lunes, septiembre 12, 2011

En el ángulo muerto Vol. 114



Desenvolviendo la historia

Desconozco los motivos que llevaron a Javier, el editor, a vetar mi posible trabajo sobre Manuel Garrido. Pero, por esta causa, tuve que dedicarme en exclusiva a la elaboración de los reportajes para el dominical que tanto tiempo me ocupaban y que hacían de mí un nómada. De esta forma, se me hacía imposible el trabajar en la investigación que no terminaba de avanzar en ninguna orientación definida. A lo único que podía dedicarme era a la lectura superficial de tratados y monografías sobre el nazismo y la Solución Final pero, sin lugar a dudas, lo que el cuerpo me pedía era sumergirme en exclusiva en esa historia que, para mi gusto, el señor Garrido ocultaba en su pasado. Aún con todas las dificultades que me rodeaban, era capaz de contemporizar los trabajos periodísticos que me demandaban con la lectura incansable de literatura histórica sobre la Segunda Guerra Mundial. Quizás esta dedicación prácticamente exclusiva a un solo tema fue lo que provocó que, por aquellos tiempos, no tuviese pareja ni indicios de la misma, tan solo algún devaneo sin importancia que prácticamente he olvidado.
El trabajo para el suplemente me tenía realmente agotado pero parecía estar llegando a su fin, únicamente debía aguantar la primavera que era cuando se cumplía el compromiso que había adquirido. Sin embargo, de forma radical, los acontecimientos cambiaron y la situación se tornó más diáfana para mis intereses. Roberto, que prácticamente vivía en la redacción, falleció inesperadamente una de las noches que se estaba dejando los ojos en la revisión de originales. La noticia fue toda una hecatombe pues el tipo, que llevaba decenas de años trabajando en el mismo puesto, se había convertido en toda una institución. Realmente sentí la pérdida pues, más allá de algunas diferencias profesionales, debo reconocer que siempre se había comportado bien conmigo y, en ocasiones y cuando yo me dejaba, había actuado como mentor profesional ayudándome en los momentos más confusos de mi carrera. El caso es que desapareció el principal escollo que se interponía entre mi historia y mi vida laboral, vi la ocasión de conjugar mis intereses con mi sustento y no desaproveché la ocasión. Comencé a trabajar febrilmente en la historia que tenía en la cabeza, la de uno de los pocos supervivientes a los campos de exterminio de nacionalidad española que quedaban vivos. Tomé los datos que conocía sobre Manuel Garrido, que eran bien pocos, aunque en los últimos tiempos se estuviesen multiplicado sus intervenciones en todo tipo de actos y conferencias y, tras darle un barniz histórico al reportaje, presente el que sería mi último trabajo en ese dominical que me había dejado sin energías y sin creatividad.
Por supuesto, siempre que se produce una desgracia como la de mi editor, aparece un vacío de autoridad que es aprovechado por todos los espabilados que se mantienen al acecho del puesto en cuestión. Debo reconocer que yo era uno de los candidatos para esa lucha fratricida pero, lejos de mezclarme con esa chusma mediocre que se retorcía y apuñalaba por unas migajas, tenía la vista puesta en un horizonte más ambicioso y creativo. Tuve oportunidad de ver el enfrentamiento desde la distancia, de comprobar cómo la ambición sacaba lo peor de cada uno de los pretendientes a la vacante que había quedado libre. Yo, por mi parte, aproveché esa ausencia de autoridad momentánea para dedicarme a mis investigaciones y sobre todo a la redacción del que sería un reportaje definitivo sobre el señor Garrido. Puesto que estaba convirtiéndose en una figura pública no me fue difícil dar con él pero, lejos de atender a mis demandas, se mantenía oculto tras la muralla de sus supuestos achaques y de su falta de tiempo para atender a cualquier periodista que quisiese hablar con él. Por lo menos así lo dejó en claro una de sus hijas. Por este motivo dejé de insistir sobre este punto y, sin demorarme más, me centré en la figura pública que el anciano había estado construyendo durante los últimos años. Rebuscando en prensa, archivos y demás medios inmediatos a mí alcance descubrí que se le había nombrado socio o presidente honorífico de innumerables asociaciones así como de sindicatos de la izquierda radical o del partido comunista en España. Parecía que en algunos foros también se hablaba de una mención honorífica por parte del gobierno de Felipe González y esto indicaba, sin ningún género de dudas, que el señor Garrido estaba haciéndose un hueco como celebridad superviviente al Holocausto. Lo único que no me cuadraba en toda esta historia era su hermetismo pero estaba dispuesto a acercarme a este personaje. El primer paso ya lo había dado, había escrito y documentado un reportaje completo sobre el supuesto héroe, solo me quedaba esperar que el sustituto de mi editor considerase la historia tan interesante como yo.

Nacho Valdés

2 comentarios:

raposu dijo...

Algo me dice que el Sr. Garrido guarda muchos secretos... pero acabaremos sabiéndolos.

cristina dijo...

Hello! Nacho

Dejé al ángulo muerto como su propio nombre indica, sorry, ya me he puesto al día...empieza lo bueno ahora, no?, algo contará este superviviente sobre su tremenda experiencia o igual nos sorprende de alguna otra manera, quedo a la espera,como siempre, tomando un güisqui (me encanta el whisky a la española).

Abrazos.