martes, octubre 28, 2008
lunes, octubre 27, 2008
En el Backstage
Burn under the water
El pasado 18 de octubre, unos pocos testigos, fuimos cómplices de una trabada velada dedicada al Rock patrio. En escena, uno de esos grupos que han hecho de la música su seña de identidad, un conjunto que sigue vivo tras más de treinta años, innumerables desgraciadas personales y distintas formaciones. El único denominador común a todos estos años ha sido hacer del rock en castellano una forma de vida y entenderlo como la posibilidad de mostrar unas historias pequeñas y cercanas que no dejan a nadie indiferente.
Desde el nacimiento de Burning sus componentes se han caracterizado por ser la seña de identidad del rock en este país, son los que forjaron con su esfuerzo el camino para que en España se produjese una renovación musical que llegaba con más de dos décadas de retraso. Sus letras, siempre referidas a relatos cotidianas, insertos en la vida cercana de la barra del bar o del barrio que nos ha visto crecer, son dedicadas a todos los perdedores que poblamos el mundo y que disfrutamos con unos buenos temas de rock. Con estas premisas marcadas a fuego durante un verano de 1974, se plantaron en Burjassot buscando compartir con el escaso público esta forma personal de vivir la vida y la música.
El cartel estaba formado por Burning y Morcillo Bellaco. El segundo, toda una institución en el rock valenciano, me lo perdí ya que estaba tomando unas cervecitas y un bocata para aguantar la noche inolvidable que supuestamente íbamos a vivir. Cuando llegué al Auditorio de la Casa de la Cultura de Burjassot me encontré con la primera sorpresa, se trataba de un concierto al aire libre y la noche no auguraba una climatología benigna para los componentes eléctricos. Sin preocuparnos demasiado por el asunto nos metimos en el recinto y nos preparamos para disfrutar de la música, suponíamos que como en otras ocasiones el paganismo del rock nos protegería ante los nubarrones que se veían a lo lejos.
Lo primero que hice fue ir a la barra y enchufarme un cubata, como había poca gente y el recinto era pequeño se podía disfrutar de la música mientras se pedía algo de beber. Sobre el escenario, con gafas de sol y pantalones pitillo, Johnny Cifuentes tocaba el teclado y cantaba mientras animaba al personal con sus movimientos de pelvis. Lo primero que destacaba era el oficio de este gran músico que, acompañado por una banda más que solvente, atacaba los temas clásicos que habían hecho famosa a esta mítica formación madrileña. El sonido y el lugar, escalonado para que todos pudiésemos disfrutar de la actuación, eran los adecuados para que esta banda rockera pudiese lucirse.
Todo iba de maravilla, adornos por parte del tremendo guitarrista, bailes y un ritmo trepidante por parte de Johnny, además de alguna pequeña historia personal que rememoraba tiempos mejores. Incluso, cuando la batería se rompió y tuvimos que esperar a que se reanudase el concierto, Cifuentes nos entretuvo con historias de su barrio y nos explicó como Simpathy for the Devil provocó que se enamorase sin remedio de la música rock. A destacar también la ilusión con la que este hombre, con cientos de conciertos a sus espaldas, vivió esta noche en un pueblo de mala muerte y con no más de cincuenta testigos. A mí por lo menos me resultó increíble y fue capaz de contagiar a todos con su espíritu y recursos de viejo lobo rockero.
Pero como todo lo bueno tiene alguna pega, comenzó a llover de manera brutal y el concierto comenzó a peligrar. Tras un par de temas pasados por agua, Johnny anunció la intención de la organización de suspender la actuación por motivos de seguridad. Pero antes de la retirada todavía tuvimos tiempo para disfrutar con Mueve tus caderas y Qué hace una chica como tú en un sitio como este, dos de los grandes hitos de la música de este país. Por fin, tras una decena de temas increíblemente ejecutados, el concierto tuvo que ser suspendido. Esperamos, incrédulos, a que volviesen al escenario, pero la situación ya no tenía remedio, sólo quedaba volver a casa con el recuerdo de lo que fue y podía haber sido. Curiosamente, después de que la banda abandonase el recinto del Auditorio, dejó de llover. Esta vez fueron los elementos los que vencieron al Rock and Roll, únicamente queda esperar que vuelvan a subirse al escenario para que disfrutemos de una banda legendaria.
El pasado 18 de octubre, unos pocos testigos, fuimos cómplices de una trabada velada dedicada al Rock patrio. En escena, uno de esos grupos que han hecho de la música su seña de identidad, un conjunto que sigue vivo tras más de treinta años, innumerables desgraciadas personales y distintas formaciones. El único denominador común a todos estos años ha sido hacer del rock en castellano una forma de vida y entenderlo como la posibilidad de mostrar unas historias pequeñas y cercanas que no dejan a nadie indiferente.
Desde el nacimiento de Burning sus componentes se han caracterizado por ser la seña de identidad del rock en este país, son los que forjaron con su esfuerzo el camino para que en España se produjese una renovación musical que llegaba con más de dos décadas de retraso. Sus letras, siempre referidas a relatos cotidianas, insertos en la vida cercana de la barra del bar o del barrio que nos ha visto crecer, son dedicadas a todos los perdedores que poblamos el mundo y que disfrutamos con unos buenos temas de rock. Con estas premisas marcadas a fuego durante un verano de 1974, se plantaron en Burjassot buscando compartir con el escaso público esta forma personal de vivir la vida y la música.
El cartel estaba formado por Burning y Morcillo Bellaco. El segundo, toda una institución en el rock valenciano, me lo perdí ya que estaba tomando unas cervecitas y un bocata para aguantar la noche inolvidable que supuestamente íbamos a vivir. Cuando llegué al Auditorio de la Casa de la Cultura de Burjassot me encontré con la primera sorpresa, se trataba de un concierto al aire libre y la noche no auguraba una climatología benigna para los componentes eléctricos. Sin preocuparnos demasiado por el asunto nos metimos en el recinto y nos preparamos para disfrutar de la música, suponíamos que como en otras ocasiones el paganismo del rock nos protegería ante los nubarrones que se veían a lo lejos.
