lunes, septiembre 05, 2011

En el ángulo muerto Vol. 113



Complicaciones

Debo reconocer que, en aquel momento, metido en la aglomeración que se había montado, la respuesta que me dio el señor Garrido me dejó congelado, sin saber qué hacer. Fue como una pequeña resignación, algo así como caer en un trance hipnótico que destrozó mis numerosos recursos. Quizás fuese su pinta afable o, tal vez, esa voz cavernosa y profunda que salía de su minúsculo cuerpo pero debo admitir que no supe reaccionar y le dejé marchar mientras me quedaba plantado sonriendo bobaliconamente. Desde luego que, tras años de experiencia en el ámbito periodístico, contaba con múltiples tácticas para atajar ese tipo de situaciones pero en ese caso me quedé tan sorprendido de que no desease someterse a una entrevista en profundidad que no supe sacarlas a relucir. Sospecho que me había hecho a la idea de que ese hombre deseaba lo que todos, algo de publicidad para ir saliendo adelante. El caso es que me había encontrado ante una situación novedosa; un contador de historias que no deseaba narrar la suya más que en situaciones escogidas por él mismo.
Cuando logré reaccionar y después de maldecirme una y otra vez por no haber insistido o haberle seguido o, al menos, haber hecho algo, me dirigí directo a la redacción en busca de mi superior. Se trataba de un tipo de la vieja escuela, algo mayor pero con el que me entendía bien y que echaba más horas que nadie en el periódico. De su vida personal poco o nada sabía, sé que se había divorciado y que tenía algún hijo al que apenas veía. Era un hombre dedicado al trabajo y parecía que, desde que nadie le esperaba en casa, se había volcado en la vida laboral y poco más hacía con su existencia. Como siempre, estaba en su despacho repasando la maquetación de la edición del día siguiente al tiempo que observaba de vez en cuando una enorme cantidad de legajos que supuse serían artículos en vías de publicación. El edificio estaba prácticamente desierto pues la edición del día siguiente estaba casi cerrada, solo quedaban los que hacían guardia por si salía alguna novedad y el sempiterno Javier sepultado por la montaña de trabajo en la que se había convertido su vida. Cuando entré en su pequeño cubículo acristalado me miró con sorpresa pues yo era más inclinado al trabajo de campo y aparecía lo mínimo posible por la redacción.
- Hombre –dijo sonoramente- qué es lo que se ofrece a este joven reportero. – No tenía idea del motivo por el que me trababa con paternalismo pero a mí me gustaba, me parecía indicativo de cierta preocupación y de que valoraba mis escritos.
- Pues vengo a proponerle un asunto –yo, a pesar de la confianza con la que el departía conmigo, siempre le trababa de usted-. A ver qué le parece.
- Tú dirás. –Dijo apartando los papeles a un lado y levantándose para ofrecerme una copa, algo que siempre hacía cuando recibía la visita de alguien al que valoraba.
- Pues se trata de una historia fantástica para un reportaje y yo me había propuesto hacer un trabajo de investigación. Algo como lo que se hacía antes –solté esa última frase ex profeso para intentar captar su atención y, sin ninguna duda lo logré pues sus ojos comenzaron a brillar-, algo que requiera una buena documentación y quizás una serie de reportajes que fuesen dibujando al personaje y la historia que quiero transmitir.
- Tienes que darme más detalles –me espetó mientras me ofrecía un güisqui sin hielo y caliente-, no puedo aceptar únicamente por tus buenas palabras.
- ¿Te acuerdas del reportaje que hice sobre el tipo de la CNT, Manuel Garrido?
- Sí, lo recuerdo. No estuvo nada mal. –Contestó.
- Pues es sobre él sobre lo que quiero trabajar aunque el problema está en que no sé nada de él ni de los campos de exterminio y tendría que dedicarme en exclusiva a este proyecto.
- ¿Estás diciendo que abandonas el dominical?
- No estoy afirmando nada –la conversación parecía estar llegando a un punto muerto-, creo que igual podríamos hacer algo para que yo me pudiese concentrar en esta historia que para mi gusto tiene algo.
- Te voy a decir yo algo –se bebió su licor de un trago-, ese tipo de historias no venden en este país. Si algo queremos es olvidarnos de los fachas, los nazis y la madre que los parió. Olvídate del asunto y, por favor, ahora piensa en el reportaje del dominical que tienes por delante.

Sin más me despidió de su despacho dejándome aturdido. Me había vuelto a suceder, me había quedado sin recursos. Aunque, en este caso, la reacción de mi editor me había espoleado para buscar alguna solución al callejón sin salida en el que me encontraba.


Nacho Valdés

6 comentarios:

Sergio dijo...

Ando algo confundido... ¿Esta historia es nueva o continua del pasado curso?

Saludos

Nacho dijo...

Seguimos con el pasado curso...

Muchacho_Electrico dijo...

ya te dije yo que la acabaras antes de irte de vacaciones, luego pasa lo que pasa.

Sergio dijo...

Aaaahhh ahora todo encaja como un puzzle sideral...

Muchacho_Electrico dijo...

No solo sideral, también conspicuo y anafilaquitaptico

raposu dijo...

Yo recordaba que la historia habia quedado sin terminar, incluso recordaba que iba sobre un tal señor Garrido pero, sinceramente, el pulpo a feira, los chipirones, los percebes, etc. me han secado la memoria y no recordaba nada más.

Bueno, pero ya me he puesto al día, así que nada, vamos a seguir al intrepido periodista a ver donde nos lleva...