lunes, junio 18, 2012

En el ángulo muerto Vol. 151



Reunión

El asunto parecía ir a resolverse sin ningún ceremonial, cosa que llamó la atención del señor R. No es que estuviese indignado, ni muchísimo menos pero, para el trato que solían profesarle, máxime cuando le citaban para alguna propuesta desconocida, se trataba de una convocatoria un tanto particular. Había aceptado ir a la sede de la empresa que le demandaba y se había encontrado en un piso del centro de la ciudad sin más mobiliario que un recibidor, una pequeña salita de espera adornada como si se tratase una vieja consulta médica y una secretaria que no le prestó la menor atención. A pesar de no llegar pronto, le hicieron esperar largo rato mientras el señor R. se preguntaba qué hacía ahí.
Días antes recibió la llamada del señor M que, sin demasiadas contemplaciones le anunció que tenía para él y su empresa un negocio lucrativo y redondo que terminaría de mejorar los balances positivos de los últimos años. Normalmente el señor R no solía dejarse llevar por la innovación mas, en esa ocasión, le había dado un pálpito guiado por la verborrea que le llegaba a través de la línea telefónica. Más que convincente, el desconocido que le había hablado parecía convencido. Eso fue lo que más le llamó la atención y llegó a la conclusión de que quizás no sería mala cosa perder algo de su valioso tiempo escuchando una posible majadería. Incluso, dejándose llevar por la imaginación, se había visto en el club social relatando la más que posible anécdota que pudiese resultar del misterioso encuentro que había concertado. De todas formas, la espera le estaba resultando un tanto densa. Como gerente y principal accionista de la mina de cobre que dirigía con firmeza no podía permitirse tamañas salidas de su rutina diaria. Estaba comenzando a impacientarse cuando la secretaria, que parecía un enser más, le anunció que el señor M quería verle.
- Buenos días, tome asiento. –Un hombre joven de no más de treinta y cinco años, vestido con cierta informalidad aunque con elegancia, le recibió con una medida euforia. El señor R tomó asiento en una de las butacas que había alrededor de una mesa de reuniones de última generación que chocaba con el resto de la decoración antediluviana.
- Usted dirá – espetó directo el señor R.
- Veo que va usted al grano –el joven se tomó unos segundos para paladear su declaración-, me gusta. Lo que voy a proponerle –siguió con la exposición- es un negocio seguro y garantizado.
- Eso es lo que me prometió el otro día cuando hablamos –el empresario no parecía demasiado complacido con cómo iba el encuentro.
- Antes de nada, ¿quiere usted beber algo?
- Por qué no, un brandy.
- No tengo nada de eso, si quiere puedo ponerle esta ginebra que me traen en exclusiva desde Bangladesh –el señor R hizo una mueca despreciando lo que le resultaba una vulgar moda que dejaba de lado las bebidas viriles de toda la vida aunque, a falta de nada mejor, decidió aceptar el ofrecimiento.
- Lo mejor es servirla con una rodaja de lima orgánica y un poco de hielo de agua Evian recién importada –el señor M se regodeaba en su sapiencia alcohólica-, el agua lo es todo. ¿No le parece?
- Si usted lo dice –respondió con desgana el financiero mirando de reojo su reloj.
- De hecho, es este el motivo por el que le he hecho venir; por el agua.
- No termino de entenderle –había dado un trago a la bebida recién servida y una oleada de placer le inundó, debía reconocer que el joven que tenía delante sabía preparar excelente copas.
- La cosa es sencilla… su explotación minera es una de las más contaminantes del país, ¿no es así?
- Intentamos –hizo una pausa para recordar el título de la sección recién creada-… mediante la plataforma de desarrollo ético hacer una política de colaboración con la comarca y de respeto al medio ambiente –se congratuló de haber hilvanado de un tirón el formulismo acordado para ese tema.
- No hace falta que me cuente las típicas historias –el señor M sacó un dosier y lo entregó a su interlocutor-, sé perfectamente que están destrozando el acuífero de la zona y que están cargando la zona de residuos peligrosos como metales pesados y demás.
El señor R estaba alarmado ante lo que tenía delante, era un completo estudio que parecía anunciar la llegada de una tremenda sanción o el cierre temporal de la empresa.
- ¿Qué es lo que quiere? –Dijo levantando la vista y clavando la mirada en el hombre sonriente que se sentaba frente a él.
- Quiero que ganemos dinero, sólo tiene que continuar contaminando y, si es posible, que sé que lo es, destrozar todo lo que pueda.
El señor R no podía creerse la propuesta que le estaban haciendo, dio un sorbo a la ambrosía que le había servido y recapacitó unos segundos antes de continuar.

Nacho Valdés

1 comentario:

Muchacho_Electrico dijo...

Interesante historia, ya veremos hacia que camino se dirige. Esto huele a corrupción.