lunes, septiembre 26, 2011

En el ángulo muerto Vol. 116



Primer contacto

Llevaba esperando media mañana la llegada del señor Garrido, me había situado frente a la entrada del salón de actos con la cámara preparada para sacarle unas cuantas fotos. Puesto que había sido previsor y había madrugado, había conseguido aparcamiento y estaba tranquilamente en el coche escuchando sin atención las novedades del día que hablaban de no sé qué escándalos económicos en el gobierno de Felipe. Me daba exactamente igual, estaba sumido en un estado de nervios y emoción que no recordaba haber tenido prácticamente desde la adolescencia. Pensé que era una manera de reconciliarme con mi profesión, con la escritura y, en definitiva, con la vida pues la mía se reducía a contar historias. Pensando sobre estos asuntos me di cuenta de que estaba quemado, de que hacía muchos años que no disfrutaba con lo que hacía. Lo que comenzó como una ilusión, con la satisfacción de conseguir ganarme el sustento haciendo lo que más me gustaba se había convertido en una rutinaria faena que únicamente me daba dinero. Recapacité sobre lo que me estaba pasando y tomé la decisión en el asiento de mi coche; tendría que variar el rumbo de mi profesión, la historia de Manuel Garrido sería el comienzo de una nueva manera de hacer las cosas.
La intranquilidad que me consumía me hacía encender un cigarro tras otro, los enlazaba sin remisión y el paquete comenzaba a llegar a su fin. En la calle ya había más movimiento, gente que iba y que venía, amas de casa, trabajadores de todo tipo, algún jubilado y, repentinamente, la señal que estaba esperando. Un numeroso grupo de adolescentes llegó en un autobús que paró en la puerta de la institución que estaba vigilando, estaba seguro que se trataba de parte del público que asistiría a la conferencia. En la entraba se comenzaba a arremolinar la gente, probablemente organizadores o asistentes rezagados mientras, me mantenía alerta ante la llegada del individuo al que estaba esperando. Un vehículo paró justo a la entrada del recinto, con paso firme descendió el anciano con su pelo teñido y su minúscula estatura. Comencé a lanzar fotos sin parar, no podría determinar cuántas fueron pero el sonido del disparador era ininterrumpido. Quería documentar el comienzo de mi investigación, comprobar cómo se desenvolvía el tipo sobre el que quería escribir, ver con quién se relacionaba y cuáles eran sus hábitos. El hombre, se lanzó hacia el grupo que le estaba esperando y comenzó a repartir apretones de manos, sonrisas y demás saludos típicos para la ocasión. Estaba claro que Manuel Garrido sabía cómo relacionarse.
Dejé transcurrir unos instantes y me acerqué al interior del recinto, estaba realmente lleno de excursiones de institutos, gente mayor y lo que parecía ser la plana mayor política del municipio en el que nos encontrábamos. También me di cuenta, y eso no me gustó demasiado, de que había acudido la prensa. No conocía a ninguno de los periodistas asistentes pero lo que tenía claro es que los equipos que llevaban no eran los propios de una publicación local. Me quedé expectante para comprobar qué era lo que hacían pues, aunque sonase muy remoto, quizás a alguno se le había ocurrido lo mismo que a mí y estábamos pisándonos el terreno mutuamente. Sin lugar a dudas, a cada día que pasaba el superviviente sobre el que quería escribir iba adquiriendo más prestigio y notoriedad. Sin duda, tenía que trabajar rápido si no quería que alguien se me adelantase y me pisase el trabajo que estaba realizando. Con alivio pude comprobar como los periodistas, lejos de quedarse a tratar con los ponentes, echaron unas cuantas fotografías y se fueron antes de que terminase el acto. Estaba claro que únicamente iban a realizar una pequeña columna o algo por el estilo, nada que debiese preocuparme. Yo, sin embargo, aguanté al fondo de la sala haciendo fotografías al señor Garrido que esperaba interesándose en el resto de intervenciones mientras le llegaba su turno de participación. Cuando le dieron la palabra comenzó como siempre que le había visto hablar en público, declarándose como un superviviente de Dachau y, también como de costumbre, su intervención fue breve y culminó con la entrega de un recuerdo por parte de uno de los concejales que habían preparado el evento. Puesto que ya sabía cómo iban a desencadenarse los acontecimientos a la salida, me adelanté y esperé el primero la llegada del señor Garrido. Estaba dispuesto a arrancarle aunque fuesen unas palabras.

Nacho Valdés

1 comentario:

raposu dijo...

Lo que tienen de bueno estas historias es que cada lunes entramos en contacto, aunque sea digital,.... pero el intrépido reportero se esta tomando su tiempo....