Michelle
El Jefe de Centuria, un negrito de Guinea con un nombre tan sonoro como Anatolio D’omgon M’ba, nos informó que a nuestra escuadra le tocaba hacer guardia de puerta al día siguiente. Eso era un encargo muy importante porque además iba a ser el “Dia de la Familia”, así que mis padres, si venían, me verían hacer un trabajo de alta responsabilidad. También había que llevar en la arriada de bandera, una corona de laurel al monumento a los “Caídos por Dios y por España”.
Al final mis padres no vinieron y el estar de plantón resultó bastante aburrido, salvo, quizás, el librarse de las brigadas de limpieza del campamento, charlas de concienciación y otras exquisiteces con las que nos engalanaban aquellos quince días en la OJE. En cualquier caso ninguno de los que íbamos teníamos la menor idea de lo que realmente significaba todo aquello. Lo supimos algunos años más tarde…
En la tienda de la guardia había un transistor, lo que nos evadía de “Montañas Nevadas”, “Mi centuria será la primera” y, por supuesto, “Cara al Sol” con el que los altavoces del campamento nos inundaban todo el día.
Y, justamente allí, aquel día, fue cuando escuché por primera vez… Michelle
3 comentarios:
Con los Beatles siempre tengo la misma sensación, siempre están ocultos pero esperando la mínima oportunidad para volver a sonar.
Otro día nos tienes que contar más historias de la OJE y el lavado de cerebro al que os sometían sin piedad.
Besos.
Este es sin duda el mejor "CONFESIONES" que he leído. Buenísima historia, excelentemente narrada y además, culminada por esa antológica canción.
Me ha gustado muchísimo tu historia!Un besazo.
Laura.
Publicar un comentario