La Academia
Nunca había tenido demasiada vocación pedagógica y, de
hecho, en las ocasiones que estuve obligado a trabajar en equipo había salido
siempre malparado; se puede decir que siempre he sido una especie de solitario.
La única vez que me pillaron, por la que me pasé más de tres años en la cárcel,
fue por culpa de uno de los socios que me había echado. La culpa fue mía pues,
lejos de comprobar la profesionalidad de mi par, me dejé llevar por la amistad
y la emotividad. Un fallo en este negocio tan complicado y enrevesado que te
hace aprender rápido.
En otra ocasión, ya maduro y con menos capacidad de
adaptación, decidí tomar bajo mi amparo a una especie de aprendiz que recogiese
mi legado y continuase con esta profesión que parece abocada a desaparecer. Por
supuesto, la experiencia fue negativa y también salí escaldado junto a ese
joven que supongo que, a estas alturas estará muerto o encerrado en una oscura
celda; el pobre no daba para más y ya sabe lo que se dice, el que con niños se
acuesta... no sé qué le pasa pero algo malo, eso seguro. El caso es que he
tenido una trayectoria en la que no han aparecido ni socios, ni aprendices, ni
compañeros. No me adapto de ninguna manera a la compañía cuando tengo que ocuparme
de mis cosas pues, creo que ahí se encuentra mi desacierto, suelo tender a
cargar con todas las responsabilidades y no delego ni un ápice. Este afán
perfeccionista me lleva a la desconfianza y ésta me conduce a decisiones
equivocadas y esto es sinónimo de una condena, una paliza o algo peor.
Una de las cuestiones que más me preocupan es la de la falta
de ética y honorabilidad que afecta a las nuevas generaciones, no siempre el
recurso a la violencia es necesario y aunque en muchas ocasiones me vi obligado
a utilizarla siempre fue de manera justificada. Hoy por hoy es lo primero que
se produce, la intimidación que deja a mi gremio en mala posición cuando lo más
importante es que nadie se entere de que has actuado hasta que te encuentras
bien lejos de la víctima. Eso los jóvenes parecen no entenderlo y con un arma
en el bolsillo se sienten con la potestad de amedrentar y caer en el feo hábito
de utilizar la fuerza bruta. Lo bonito de lo que hacemos es la elegancia, la
inteligencia y la estrategia. Al menos para mí esto es lo que importa, es lo
que me provoca una enorme satisfacción y me hace seguir metido en estos asuntos
a una edad en la que la mayoría de los que conozco ya están jubilados. Por lo
que a mí concierne, durante la temporada que pasé retirado para quitarme a la
pasma de encima no fui capaz de
adaptarme a la “vida civil” debido a que no sabía qué hacer. Me di cuenta de
que mi existencia incluye el crimen que, por calificarlo de alguna manera, me
gusta decir que es elegante. Exactamente, soy una persona elegante que
desarrolla su cometido con clase y con un código de conducta que me permite mirarme al espejo cada mañana y
eso es mucho más de lo que puede decir mucha gente supuestamente respetable.
El caso es que, puesto que ya no tengo edad para andar por
ahí escapando o escondiéndome, he encontrado la solución a la apatía que me
invade cada vez que estoy parado y sin un trabajito por realizar. He decidido,
a pesar del rechazo inicial y mi poca capacidad educativa, crear una academia
criminal para formar a las futuras generaciones de delincuentes. Creo, por
añadidura, que estoy haciendo un enorme servicio a la comunidad y, si consigo
establecer un código de conducta adecuado y que sirva de modelo, evitaré
posibles crímenes con sangre y, en su lugar, se producirán las encantadoras
trasgresiones sin víctimas. Bueno, siempre hay algún afectado pero, como todo
el mundo comprende, no es lo mismo perder el dinero que perder la vida, la
propiedad, la salud o cualquier otra cosa valiosa que se encuentre por encima
de lo material. Yo lo único que quiero es el dinero que le sobra a algunos y, por
supuesto, mi anhelo es que ni tan siquiera se enteren de lo torpes que han sido
al entregárselo sin darse cuenta a la persona inadecuada.
En definitiva, en cuanto encuentre al profesorado adecuado
pondré en marcha mi escuela delictiva con un interesante currículo que
permitirá al más majadero hacerse con los rudimentos básicos de esta inmortal
profesión. Por el momento, y aunque parezca increíble, ya tengo lista de espera
y el local preparado. En breve seguro que nos ponemos a funcionar.
Nacho Valdés
3 comentarios:
...pensé que continuarías la historia de la exposición del lunes pasado...
Esta pinta muy bien también. Yio quiero formar parte de esa nueva sociedad...
¿Dónde hay que inscribirse?
Escuela delictiva para formar a futuros delincuentes? que buena historia
Ahora que tengo tiempo me inscribo seguro, los crímenes sin sangre son mis preferidos...
Saludos
Muy atractivo... yo también probablemente me apuntaría. Uno de los últimos libros que compré se titula "Aprenda de la mafia".
Crei que me iba a ser útil, pero resultó ser una mierda encuadernada... o sea que el autor aplicó alguno de sus propios principios.
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