Lo primero que hice fue ir a la barra y enchufarme un cubata, como había poca gente y el recinto era pequeño se podía disfrutar de la música mientras se pedía algo de beber. Sobre el escenario, con gafas de sol y pantalones pitillo, Johnny Cifuentes tocaba el teclado y cantaba mientras animaba al personal con sus movimientos de pelvis. Lo primero que destacaba era el oficio de este gran músico que, acompañado por una banda más que solvente, atacaba los temas clásicos que habían hecho famosa a esta mítica formación madrileña. El sonido y el lugar, escalonado para que todos pudiésemos disfrutar de la actuación, eran los adecuados para que esta banda rockera pudiese lucirse.
Todo iba de maravilla, adornos por parte del tremendo guitarrista, bailes y un ritmo trepidante por parte de Johnny, además de alguna pequeña historia personal que rememoraba tiempos mejores. Incluso, cuando la batería se rompió y tuvimos que esperar a que se reanudase el concierto, Cifuentes nos entretuvo con historias de su barrio y nos explicó como Simpathy for the Devil provocó que se enamorase sin remedio de la música rock. A destacar también la ilusión con la que este hombre, con cientos de conciertos a sus espaldas, vivió esta noche en un pueblo de mala muerte y con no más de cincuenta testigos. A mí por lo menos me resultó increíble y fue capaz de contagiar a todos con su espíritu y recursos de viejo lobo rockero.
Pero como todo lo bueno tiene alguna pega, comenzó a llover de manera brutal y el concierto comenzó a peligrar. Tras un par de temas pasados por agua, Johnny anunció la intención de la organización de suspender la actuación por motivos de seguridad. Pero antes de la retirada todavía tuvimos tiempo para disfrutar con Mueve tus caderas y Qué hace una chica como tú en un sitio como este, dos de los grandes hitos de la música de este país. Por fin, tras una decena de temas increíblemente ejecutados, el concierto tuvo que ser suspendido. Esperamos, incrédulos, a que volviesen al escenario, pero la situación ya no tenía remedio, sólo quedaba volver a casa con el recuerdo de lo que fue y podía haber sido. Curiosamente, después de que la banda abandonase el recinto del Auditorio, dejó de llover. Esta vez fueron los elementos los que vencieron al Rock and Roll, únicamente queda esperar que vuelvan a subirse al escenario para que disfrutemos de una banda legendaria.
Nacho Valdés (que hace un chico como yo en su sitio como este)
Colaboraciones 2008 (The Bootleg Series Vol. 43)
Cortina de humo
Hace cosa de un par de semanas, con motivo de un partido de Champions entre el Atlético de Madrid y no sé qué equipo francés, se produjeron en el Vicente Calderón una serie de enfrentamientos entre la afición gala (esta es la típica frase de los informativos deportivos) y las fuerzas de seguridad del estado que estaban presentes en el acontecimiento. La cosa, hasta ese punto es más o menos convencional, el problema viene dado por la serie de sucesos que se produjeron los días posteriores a estos altercados. A continuación pasaré a relatarlos desde mi punto de vista, subrayando lo que creo son detalles importantes, lo que considero es otra estafa más de los medios de comunicación en conjunción con el estado español.
Parece ser que los gabachos llegaron con ganas de bronca a España y, como es usual en un gran número de aficionados (independientemente de la nacionalidad y procedencia), se dedicaron a liarla antes, durante y después del partido. La policía que tampoco es imbécil, no se dedicó a ser simple espectador de los acontecimientos, se enfundaron sus trajes protectores, se pusieron sus cascos y afilaron las porras. En definitiva, además de recibir unos cuantos palos dieron leña a todos los que se cruzaron en su camino. En este caso particular, como es el de la violencia en los acontecimientos deportivos, la respuesta contundente de los antidisturbios es necesaria ya que puedes presentarte con cientos de personas descontroladas que intenten arrasar con todo lo que encuentren a su paso. Al final nos quedamos con las tristes imágenes del salvajismo de muchos aficionados y algunos policías, todo esto grabado por las cámaras de televisión. Fuimos testigos de cómo el ser humano, cuando se une forma una especie de manada que puede ser más peligrosa que cualquier fenómeno animal.
Hasta aquí, por desgracia, todo normal. Terrorismo por parte de los aficionados y represión por parte de los encargados de la seguridad. Como siempre en estos acontecimientos desafortunados, seguro que llevándose por delante a algún inocente que sólo intentaba ver un poco de fútbol. Pues resulta que estos acontecimientos fueron detonante para que la FIFA con Platini a la cabeza, que es un organismo internacional que se sitúa más allá del bien y del mal en asuntos futbolísticos, decidió suspender al Atlético de Madrid con el cierre de su estadio para partidos de la máxima competición europea. Por supuesto esto fue considerado como un ultraje desde el club, y se encendieron las alarmas pues el máximo dirigente de esta organización futbolística es francés.
Y seguimos estancados en la normalidad, esta historia se ha repetido en innumerables ocasiones en la historia del fútbol español. Y, por lo menos a mí, me da exactamente igual que cierren o que abran el Calderón. Me parece una enorme chorrada de la que considero no debo preocuparme, y esta falta de interés debería ser extensiva a la mayoría de mortales que tenemos cosas realmente importantes sobre las que pensar. Pues aquí es donde se produce la ruptura y donde me quedo sorprendido, resulta que no sólo hay gente especialmente preocupada por esta nimiedad, sino que se le ha dado una cobertura y una difusión similar a la de una gran catástrofe.
