalto. Me confesó que desde que las canas y las arrugas habían
asomado en su rostro la gente parecía confiarse más ante su presencia y que la
imagen de anciano desvalido le había granjeado enormes dividendos; me explicó
que nunca antes había logrado tantos robos sin que la policía le molestase. Por
supuesto le contraté al instante puesto que no hay nada como la vieja escuela
para que las cosas funcionen con una base sólida.
Con más ánimo, y tirando de innumerables contactos, conseguí
reunirme con un tipo que decía ser especialista en estafas informáticas. Cuando
hablamos por teléfono parecía ofrecerme alguna garantía pero, cuando le vi cara
a cara, casi me di media vuelta sin dirigirle la palabra. Se trataba de un
chavalillo de unos veinte años, con gafas de graduación descomunal y que
evidenciaba no tener nada de mundo. De hecho, se llamaba Manuel y no tenía
ningún mote en el mundillo, tenía un Nick
o no sé qué que no fui ni capaz de pronunciar. Puesto que no me ofrecía ninguna
seguridad, decidí hacer con él una prueba práctica con la información que tenía
de las carteras que había robado el Duque. Ahí es cuando me convenció, resulta
que ese muchacho fue capaz de indicarme la dirección, la declaración de la
renta y demás datos de interés para nuestras actividades delictivas. Finalmente,
acabé por meterle en nómina pues comprobé en pocos minutos como las nuevas
tecnologías aplicadas a la delincuencia pueden resultar beneficiosas.
Nacho Valdés
4 comentarios:
Un hurra por el Tiras...
Saludoos
Menos mal que alguien se ocupa de esa pobre criatura...
Estoy casi seguro de que el Tiras se sorprendería si se le dice que lo suyo es violencia...
Oooooh con el Tiras nos lo pasariamos tan bien...
Gaturroooooo al fin te encontré !!!
Abrazos
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