jueves, marzo 31, 2011

Retratos (Vol. 32)

Hoy me visitó una vieja amiga y su cuerpo
era todavía un arma demoledora a la que nadie podía sobrevivir.
Entró en la sala y las columnas temblaron empujadas
por la onda expansiva del vaivén de su cintura.
Había modificado sutilmente el color de su pelo
dejando reflejos rojizos que resaltaban sus enormes y profundos ojos.
Estaba más allá que cualquier otra mujer.
Ella era consciente de su poder y casi no hizo falta que dijera nada para que el muro se resquebrajara.
Me susurro que aun pensaba en nosotros como en una partida inacabada
en la que ella guardaba la mano ganadora.
Asentí. ¿Qué podía hacer sino?
Hubiese prendido fuego a mi casa solo por verla entre mis manos otra vez
sin nada que la cubriese más que piel y huesos rotos.
Se presentó en miles de formas pero siempre se llamó Sara.
Sara la dorada, la indomable, la lasciva, la intocable, mi Sara, de noche, de día
ardiendo, volando, comiendo, amando.
Sara cuando amaba no pedía ser querida.
Así como vino, desapareció pues algo como ella no está hecho para durar...

Dinamiten los campos donde planté mis flores pues si vuelvo a ellos será con el corazón y los bolsillos rotos. Podrán visitarnos las malas compañías que, a fin de cuentas, son las únicas que dejaron huella en nosotros. Y todavía espero el amanecer en el Puerto de Santa María, donde todo empezó a reconstruirse…

3 comentarios:

nacho dijo...

A ver si nos presentas a esta atractiva y misteriosa amiga. ¿Será fruto únicamente de una imaginación verdosa o se oculta alguien detrás de estas palabras?

Abrazos.

Sergio dijo...

...la chica realmente eres tú...

Buen finde amic...

Muchacho_Electrico dijo...

si es asi, ufff nacho como me pones...