No sólo en los espacios deportivos de los informativos se trató el tema, sino que en todos los medios de comunicación, en los espacios nacionales e internacionales se hicieron sesudos análisis sobre la terrible cuestión del cierre de un estadio dirigido por multimillonarios y donde juegan multimillonarios. ¿Pero qué nos importa lo que le pase al Atlético y sus jugadores? ¿No hay cosas más importantes de las que preocuparnos? Pues parece que no, parece que este tema es de suma importancia, y no es que lo diga yo, sino que es lo que se deduce del tratamiento que se le ha dado. Me resulta vergonzoso como el presidente del gobierno, el ministro del interior, el ministro de exteriores, la oposición (sí amigos, en este tema existe consenso entre oposición y gobierno central) y demás mandamases se hayan centrado en el tratamiento de este supuesto problema. Incluso se reunieron con el ministro del interior francés y con su presidente del gobierno a cuenta del maldito cierre. ¿No estábamos insertos en una gran crisis? ¿No debería la clase dirigente ponerse de acuerdo en temas que realmente nos interesan como educación, economía, inmigración, terrorismo y cosas así? Pues tócate las narices, en temas que realmente resultan preocupantes se pasa de puntillas, y a tonterías como estas se dedican horas de programación, dinero del Estado y recursos de todos los ciudadanos.
Para mí que esto no ha sido más que una maniobra, no sé si orquestada o espontánea, para desviar la atención del pueblo llano sobre asuntos que realmente son interesantes y preocupantes. En qué nos afecta que el Atlético pierda dinero si todos los que están en el ajo futbolístico están podridos de pasta, no sería mejor interesarse por los temas que afectan realmente al ciudadano. Cada vez me sorprendo más, pero es una realidad que estas pequeñas estupideces son las que hacen pensar al hombre de a píe. Creo que cada día estamos volviéndonos más gilipollas y con estas burdas maniobras no hacen más que distraernos un poquito para que no veamos más allá de nuestras narices. Estoy seguro de que podríamos ir a la ruina, podrían ocurrir grandes catástrofes, pero lo que realmente interesa al españolito medio es el poder ver un poco de fútbol los domingos.
Resulta ridículo lo catetos que podemos llegar a resultar, ya sabéis amigos: Pan y fútbol y teniendo esto ya podemos irnos de cabeza derechos al desastre.
Nacho Valdés (capeando los lunes infernales)
Hace cosa de un par de semanas, con motivo de un partido de Champions entre el Atlético de Madrid y no sé qué equipo francés, se produjeron en el Vicente Calderón una serie de enfrentamientos entre la afición gala (esta es la típica frase de los informativos deportivos) y las fuerzas de seguridad del estado que estaban presentes en el acontecimiento. La cosa, hasta ese punto es más o menos convencional, el problema viene dado por la serie de sucesos que se produjeron los días posteriores a estos altercados. A continuación pasaré a relatarlos desde mi punto de vista, subrayando lo que creo son detalles importantes, lo que considero es otra estafa más de los medios de comunicación en conjunción con el estado español.
Parece ser que los gabachos llegaron con ganas de bronca a España y, como es usual en un gran número de aficionados (independientemente de la nacionalidad y procedencia), se dedicaron a liarla antes, durante y después del partido. La policía que tampoco es imbécil, no se dedicó a ser simple espectador de los acontecimientos, se enfundaron sus trajes protectores, se pusieron sus cascos y afilaron las porras. En definitiva, además de recibir unos cuantos palos dieron leña a todos los que se cruzaron en su camino. En este caso particular, como es el de la violencia en los acontecimientos deportivos, la respuesta contundente de los antidisturbios es necesaria ya que puedes presentarte con cientos de personas descontroladas que intenten arrasar con todo lo que encuentren a su paso. Al final nos quedamos con las tristes imágenes del salvajismo de muchos aficionados y algunos policías, todo esto grabado por las cámaras de televisión. Fuimos testigos de cómo el ser humano, cuando se une forma una especie de manada que puede ser más peligrosa que cualquier fenómeno animal.
Hasta aquí, por desgracia, todo normal. Terrorismo por parte de los aficionados y represión por parte de los encargados de la seguridad. Como siempre en estos acontecimientos desafortunados, seguro que llevándose por delante a algún inocente que sólo intentaba ver un poco de fútbol. Pues resulta que estos acontecimientos fueron detonante para que la FIFA con Platini a la cabeza, que es un organismo internacional que se sitúa más allá del bien y del mal en asuntos futbolísticos, decidió suspender al Atlético de Madrid con el cierre de su estadio para partidos de la máxima competición europea. Por supuesto esto fue considerado como un ultraje desde el club, y se encendieron las alarmas pues el máximo dirigente de esta organización futbolística es francés.
Y seguimos estancados en la normalidad, esta historia se ha repetido en innumerables ocasiones en la historia del fútbol español. Y, por lo menos a mí, me da exactamente igual que cierren o que abran el Calderón. Me parece una enorme chorrada de la que considero no debo preocuparme, y esta falta de interés debería ser extensiva a la mayoría de mortales que tenemos cosas realmente importantes sobre las que pensar. Pues aquí es donde se produce la ruptura y donde me quedo sorprendido, resulta que no sólo hay gente especialmente preocupada por esta nimiedad, sino que se le ha dado una cobertura y una difusión similar a la de una gran catástrofe.
No sólo en los espacios deportivos de los informativos se trató el tema, sino que en todos los medios de comunicación, en los espacios nacionales e internacionales se hicieron sesudos análisis sobre la terrible cuestión del cierre de un estadio dirigido por multimillonarios y donde juegan multimillonarios. ¿Pero qué nos importa lo que le pase al Atlético y sus jugadores? ¿No hay cosas más importantes de las que preocuparnos? Pues parece que no, parece que este tema es de suma importancia, y no es que lo diga yo, sino que es lo que se deduce del tratamiento que se le ha dado. Me resulta vergonzoso como el presidente del gobierno, el ministro del interior, el ministro de exteriores, la oposición (sí amigos, en este tema existe consenso entre oposición y gobierno central) y demás mandamases se hayan centrado en el tratamiento de este supuesto problema. Incluso se reunieron con el ministro del interior francés y con su presidente del gobierno a cuenta del maldito cierre. ¿No estábamos insertos en una gran crisis? ¿No debería la clase dirigente ponerse de acuerdo en temas que realmente nos interesan como educación, economía, inmigración, terrorismo y cosas así? Pues tócate las narices, en temas que realmente resultan preocupantes se pasa de puntillas, y a tonterías como estas se dedican horas de programación, dinero del Estado y recursos de todos los ciudadanos.
