viernes, enero 27, 2012

Las Partes Secretas (Vol. 4)

El peso visual siempre recae en sus ojos. Es por ellos por donde irremediablemente tienes que entrar hasta su cueva. El equilibrio, que reside en sus brazos, marca una dirección siempre directa hacia la luz.
La primera vez que dormí bajo su amparo tuve la sensación de estar en un tren que iba a descarrilar pero que finalmente recuperaba su posición y evitaba el desastre. Luego, la noche que dios nos abandonó, sentí que su libertad era capaz de despertar a mis sueños y llevarlos hacia algo más tangible y cercano. Día a día fue extrayendo de mí cosas que yo desconocía poseer. Las partes secretas, como un nudo deshilachado, fueron abriéndose y mostrándose en los lugares más improbables y sorprendentes.
Al final tenía tanta luz en vida que la noche desapareció por completo. Quedé bendecido, salvado e inmaculado aunque también expuesto para siempre al peso visual de sus ojos.
Una vez acomodado en esa confortable situación de mar en calma y con todos mis poderes en su nivel máximo tuve que enfrentarme de nuevo a la oscuridad. Ella, que quito las agujas a todos mis relojes, me suplicó que adelantara los suyos hasta que ya no pudiesen dar más cuerda. Se puso ante mí de rodillas y grito que ya no quería esperar más mañanas, ni sentarse a ver pasar las tardes. Que lo único que necesitaba era la noche más negra y larga.
Le concedí su deseo. La maté. Quemé su cuerpo mientras el mío se quedaba frío. Después de eso, el sol mostró su rayo verde y supe que una nueva vida comenzaba para mí. Empecé a visitar a más gente y a concederles todos sus deseos. La mayoría de ellos querían muertes violentas y trágicas pero algunos solo querían ser amados.
En cierto modo, todos ellos solo buscaban su equilibrio. Yo solo tuve que inclinar un poco la balanza.
El peso del alma hizo el resto.

4 comentarios:

Anónimo dijo...

Hola

He llegado de casualidad a este blog y, encontrame de frente este texto ha sido algo maravilloso.

Enhorabuena para su autor.

Prometo repetir

Nacho dijo...

¡Toma! Autoreferencias, metarelatos... esto cada vez se pone más interesante y oscuro.

Enhorabuena.

Abrazos.

cristina dijo...

La maté porque era mía...

El párrafo de los relojes me ha recordado un poco el estilo de Mathias Malzie en la Mecánica del Corazón...un loco maravilloso.

Buen texto.

Sergio dijo...

No conozco al tal Malzie... Lo chequearé en el futuro...

merci