lunes, septiembre 19, 2011
En el ángulo muerto Vol. 115
Tras una pista
De alguna manera, sin saber exactamente cómo lo había logrado, tenía preparado un par de artículos para el dominical con el que ya terminaba mi vinculación a esa publicación. Por supuesto, aprovechándome de la falta momentánea de editor, agujero que por el momento estaba ocupando el director, decidí no hablar del trabajo que había adelantado. De esta forma, con la excusa de búsqueda de un tema adecuado para mi siguiente encargo, logré desembarazarme de la atadura que suponía el trabajo en la redacción. El director, que se veía desbordado por el trabajo de edición, era un tipo clemente que se dejó embaucar por mis buenas palabras y por mis falsas promesas de dedicación exclusiva a lo que supuestamente me había encomendado Javier, el antiguo editor. Aunque, pensándolo fríamente, tampoco se trataba de una mentira, realmente estaba convencido de que podría sacar una interesante historia sobre los supervivientes de los campos de exterminio. No tenía claro cuántos podrían quedar por el mundo pero, sin ninguna duda, en España no serían demasiados. De esta forma, el señor Garrido suponía un caso excepcional.
Conseguí una excedencia para ausentarme de mi puesto en el periódico e investigar, supuestamente estaba preparando mis últimos escritos para el dominical pero lo que hice con el primer día libre en mucho tiempo fue encerrarme en casa a leer y pensar. Me pasé la jornada tirado en el sofá devorando lectura sobre los nazis y los campos, ni tan siquiera hice una pausa para comer y, a la hora de la cena, con el estómago rugiendo, me hice a la calle para conseguir algo de sustento. Me acerqué a uno de los bares del barrio a ver si conseguía una mesa en la que trabajar tranquilamente y, por suerte, logré ubicarme al final de un local en un pequeño espacio en el que pude imbuirme en las ideas que se me habían ocurrido para abordar la historia que tenía entre manos. Saqué un pequeño cuadernillo y pedí un par de raciones y una cerveza. En primer lugar comencé a ordenar la infinidad de notas que había ido elaborando, frases sueltas y datos inconexos que no tenía claro adónde me conducían. Tenía claro que la información que estaba recopilando y las enormes dosis de lecturas y apuntes que estaba realizando estaban confundiéndome así que, por el momento, era evidente que debía dejar de lado esa parte del trabajo. En ese sentido ya había recopilado más de lo que necesitaba, además, cuanto más investigaba más perdido me sentía pues era tal la cantidad de trabajos publicados sobre esa temática que necesitaría varias vidas para abordar una mínima parte de los mismos. Lo que se hacía patente es que, aprovechando el tiempo extra con el que contaba, necesitaba abordar otro tipo de acciones que diesen con la clave de cómo orientar la historia. Por un lado, veía necesario acceder a los archivos nacionales con el fin de aclarar la biografía del señor Garrido. Si se había alistado a la División Azul, si había estado en Dachau o si había sido encerrado a su regreso en Carabanchel. Debían quedar resquicios de ese pasado sobre los que pudiese investigar para encontrar una hebra que me llevase hasta el meollo de su relato. Por otro lado, consideraba imperativa la entrevista personal, el acercarme a ese hombre para hablar y conseguir de esa forma su verdadera versión de lo que había vivido, no simplemente los retazos eternamente repetidos de sus conferencias y coloquios. Puesto que era el asunto que se me antojaba más dificultoso decidí empezar por ahí, por la búsqueda de una conversación que me acercase al hombre y me permitiese desembarazarme del mito y los prejuicios que rodeaban a su figura.
Tenía presente que el señor Garrido iba a dar una serie de conferencias en Institutos públicos y Casas de la Cultura de algunos pueblos cercanos a Madrid, así que me hice con los programas de actividades culturales de la Comunidad y realicé un programa de dónde y a qué hora se encontraría en cada lugar. Desempolvé mi cámara de fotos y, al día siguiente, madrugué para esperarle a la llegada a su primer acto. Puesto que contaba con un buen objetivo tampoco tendría que acercarme demasiado y podría fotografiarle y observarle desde la lejanía después, si se hacía necesario, estaba convencido a seguirle para conseguir encontrarme a solas con él.
Nacho Valdés
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3 comentarios:
Nada, ahí segumimos trabajando el contexto...
Bueno...trabajado está.
Mmmmmmmm deberiamos pasar a la acción, no?... esperaremos a la semana que viene.
La paciencia es una de mis virtudes, pero creo que está a punto de agotarse.
Abrazos.
Nacho,esta historia solo la puedes acabar tipo "Fringe".
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