lunes, abril 02, 2012

En el ángulo muerto Vol. 141



Sorpresas

Esperé unos segundos y me acerqué hasta la puerta de su despacho, había quedado entreabierta pues seguramente consideraba que ya se encontraba solo y podía campar a sus anchas por lo que consideraba su feudo. Por suerte, había logrado pasar desapercibido y no habían reparado en mi presencia. En caso contrario no sé cómo hubiesen reaccionado. Quién sabe, quizás me hubiesen invitado a unirme a su fiesta o quizás el mandamás se hubiese puesto digno y hubiese intentado disimular. No lo sé, el caso es que tenía la oportunidad de pillar al puto gordo en acción y tener algo con lo que cogerle de las pelotas. Aunque la situación me provocaba cierto vértigo, también estaba comenzando a inundarme de la placentera sensación que produce el que se giren las tornas después de tanto tiempo aguantando. Bueno, realmente no había sido tanto tiempo pero daba igual, había tenido que tragar carros y carretas desde que había llegado a mi vida ese tipo despreciable.
El caso es que me encontraba tras la puerta entreabierta y, si no fuese porque las había visto antes por la oficina y que era conocer de su condición de becarias, hubiese jurado que se trataba de profesionales. El muy bastardo se había agenciado una tía rubia y otra morena, ambas jóvenes, atractivas y con cuerpos de infarto. No me podía imaginar cómo era posible que unas mujeres así se hubiesen fijado en este personaje sucio y decadente, me parecía similar a ir a un restaurante y que me ofreciesen un plato de mierda cocinada; ¿Cómo eran capaces esas muchachas de elegir la mierda? Con la de tíos buenos que había por ahí y tenían que haberse fijado en esa piltrafa, supongo que el asunto se explicaba por lo de la erótica del poder y demás pero no me entraba en la cabeza. La situación era la siguiente, mi puto jefe estaba apoyado en la mesa poniéndose tibio de güisqui mientras las dos fulanillas se daban el filete y se desnudaban poco a poco. Las tías estaban a la faena y, por lo menos en apariencia, parecían disfrutar. Se pasaban la lengua a lo largo de su anatomía perfecta mientras se magreaban sin parar, nunca había visto nada igual que no hubiese sucedido en una película porno. El otro parecía relamerse ante la situación que se le presentaba y sus ojillos de jabalí brillaban nerviosos, miraba a las dos chicas alternativamente como si no supiese con cuál de ellas quedarse. Yo observaba todo por el resquicio que habían dejado abierto y la verdad es que estaba tan sorprendido que ni tan siquiera me excitaba la escena de la que estaba siendo testigo.
De repente, como si le hubiese dado algo, el tipo apuró de un trago el licor que estaba tomando y se deshizo de su camisa y americana. Una enorme barriga blancuzca y gelatinosa apareció en escena, era descomunal y estaba cubierta de una pelusilla de pelos desagradables. Las tías como si nada, seguían a lo suyo, dándose caña mientras el otro se acercaba con expresión salvaje. Se bajó los pantalones y lo que vi ya se salía de toda explicación normal, el tipo tenía una verga de dimensiones bíblicas que nunca me hubiese imaginado que podría poseer ese maldito gorila. Debía ser una suerte para él pues, en caso de tener un miembro normal, lo más probable es que no consiguiese sobresalir debido a la enorme tripa cargada de grasa que tenía. Las muchachas miraron temerosas ese capullo violáceo que se acercaba hacia ellas, debo decir que yo también estaba expectante por comprobar quién se llevaría el premio gordo. Ellas, sin embargo, no parecían tan ansiosas por recibir el castigo que parecía que se avecinaba. Estaba claro que eran unas zorras pero seguro que albergaban la esperanza de que con una pequeña mamada todo quedase arreglado y comenzase así su promoción laboral; nada más lejos de la realidad, iban a tener que sudar para lograr medrar en la empresa. Esbocé una sonrisa y pensé que se lo tenían merecido, por trepas. Una de ellas se abalanzó sobre mi jefe intentando distraerle, fue inútil ya había elegido su presa y, por desgracia para ella, era la rubia la que iba a tener el honor de probar semejante cacharro.
La cogió, le dio la vuelta, la puso sobre la mesa y creo que se la metió por el culo pues pegó un grito que nunca pensé que podría proferir una garganta humana. Mientras, la otra, se afanaba por tocarle un poco para rebajar el malestar de la enorme tranca atravesando su recto. No servía para nada, la cara de la rubia era un poema que mostraba el tremendo dolor que estaba experimentando mientras el animal obeso que tenía detrás arremetía una y otra vez. En ese punto es cuando se produjo lo más llamativo, el cerdo de mi jefe agarró la botella, le pegó un lingotazo y, después, de un cajón de la mesa sacó, mientras seguía penetrando a la becaria, un gorro de Papá Noel que se calzó. Por último, como si se tratase del puto espíritu de una navidad pornográfica, comenzó a pegar las típicas risotadas que emitía ese personaje de voz ronca y profunda. Las chicas, por su parte, esperaban que el correctivo terminase pronto y fue en ese instante cuando reparé en que sería mejor que me largase.


Nacho Valdés

6 comentarios:

paco albert dijo...

Jojo. Tremendo, nen. Esto sí que se está poniendo "entretenido", como diría alguien. Fluidez narrativa

Sergio dijo...

dios...¿Todo eso está en tu cabeza de verdad?

Jaajajaja me he reído mucho...

Expectante como rubia en celo me quedo hasta próxima entrega..

Saludos

Muchacho_Electrico dijo...

Buenisimo pese a la mente calenturienta y depravada de su autor.
Creo que me lo veo venir, al gordaco del jefe le da un infarto y la palma pero el miembro se queda atascado en el ano de la rubia y la otra amiga debe cortarselo para liberarla.

Muchacho_Electrico dijo...

te jodí la historia????

Sergio dijo...

No sé si la jodiste pero lo que sí sé es que debrías escribir una así ¡cuanto antes!

raposu dijo...

Entre unas cosas y otras he estado a punto de perderme este capítulo realmente impresionante.

Estoy conmocionado, nunca hubiera sospechado ese uso de los gorros de Papá Noel....