Para mí que esto no ha sido más que una maniobra, no sé si orquestada o espontánea, para desviar la atención del pueblo llano sobre asuntos que realmente son interesantes y preocupantes. En qué nos afecta que el Atlético pierda dinero si todos los que están en el ajo futbolístico están podridos de pasta, no sería mejor interesarse por los temas que afectan realmente al ciudadano. Cada vez me sorprendo más, pero es una realidad que estas pequeñas estupideces son las que hacen pensar al hombre de a píe. Creo que cada día estamos volviéndonos más gilipollas y con estas burdas maniobras no hacen más que distraernos un poquito para que no veamos más allá de nuestras narices. Estoy seguro de que podríamos ir a la ruina, podrían ocurrir grandes catástrofes, pero lo que realmente interesa al españolito medio es el poder ver un poco de fútbol los domingos.
Resulta ridículo lo catetos que podemos llegar a resultar, ya sabéis amigos: Pan y fútbol y teniendo esto ya podemos irnos de cabeza derechos al desastre.
Nacho Valdés (capeando los lunes infernales)
viernes, octubre 24, 2008
¿Por qué yo?
Muchos se preguntan por qué Los Enemigos no tienen apenas videoclips. Bien. esta es la respuesta.
Andy Chango lleva a Boris Vian al teatro
Andy Chango presentará desde el día 12 hasta el 23 de noviembre su disco homenaje a Boris Vian en el Teatro Álfil de Madrid. Recordemos que el disco lo componen adaptaciones de canciones propias de Vian realizadas por Andy Chango, Javier Krahe y Luis Antonio de Villena.
Es, sin duda, una atractiva propuesta para todos lo seguidores de Andy y de Vian.
Es, sin duda, una atractiva propuesta para todos lo seguidores de Andy y de Vian.
jueves, octubre 23, 2008
Los Tacones del Desprecio ( Vol. 3 )
Bueno. Estamos de celebración. Lavamos nuestra imagen. El Blog cumplió este mes tres años de vida. Se le dió el alta del hospital el día tres de Octubre del año 2005, tras una inspirada mañana posterior a mi cumpleaños.
Los comienzos fueron duros y estuvimos casi un año en fuera de juego. Aquí nacieron los primeros relatos de Nueva York sin Queso. También sonaron hermosas canciones. Al fin, llego Nacho y trajo consigo nuevos aires y nuevos amigos. Fue ahi donde, de verdad, lo conseguimos.
Hoy, es algo más que un lugar de encuentro. Se ha convertido de algún modo en una forma de vida.
Gracias sinceras a todos los que leeís, miraís o escribís en él. Efectivamente, sin vosotros seríamos nada o casi nada.
Los comienzos fueron duros y estuvimos casi un año en fuera de juego. Aquí nacieron los primeros relatos de Nueva York sin Queso. También sonaron hermosas canciones. Al fin, llego Nacho y trajo consigo nuevos aires y nuevos amigos. Fue ahi donde, de verdad, lo conseguimos.
Hoy, es algo más que un lugar de encuentro. Se ha convertido de algún modo en una forma de vida.
Gracias sinceras a todos los que leeís, miraís o escribís en él. Efectivamente, sin vosotros seríamos nada o casi nada.
martes, octubre 21, 2008
El Loco y El Salmón
El pestes de Loquillo está intentando hacerse un hueco en el panorama latinoamericano. Para ello ha pedido ayuda y bautizo a su colega Calamaro. Éste ha tomado el testigo y se ha grabado este buen temita, con video incluído, con Loquillo. En la edición española del disco del catalán, el mismo tema está cantado por Johnny Haliday.
En fin, juzgad vosotros mismo quién es el que hace volar la canción y quién, por su parte, la hunde.
En fin, juzgad vosotros mismo quién es el que hace volar la canción y quién, por su parte, la hunde.
lunes, octubre 20, 2008
Colaboraciones 2008 (The Bootleg Series vol. 42)
Una excusa para ver televisión
Hoy es uno de esos lunes en los que en lugar de desmontar, criticar o intentar destruir voy a intentar hacer lo contrario. Este lunes, a pesar de lo gris que se ha levantado el día, es de esas jornadas en las que la alegría que me embarga por lo que voy a contar quita hierro a la cuesta arriba que supone el levantarse sin ganas de ir al curro. Precisamente ese es el tema principal del artículo de hoy, el trabajo. Pero no uno cualquiera, sino la visión que nos presentan Ricky Gervais y Stephen Merchant en la inigualable The Office.
Para el que no lo sepa, que serán muchos, esta es una serie producida por la BBC entre los años 2001 y 2003. Como siempre con lo bueno, por este país pasó sin pena ni gloria a horas intempestivas que evitaron que se pudiese disfrutar de este maravilloso producto. Se trata de una creación tan genial que su sola existencia supone la excusa perfecta para ver algo de televisión.
La serie se desarrolla en una industria de mayoristas de papel, mediante el formato de falso documental se presenta a una retahíla de empleados que podríamos ser cualquiera de nosotros. El falso documental permite a los realizadores gozar de varias ventajas, la cámara que sigue a la gente, que tiembla y que parece espiar las acciones de los currantes dota de mayor verosimilitud a todo el producto. Da la sensación de que estamos presenciando el día a día de una oficina cualquiera, esto por supuesto está respaldado por el increíble trabajo de todos los actores implicados. La ventaja del realismo se perdería si no fuese por el guión, aquí es donde se encuentra el mejor valor de la serie, los increíbles diálogos que los creadores Gervais y Merchant realizan. Parecen las mismas conversaciones patéticas de las que podemos ser testigos en cualquier centro de trabajo, las mismas que dejan patente el gran universo de personajes con el que podemos encontrarnos en cualquier oficina.
