lunes, julio 13, 2009

En el ángulo muerto Vol. 23


Disquisiciones

Ana llegó visiblemente nerviosa, sus manos temblaban y pasó directamente a la salita del apartamento de Raúl. – Cierra la puerta. – Gritó con voz sofocada. Se acercó a la ventana y se asomó discretamente al exterior, como buscando algo en la oscuridad de la noche. Raúl se acercó, pasmado por la situación, tenía la impresión de irrealidad que acompaña a algunos momentos del día, se sentía como recién levantado por la mañana, cuando el cuerpo todavía no se ha adaptado a la nueva jornada. Ana comenzó a pasear por el apartamento, a buscar entre las estanterías, a abrir cajones, incluso se tiró al suelo para escudriñar debajo del sofá.
- Estás paranoica. ¿Qué es lo que pasa? – Dijo Raúl impacientándose.
- Me están buscando…
- ¿Quién te busca? ¿De qué me estás hablando?
- Ellos, ellos me buscan.
- ¿Quiénes son ellos?
- El Gobierno, el Estado… no lo entiendes.
- No sé qué es lo que pasa, pero comienzo a estar más que harto de esta situación. Yo, antes de volver a verte llevaba una vida normal, anodina…
- En este Estado nadie lleva una vida normal. ¿Es que no te das cuenta?
- Cuenta de qué. Yo no soy una persona de acción, esto comienza a superarme. Desde que asistí sin saberlo a la reunión a la que me llevaste no han dejado de sucederse cosas que han afectado directamente a mi rutina. Antes iba a trabajar, volvía a casa y, algún día, quedaba con algún amigo o con mi familia. Ahora la ciudad está patas arriba, vino la policía a mi casa, he sido testigo de un atentado…
- Las cosas están cambiando Raúl. Más te vale que elijas el bando adecuado por que este sistema se tambalea. – Una explosión cercana provocó que los cristales vibrasen y que la luz parpadease. – Tienes que tomar partido, los años que te has pasado transigiendo y siendo testigo de lo que sucedía te han convertido en cómplice.
- ¡Escúchame bien! – Raúl había subido el tono ostensiblemente. – Yo nunca he participado en nada de lo que me arrepienta, nunca he sido el brazo ejecutor o el cómplice de nada de lo que deba arrepentirme. Tengo la conciencia muy tranquila. – Su cara se había enrojecido por la irritación que sentía contra la que en otro tiempo había sido su amiga.
- Tengo entendido que en el despacho de tu padre se trabaja para el Estado, que muchas de las penas capitales o de las condenas a las que se somete a parte de la población pasan por sus manos.
- ¿Cómo sabes tú eso?
- Sabemos muchas más cosas de las que crees, ya de dije que estamos organizados y que no somos una pandilla de inútiles. Este va a ser el golpe definitivo, o ellos o nosotros.
- Estáis locos, estáis asesinando a gente, a civiles. Yo mismo casi muero en el atentado de hoy, la explosión casi me lleva por delante. Estáis dando al Estado la excusa perfecta para la represión, para tomar cartas en este asunto y arrasar con todo el que se cruce en su camino. – La indignación de Raúl se había rebajado, parecía decepcionado, abatido por lo que estaba viviendo. En la calle sonó el traqueteo de una ametralladora, mientras la radio continuaba con el mensaje grabado que avisaba del inminente fin del estado de excepción.
- Esa represión es la que nos va a llevar a la victoria. Cuanto mayor y más agresiva sea la reacción de los cuerpos de seguridad, mayor será la respuesta de la comunidad. No es posible vivir bajo la bota de los militares durante toda la vida, esto tiene que acabar y nosotros estamos poniendo la primera piedra.
- Vais a morir todos, os van a capturar y os van a ejecutar.
- Nos van a ejecutar. – Rectificó Ana.
- ¿Qué es lo que quieres decir? – Raúl había cogido a Ana violentamente por las muñecas, apretaba furioso intentando exprimir una respuesta.
- ¡Suéltame! ¡Me haces daño! – Raúl aflojó la presión, se dio cuenta de que estaba siendo superado por todo lo que estaba viviendo.
- Respóndeme, qué es lo que quieres decir.
- Estás quemado, nuestra inteligencia me ha informado de que te han relacionado con nosotros. Estás dentro o muerto, es tu elección. Tú mismo lo has dicho, el Estado será el encargado de acabar contigo. Creía justo que lo supieras, he venido a por ti, a llevarte a algún lugar más seguro. – Entre los dos se hizo un silencio mientras los combates seguían escuchándose en la oscuridad. – Piénsatelo. Si no te importa me voy a dar una ducha y a cambiarme de ropa, cuando termine me iré contigo o sin ti. – Ana se dirigió al cuarto de baño después de recoger la pequeña mochila que había llevado.
- Haz lo que te dé la gana. – Raúl se quedó sentado en el sofá, sujetando su cabeza entre sus manos como si fuese víctima de un terrible dolor de cabeza. La radio cesó su emisión repentinamente, tras unos segundos de interferencias comenzó a sonar un mensaje de las fuerzas rebeldes que aseguraba que el Gobierno estaba arrinconado y que animaba a la población a unirse a ellos. – No puede ser. – Susurró Raúl.

Nacho Valdés

3 comentarios:

Anónimo dijo...

¿Será esto el preludio del fin del hombre o del estado?

raposu dijo...

Raúl, Raúl,... deberías controlar tus amistades. Ahora no vas a tener más remedio que convertirte en héroe.

laura dijo...

Voy a ver si ahora puedo publicar mi comentario!Me está gustando mucho como va desarrollánsoes el relato! Un besazo.
Laura.