lunes, enero 09, 2012
En el ángulo muerto Vol. 129
Crisis de pareja
Invariablemente me gusta levantarme con la prensa del día y, por ese motivo, uno de mis ayudantes se encarga de acercarse a primera hora de la mañana hasta el quiosco más cercano para conseguirme los periódicos nacionales, locales, internacionales e incluso las revistas del corazón que siempre están a la caza de lo que hago o dejo de hacer. Malditos sean, siempre están igual.
Considero que no hay mayor placer que leer en la cama un buen rato hasta que el sol ya calienta lo suficiente como para desayunar, es algo que me encanta y a lo que me acostumbré con mi primer marido que casi nunca se levantaba conmigo debido a sus múltiples obligaciones. Pero el caso es que pensaba que en Ibiza, y poniendo tierra de por medio, mi situación con Alfonso se aclararía y que cogería el primer vuelo para arreglar nuestra pequeña disputa. Sin embargo, lo único de lo que hablan las publicaciones que me han traído es de la crisis que supuestamente acecha a nuestro próximo enlace. ¿Cómo es posible que me traten con esta falta de respeto? Recuerdo la sumisión y la deferencia con la que me trataban los periodistas de antes y, si se daba algún problema en este sentido, recibían una visita de los grises a su domicilio y se llevaban un buen susto. Con esto no quiero decir que lo que teníamos antes fuese mejor pero sí que está claro que a veces la libertad se torna libertinaje y no se respetan los límites de una formalidad básica y cívica. Ahora, sin ir más lejos, son jóvenes becarios los que me acosan en todos los lados a donde voy intentando sacar una noticia de donde no hay nada. Además, y por si esto fuera poco, no cesan de provocar intentando que el entrevistado o, más bien, el acosado, estalle para que sus cámaras recojan ese momento. A mí ya me ha pasado en alguna ocasión pero, puesto que he sido educada en los mejores centros y siempre he estado rodeada de gente elegante, no se trató de una reacción demasiado furibunda. No puedo decir lo mismo de mi hijo Cayetano, qué disgusto me llevé cuando le vi por televisión aporreando a un fotógrafo con su paraguas. Para descargar un poco su culpa debo recordar que su matrimonio no estaba pasando por los mejores momentos pero, a decir verdad, esto no es óbice para que mantuviese la calma y no mostrase esa faceta que en tan mala situación dejó a la Casa de Alba. En fin, tampoco quiero incidir en este punto pues mis hijos ya son mayores y no aceptan mis injerencias ni consejos. Debo de haberme quedado un poco antigua.
De todas manera, y a lo que iba, esta mañana no he podido desayunar en paz y se me ha cortado el apetito. De hecho, me he levantado antes de las once de la mañana y eso no es más que un síntoma de lo mucho que estos miserables reporteros me hacen sufrir. Cuando me han traído el desayuno a la cama prácticamente no he podido probar las finas lonchas de jamón ibérico traído de una explotación extremeña, únicamente un par de lonchitas que no llenarían ni a mi nieta. Al final, y ante la insistencia de mi asistente, he probado la tostada que me había hecho con la mermelada artesana que me traen del sur de Francia y el huevo duro que me suministran por valija diplomática desde Galicia. En fin, que prácticamente no he desayunado y he decidido bajarme a la playa con mi hija. Ella me insistió para que nos llevásemos el yate pero, por mi parte, no estaba para tanto lujo y preferimos irnos a la cala privada que posee mi familia y que siempre está a nuestra disposición. Llamamos a todos mis asistentes para que nos acompañasen y vigilasen por si había algún fotógrafo emboscado y, después de que me ayudasen a ponerme mi bikini, pasamos un agradable día disfrutando del mar y el sol.
Al final Alfonso sí que estaba preocupado y me llamó al teléfono, le mantuve a la espera hasta que por la tarde le atendí y arreglamos nuestras pequeñas diferencias. La verdad es que no para de demostrarme lo mucho que me ama y, por otro lado, también me hace saber lo mucho que me desea. Está deseando que sea la noche de bodas y dice que no puede esperar más. ¡Me hace tanta ilusión! He decidido que volveré a Sevilla para calmar a mi pobre Alfonso, debe de estar muy nervioso con la boda.
Nacho Valdés
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3 comentarios:
¡Oh no! Esta bicha de nuevo...
La verdad es que su noble corazón, ajado y vulnerable, me hace sentir compasión por ella y !Carajo¡ qué sentimiento más profundo podría yo sentir por alguien tan lejano y distinto a mi...
Adivino mucho futuro en esta nueva carrera de cronista de la Casa de Alba que has emprendido... no hay más que ver a Jaime Peñafiel.
¿Ya tienes gafas de cerca para usarlas de florete?
Esta mujer te pone o qué? pensaba que empezarías el año con algo nuevo...tú mandas.
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