Durante las dos temporadas que estuvo en antena seremos testigos del ascenso y caída de David Brent, que es el mismo Ricky Gervais haciendo de jefe. O de los amoríos y demás relaciones que se producen entre los distintos empleados. Los protagonistas principales son Tim, que es el típico empleado descontento, inconformista y descreído; Garreth, que es el pelota, simple y arrastrado personaje que siempre anda detrás del jefe lamiéndole el culo y, por último, la recepcionista; ésta es una artista frustrada de la que no recuerdo el nombre. Todos estos personajes están arropados increíblemente por un gran plantel de secundarios que dan más lustre, si cabe, al trabajo de los protagonistas. El formato, las transiciones entre secuencias y demás elementos de la serie refuerzan ese patetismo laboral en el que todos nos sentiremos identificados. Por ejemplo no hay música en la serie, sólo cuando el guión lo determina, las imágenes de paso entre secuencias, son de fotocopiadoras o gente trabajando en silencio. Todo esto refuerza el ambiente claustrofóbico e impersonal que suele respirarse en los centros de trabajo.
De todas maneras, a pesar de que todos estos elementos refuerzan el producto, el que verdaderamente lo levanta y lo hace grande no es otro que el inigualable Gervais en el papel del jefe David Brent. Este personaje, que supone un batiburrillo de las peores características que debe tener alguien que lidere a un grupo de personas, es el protagonista absoluto y alma mater de esta serie que no sería lo mismo sin su presencia. Se trata de un personaje arrastrado, que se cree gracioso y que únicamente piensa en su popularidad personal y la adquisición de méritos a cualquier precio. Es un tipo vulgar y con poca inteligencia que se va deslizando insulsamente dando la paliza a sus empleados, por supuesto se aprovecha de su situación en el escalafón para captar su atención (¿Quién no ha tenido un jefe estúpido que se creía gracioso?). El nivel de mediocridad al que llega es tal que hay ocasiones en las que incluso el espectador se contagia de la vergüenza ajena que sienten sus propios empleados, para reforzar esta situación el montaje de la serie abusa con buen criterio de los silencios incómodos que se producen siempre que Brent mete la pata hasta el fondo (cosa que sucede a menudo). Nos encontramos ante un personaje sin moral, engreído, torpe, sin gracia y malicioso que lleva su ridiculez hasta límites que resultan extremadamente cómicos. Como él mismo se define en la serie: “yo me veo primero como líder, después como amigo y, por qué no, como humorista”.
Hitos importantes son el episodio en el que van a impartir una típica charla de motivación en la que al final es David Brent el que toma las riendas y acaba cantando sus propias composiciones a los empleados, unas canciones horrendas que reúnen todos los tópicos de la música. O cuando es contratado para unas charlas de liderazgo y aparece con aspecto juvenil intentando ganarse al auditorio, las charlas acaban con él bailando al ritmo de Simply the Best de Tina Turner en un vano intento de que los asistentes al curso se animen. Importantes son los especiales de navidad que muestran qué sucedió después del rodaje del supuesto documental, ahí podemos ver a un Brent que se gana la vida de discoteca en discoteca en plan famosete de tres al cuarto tipo Gran Hermano.
En fin queridos corazones, lo mejor es que vosotros mismo veáis esta espectacular serie ganadora de multitud de premios, incluidos los globos de oro a la mejor serie y actor. Recomiendo su visionado en versión original, ya que si no muchas de las gracias y matices de la actuación se pierden. Y por supuesto, no caigáis en imitaciones, digo esto porque hay un remake yanqui que por supuesto no se acerca ni de lejos al original inglés. Espero que disfrutéis de uno de esos extraños productos que con su sola presencia justifica la existencia de un medio de comunicación como puede ser la televisión.
Nacho Valdés (Lunes menos grises)
Hoy es uno de esos lunes en los que en lugar de desmontar, criticar o intentar destruir voy a intentar hacer lo contrario. Este lunes, a pesar de lo gris que se ha levantado el día, es de esas jornadas en las que la alegría que me embarga por lo que voy a contar quita hierro a la cuesta arriba que supone el levantarse sin ganas de ir al curro. Precisamente ese es el tema principal del artículo de hoy, el trabajo. Pero no uno cualquiera, sino la visión que nos presentan Ricky Gervais y Stephen Merchant en la inigualable The Office.
Para el que no lo sepa, que serán muchos, esta es una serie producida por la BBC entre los años 2001 y 2003. Como siempre con lo bueno, por este país pasó sin pena ni gloria a horas intempestivas que evitaron que se pudiese disfrutar de este maravilloso producto. Se trata de una creación tan genial que su sola existencia supone la excusa perfecta para ver algo de televisión.
La serie se desarrolla en una industria de mayoristas de papel, mediante el formato de falso documental se presenta a una retahíla de empleados que podríamos ser cualquiera de nosotros. El falso documental permite a los realizadores gozar de varias ventajas, la cámara que sigue a la gente, que tiembla y que parece espiar las acciones de los currantes dota de mayor verosimilitud a todo el producto. Da la sensación de que estamos presenciando el día a día de una oficina cualquiera, esto por supuesto está respaldado por el increíble trabajo de todos los actores implicados. La ventaja del realismo se perdería si no fuese por el guión, aquí es donde se encuentra el mejor valor de la serie, los increíbles diálogos que los creadores Gervais y Merchant realizan. Parecen las mismas conversaciones patéticas de las que podemos ser testigos en cualquier centro de trabajo, las mismas que dejan patente el gran universo de personajes con el que podemos encontrarnos en cualquier oficina.
Durante las dos temporadas que estuvo en antena seremos testigos del ascenso y caída de David Brent, que es el mismo Ricky Gervais haciendo de jefe. O de los amoríos y demás relaciones que se producen entre los distintos empleados. Los protagonistas principales son Tim, que es el típico empleado descontento, inconformista y descreído; Garreth, que es el pelota, simple y arrastrado personaje que siempre anda detrás del jefe lamiéndole el culo y, por último, la recepcionista; ésta es una artista frustrada de la que no recuerdo el nombre. Todos estos personajes están arropados increíblemente por un gran plantel de secundarios que dan más lustre, si cabe, al trabajo de los protagonistas. El formato, las transiciones entre secuencias y demás elementos de la serie refuerzan ese patetismo laboral en el que todos nos sentiremos identificados. Por ejemplo no hay música en la serie, sólo cuando el guión lo determina, las imágenes de paso entre secuencias, son de fotocopiadoras o gente trabajando en silencio. Todo esto refuerza el ambiente claustrofóbico e impersonal que suele respirarse en los centros de trabajo.
