lunes, junio 11, 2012

En el ángulo muerto Vol. 150



La aldea

Recorrieron el camino del templo a la aldea con rapidez, el sol ya estaba alto sobre el horizonte y, lo que en principio querían solucionar con presteza, se había convertido en una misión que no terminaba de avanzar de manera adecuada. Iban a buen ritmo, con Ajax abriendo la marcha sobre su caballo y con el resto siguiéndole de cerca, todos mantenían una actitud solemne y no decían ni una palabra. En primer lugar se dirigieron a un pequeño terreno que tenía Laertes cercano a su herrería, allí tenía unos cuantos animales de corral entre los que se encontraba el cordero comprometido. Giles y Laertes se acercaron al cercado y, entre unas cuantas ovejas viejas y decrépitas, ahí se encontraba un pequeño cordero del que difícilmente se podría sacar carne para dos comensales. El sacerdote miró con mala cara el espécimen mientras se fijaba en como Laertes, con suma torpeza y manchándose con los excrementos de los rumiantes, lo intentaba atrapar. Por fin, tras varios intentos consiguió apresar al escurridizo animal.
- Aquí lo tiene –dijo con el cordero en brazos-, esto será suficiente para calmar las necesidades de los dioses.
- No sé yo –respondió el sacerdote-, la verdad es que está un poco flaco y malnutrido.
- Siempre pueden alimentarlo las vírgenes del templo –intervino Bemus-, yo incluso podría ayudar si así lo desea.
Laertes le propinó una sonora bofetada. –Tú te callas, que ya sé por dónde vas. Estos muchachos, no hay manera de que se centren y trabajen, en cuanto ven a una mujer pierden la noción de todo. –Explicó en voz alta para el dispar grupo que se había formado.
- Bueno, ya está bien –gritó Ajax descabalgando-. Necesitamos que nos indique qué hacer inmediatamente pues los extranjeros ya deben estar planeando cómo arrasar nuestro poblado. – El anciano estaba visiblemente molesto y su actitud pareció intimidar al sacerdote.
- Está bien, vamos a ver lo que se puede hacer.
Giles cogió el cordero y le impuso las manos sobre el costado, parecía estar entrando en una especie de trance pues cerró los ojos y comenzó a expresarse entre susurros de forma prácticamente ininteligible. Todos, a su alrededor estaban expectantes, se mantenían en vilo esperando por la resolución que los dioses ofrecerían con toda certeza y sin posibilidad de error. Repentinamente, como si nada hubiese pasado, el sacerdote se levantó de un salto y recuperando su tono habitual se dirigió a los presentes.
- Efectivamente –dijo con solemnidad-, tal y como pensaban esos extranjeros suponen un terrible peligro y será mejor que entren en acción lo antes posible.
- ¡Lo sabía! ¡Os lo dije! –Gritó Laertes-. Debemos ir inmediatamente a por ellos.
Rápidamente organizaron una estrategia que dirigió el anciano Ajax y rodearon el lugar donde se habían quedado a dormir los extraños. La cosa era sencilla, iban a atacar por la única entrada que había y, aprovechando la sorpresa, acabarían con los malvados recién llegados que albergaban tan oscuros sentimientos para con esa aldea que con tanta amabilidad les había recibido. Cuando estaban parapetados decidiendo quién sería el indicado para iniciar la lucha pues, por una vez, Bemus se negaba en redondo a cumplir con las órdenes de su amo, llegó una mujer que preguntó por lo que estaban haciendo.
- Váyase de aquí, es sumamente peligroso –dijo Ajax-. Vamos a atacar a los extranjeros que quieren acabar con la aldea.
- ¿Cómo dice? –Contestó la mujer-. Se han ido al alba en su embarcación después de pagar generosamente por la hospitalidad recibida. La verdad es que se les veía muy buena gente, todos esperamos que vuelvan por aquí.
- ¡No me lo puedo creer! –Bramó el viejo-. Tú –dijo dirigiéndose al sacerdote-, devuelve todo lo que nos has robado.
- No sé de qué habla, simplemente he cumplido con lo que la divinidad deseaba.
- De aquí no vas a irte con mi cordero –dijo Laertes-, será mejor que lo entregue.
- Si quieren pueden enemistarse con los dioses pero no van a tener mi ayuda, no pienso entregar nada.
El sacerdote recibió un puñetazo del anciano Ajax que devolvió al instante tirando al viejo al suelo. Laertes, ante la situación, decidió golpear a Giles que, contra todo pronóstico, se revolvió con habilidad y devolvió los golpes son inusitada destreza. Al final, mientras el joven Bemus observaba, acabaron en el suelo a golpe limpio mientras el adolescente miraba confuso.

Nacho Valdés

3 comentarios:

raposu dijo...

Laura tenía razón, aunque parece que ocurre en Grecia, en realidad es en Bretaña, en la aldea irreductible....

Muchacho_Electrico dijo...

Por Tutatis¡¡¡¡ es este el final de la historia????

Sergio dijo...

Nos quedamos con ganas de una buena batalla. Creo que deberías guardar estos tres personajes para más historias épicas. Es un trio que puede dar mucho juego todavía....

SALUDOS