De todas maneras, a pesar de que todos estos elementos refuerzan el producto, el que verdaderamente lo levanta y lo hace grande no es otro que el inigualable Gervais en el papel del jefe David Brent. Este personaje, que supone un batiburrillo de las peores características que debe tener alguien que lidere a un grupo de personas, es el protagonista absoluto y alma mater de esta serie que no sería lo mismo sin su presencia. Se trata de un personaje arrastrado, que se cree gracioso y que únicamente piensa en su popularidad personal y la adquisición de méritos a cualquier precio. Es un tipo vulgar y con poca inteligencia que se va deslizando insulsamente dando la paliza a sus empleados, por supuesto se aprovecha de su situación en el escalafón para captar su atención (¿Quién no ha tenido un jefe estúpido que se creía gracioso?). El nivel de mediocridad al que llega es tal que hay ocasiones en las que incluso el espectador se contagia de la vergüenza ajena que sienten sus propios empleados, para reforzar esta situación el montaje de la serie abusa con buen criterio de los silencios incómodos que se producen siempre que Brent mete la pata hasta el fondo (cosa que sucede a menudo). Nos encontramos ante un personaje sin moral, engreído, torpe, sin gracia y malicioso que lleva su ridiculez hasta límites que resultan extremadamente cómicos. Como él mismo se define en la serie: “yo me veo primero como líder, después como amigo y, por qué no, como humorista”.
Hitos importantes son el episodio en el que van a impartir una típica charla de motivación en la que al final es David Brent el que toma las riendas y acaba cantando sus propias composiciones a los empleados, unas canciones horrendas que reúnen todos los tópicos de la música. O cuando es contratado para unas charlas de liderazgo y aparece con aspecto juvenil intentando ganarse al auditorio, las charlas acaban con él bailando al ritmo de Simply the Best de Tina Turner en un vano intento de que los asistentes al curso se animen. Importantes son los especiales de navidad que muestran qué sucedió después del rodaje del supuesto documental, ahí podemos ver a un Brent que se gana la vida de discoteca en discoteca en plan famosete de tres al cuarto tipo Gran Hermano.
En fin queridos corazones, lo mejor es que vosotros mismo veáis esta espectacular serie ganadora de multitud de premios, incluidos los globos de oro a la mejor serie y actor. Recomiendo su visionado en versión original, ya que si no muchas de las gracias y matices de la actuación se pierden. Y por supuesto, no caigáis en imitaciones, digo esto porque hay un remake yanqui que por supuesto no se acerca ni de lejos al original inglés. Espero que disfrutéis de uno de esos extraños productos que con su sola presencia justifica la existencia de un medio de comunicación como puede ser la televisión.
Nacho Valdés (Lunes menos grises)
lunes, octubre 13, 2008
La Canción de la Semana Vol. 22
Creo que ya va siendo hora de poner algo de Auserón por aquí. Hablar de Santiago Auserón es hablar de historia, de busqueda, de respeto, de leyenda.
Conoce , como nadie, el significado del Viaje a Ninguna Parte. Fue de alguna manera el primero que se preocupó por que los textos del rock dijeran algo. Formó una de las bandas más representativas de nuestra historia. No contento con ello, se labró una sólida carrera en solitario , como Juán Perro,dominando todos los palos del universo sonoro. Ahora, en estos días, se ha disfrazado de brillantísimo cantante de Jazz y recorré los pueblos enseñando su hocico.
Es quizás, el gran intelectual de nuestra música. Ratón de biblioteca, ha publicado varios escritos sobre las raíces de sonoras del país. También curso estudios filósoficos en París además de contar con Giles Delueze como profesor para su tesis.
En fin, la canción elegida contiene uno de esos instantes en los que lírica y rock mueven juntos sus caderas. Tiene como título "A la media luna" y pertenece al álbum "La Huella Sonora". Espero sea del agrado del personal.
Conoce , como nadie, el significado del Viaje a Ninguna Parte. Fue de alguna manera el primero que se preocupó por que los textos del rock dijeran algo. Formó una de las bandas más representativas de nuestra historia. No contento con ello, se labró una sólida carrera en solitario , como Juán Perro,dominando todos los palos del universo sonoro. Ahora, en estos días, se ha disfrazado de brillantísimo cantante de Jazz y recorré los pueblos enseñando su hocico.
Es quizás, el gran intelectual de nuestra música. Ratón de biblioteca, ha publicado varios escritos sobre las raíces de sonoras del país. También curso estudios filósoficos en París además de contar con Giles Delueze como profesor para su tesis.
En fin, la canción elegida contiene uno de esos instantes en los que lírica y rock mueven juntos sus caderas. Tiene como título "A la media luna" y pertenece al álbum "La Huella Sonora". Espero sea del agrado del personal.
Colaboraciones 2008 (The Bootleg series vol. 41)
Ensoñaciones
Ya que todo el día me lo paso poniendo verde a la televisión, he pensado que no sería mala idea el reflexionar sobre lo que sucedería en caso de que no existiese dicho entretenimiento. O mejor, sería curioso imaginar el caso en el que todas las cadenas desapareciesen irremisiblemente del universo, dejando como es lógico a todos sus empleados en el paro. Si un buen día nuestros televisores no recibiesen ninguna señal, si al encender nuestros aparatos sólo viésemos la típica nieve con sonido desagradable, estas podrían ser algunas de las consecuencias.
En primer lugar, seguro que se produciría un drama a nivel mundial. Todos los periódicos, todas las conversaciones girarían en torno al tema de la desaparición de la señal televisiva. Superada la sorpresa inicial, la consecuencia más notable sería que algunas personas tendrían por fin que ponerse a trabajar. Sí amigos, pseudoperiodistas como Jaime Peñafiel y gente de este estilo tendrían que buscar por fin un trabajo de verdad. Desde aquí le recomendamos al señor Peñafiel la profesión de mamporrero, seguro que podría labrarse en este campo una prometedora carrera. Por supuesto colaboradores, polemistas y demás participantes de programas rosas tomarían el mismo camino que Jaime, se verían obligados a buscar una profesión real, y no una inventada por cuatro espabilados que se creen muy listos. Quizás, debido a la superpoblación de buitres ávidos de cotilleos ajenos se volviesen a poner de moda los mentideros de la Plaza Mayor de Madrid y volviese a ser este el método para enterarse de las novedades acerca de la vida de los demás. No deja de ser la misma mierda, pero siempre tendrá ese toque romántico que la historia otorga a las cosas más superfluas.
Pena me dan los freaks que habitualmente salen por la televisión. ¿Qué sería de estos tipos que en su inocente universo consideran que son queridos y que hacen algo bueno por la sociedad? En el mejor de los casos, aquellos freaks que tengan alguna habilidad, podrían relanzar sus oxidadas carreras desde un punto de vista cómico. Por ejemplo, Paco Porras podría ser una especie de vidente-humorista; el humor residiría en verle el careto. O qué comentar de un Toni Genil lanzado a cantante melódico, podría convertirse en una especie de latin-lover casposo que seguro que daría bastante juego aunque sólo fuese para lanzarle legumbres durante sus conciertos. Probablemente sería uno de los acontecimientos musicales de los últimos tiempos.
Aquellos freaks sin habilidades reconocidas, como por ejemplo el Pozi y gente así, deberían ponerse a pedir en algún semáforo o ingresar en alguna clínica mental. Esta última opción es la que me parece más plausible, introducir en centros especializados a estos pobres zumbados y someterles a una buena lobotomía para que dejasen de dar la paliza.
Otra de las consecuencias más evidentes de la falta de la televisión sería el descenso de las conversaciones durante los lunes. Qué sería de los principios de semana en la oficina sin esos partidos de fútbol que comentar, sin esas galas de Gran Hermano o similares en las que se pone a parir a la gente. Seguro que el ambiente en los trabajos sería mucho más aburrido, la gente que normalmente se unía por la televisión, vería como en realidad nada tiene que ver con su vecino de cubículo. Supongo que esto provocaría un aumento evidente en la productividad, por lo que la patronal estaría satisfecha con la terrible pérdida de la televisión.
Por otro lado, el índice de natalidad aumentaría de manera pasmosa. Toda la gente que por la noche se veía alguna peli o serie desde el sofá, no tendrá más remedio que volver la vista hacia la otra esquina del sillón y descubrir que allí se encuentra su pareja. Este redescubrimiento de la vida marital provocaría, por aburrimiento en la mayoría de los casos, que la gente se volcase en la práctica del sexo salvaje que hacía años que no realizaba. Con toda probabilidad, una gran cantidad de personas deshabituadas a estos quehaceres, tendrían algún descuido que provocaría una avalancha de nuevos nacimientos.
La consecuencia más terrible de esta situación ficticia, sería que yo no tendría nada de lo que hablar y se cerraría esta sección para siempre jamás. Supongo que a la mayoría le daría lo mismo, pero a mí no.
Por lo tanto, larga vida a la televisión que tanto detesto.
Ya que todo el día me lo paso poniendo verde a la televisión, he pensado que no sería mala idea el reflexionar sobre lo que sucedería en caso de que no existiese dicho entretenimiento. O mejor, sería curioso imaginar el caso en el que todas las cadenas desapareciesen irremisiblemente del universo, dejando como es lógico a todos sus empleados en el paro. Si un buen día nuestros televisores no recibiesen ninguna señal, si al encender nuestros aparatos sólo viésemos la típica nieve con sonido desagradable, estas podrían ser algunas de las consecuencias.
En primer lugar, seguro que se produciría un drama a nivel mundial. Todos los periódicos, todas las conversaciones girarían en torno al tema de la desaparición de la señal televisiva. Superada la sorpresa inicial, la consecuencia más notable sería que algunas personas tendrían por fin que ponerse a trabajar. Sí amigos, pseudoperiodistas como Jaime Peñafiel y gente de este estilo tendrían que buscar por fin un trabajo de verdad. Desde aquí le recomendamos al señor Peñafiel la profesión de mamporrero, seguro que podría labrarse en este campo una prometedora carrera. Por supuesto colaboradores, polemistas y demás participantes de programas rosas tomarían el mismo camino que Jaime, se verían obligados a buscar una profesión real, y no una inventada por cuatro espabilados que se creen muy listos. Quizás, debido a la superpoblación de buitres ávidos de cotilleos ajenos se volviesen a poner de moda los mentideros de la Plaza Mayor de Madrid y volviese a ser este el método para enterarse de las novedades acerca de la vida de los demás. No deja de ser la misma mierda, pero siempre tendrá ese toque romántico que la historia otorga a las cosas más superfluas.
Pena me dan los freaks que habitualmente salen por la televisión. ¿Qué sería de estos tipos que en su inocente universo consideran que son queridos y que hacen algo bueno por la sociedad? En el mejor de los casos, aquellos freaks que tengan alguna habilidad, podrían relanzar sus oxidadas carreras desde un punto de vista cómico. Por ejemplo, Paco Porras podría ser una especie de vidente-humorista; el humor residiría en verle el careto. O qué comentar de un Toni Genil lanzado a cantante melódico, podría convertirse en una especie de latin-lover casposo que seguro que daría bastante juego aunque sólo fuese para lanzarle legumbres durante sus conciertos. Probablemente sería uno de los acontecimientos musicales de los últimos tiempos.
Aquellos freaks sin habilidades reconocidas, como por ejemplo el Pozi y gente así, deberían ponerse a pedir en algún semáforo o ingresar en alguna clínica mental. Esta última opción es la que me parece más plausible, introducir en centros especializados a estos pobres zumbados y someterles a una buena lobotomía para que dejasen de dar la paliza.
Otra de las consecuencias más evidentes de la falta de la televisión sería el descenso de las conversaciones durante los lunes. Qué sería de los principios de semana en la oficina sin esos partidos de fútbol que comentar, sin esas galas de Gran Hermano o similares en las que se pone a parir a la gente. Seguro que el ambiente en los trabajos sería mucho más aburrido, la gente que normalmente se unía por la televisión, vería como en realidad nada tiene que ver con su vecino de cubículo. Supongo que esto provocaría un aumento evidente en la productividad, por lo que la patronal estaría satisfecha con la terrible pérdida de la televisión.
Por otro lado, el índice de natalidad aumentaría de manera pasmosa. Toda la gente que por la noche se veía alguna peli o serie desde el sofá, no tendrá más remedio que volver la vista hacia la otra esquina del sillón y descubrir que allí se encuentra su pareja. Este redescubrimiento de la vida marital provocaría, por aburrimiento en la mayoría de los casos, que la gente se volcase en la práctica del sexo salvaje que hacía años que no realizaba. Con toda probabilidad, una gran cantidad de personas deshabituadas a estos quehaceres, tendrían algún descuido que provocaría una avalancha de nuevos nacimientos.
La consecuencia más terrible de esta situación ficticia, sería que yo no tendría nada de lo que hablar y se cerraría esta sección para siempre jamás. Supongo que a la mayoría le daría lo mismo, pero a mí no.
Por lo tanto, larga vida a la televisión que tanto detesto.
Nacho Valdés (en busca del arca perdida)
lunes, octubre 06, 2008
Colaboraciones 2008 (The Bootleg Series Vol. 40)
Yaba-Daba-Doo
Un tema fundamental para entender la influencia televisiva es el de los dibujos animados. En algunos casos, se puede hablar de pequeñas obras de arte de las que continúo disfrutando; en otros, la cosa es diametralmente distinta. Hay multitud de animaciones que por espacio no podrán ser tratadas, procuraré centrarme en las que para mí han resultado más influyentes.
Empezaré por los que considero la genialidad personificada, por lo que es, desde mi punto de vista, la mejor serie de cortos de animación de la historia. Esta serie no es otra que Tom y Jerry, que por supuesto todavía me provoca la carcajada. La temática es muy sencilla, se trata de un gato y un ratón que por uno u otro motivo acaban enfrentándose, éste es el argumento básico que cuenta con múltiples variantes. Tom, por obligación, convicción o diversión se encarga de hacerle la vida imposible a Jerry, que como es más inteligente siempre suele salir airoso de todas las trampas que el gato le pone. Destacan la animación y la música, se trata de humor clásico en el que los personajes se mantienen mudos, únicamente la música (que es fundamental en esta serie) junto a la acción da un ritmo trepidante a todos los episodios. Todos los aspectos de Tom y Jerry están cuidados hasta el detalle, de hecho, cuentan en su currículo con siete oscars. Los directores de este éxito fueron William Hanna y Joseph Barbera, que probablemente os suenen de otros trabajos. Recuerdo con especial cariño el episodio en el que Tom la palma y, para redimirse y no ir al infierno, tiene que hacerle la pelota a Jerry. También era un pasote como Jerry decoraba su madriguera con objetos cotidianos como cajas de cerillas, tapones y demás cosas escala ratón.
Siguiendo la línea de la productora Hanna-Barbera, creada por los directores de Tom y Jerry, encontramos una gran cantidad de series de animación que nos han acompañado desde que tengo uso de razón. Estas series destacan, más que por su calidad, por lo cutre de su realización. Ya desde pequeño me daban esa sensación, pero con el paso del tiempo se convirtió en una certeza, o esos argumentos que se repiten una y otra vez. Quién no recuerda esas animaciones infames en las que el muñeco se queda rígido y mueve sólo una mano o un brazo, o esos fondos que no dejan de pasar una y otra vez mientras los personajes se persiguen. De esta productora salió el grueso de las series animadas del siglo veinte, se pueden citar cientos de personajes como Los Picapiedra, Los Supersónicos, Magila el Gorila, El oso Yogui, Los Autos Locos, Scooby-Doo y muchas otras series de este estilo chabacano. Parece ser que el problema lo tenían en el hecho de que exigían mucho producto con poco presupuesto, en fin, a la vista está el resultado. Por cierto, hace no demasiado tiempo se resolvió para mí uno de los grandes misterios de la humanidad: Hanna-Barbera no es una tía que realiza todos los dibujos. Supongo que esta duda atenazaba a todos los de mi generación.
Otro de los pilares que considero fundamental en la animación es el de los Looney Tunes, además éste nos ha acompañado durante generaciones. En este caso la cosa es bastante distinta a Hanna-Barbera, como ellos, tienen una cantidad ingente de material y personajes, pero sin dejar de lado la calidad. En estas animaciones, sin llegar al preciosismo de Tom y Jerry, se cuida mucho el producto y el resultado es excelente. De hecho, estos cortos están entre mis favoritos y todavía los sigo disfrutando. El gag que se busca es el físico, los personajes sufren todo tipo de calamidades, sus guiones son una sucesión de explosiones, martillazos y golpes. Se trata de diversión por diversión, aunque también hay que recordar que fueron utilizados durante la Segunda Guerra Mundial con fines propagandísticos. Personajes fundamentales son Bugs Bunny, el Pato Lucas, el Diablo de Tasmania y el tándem formado por el Correcaminos y el Coyote. Estos últimos formaban uno de los mejores dúos cómicos de la historia de la televisión. La gracia consistía en los trabajos de ingeniería que realizaba el hambriento Coyote para cazar al Correcaminos; por supuesto, siempre acababa cayendo por un barranco o machacado por una piedra. El único defecto que veo a esta serie y que en su día me pareció traumático, es el cambio que se realizó en el doblaje de los episodios. ¿Por qué a alguien se le ocurrió volver a doblar los episodios que llevábamos viendo años y en los que se podía reconocer a los personajes por la voz?
En los últimos tiempos se desarrolla otro tipo de animación, en este caso para adultos (aunque algunos seguimos disfrutando con los dibujos para niños). La veda se abre con Los Simpsom, la primera serie creada ex profeso para mayores y con contenidos críticos con la sociedad yanqui actual. Con Homer y sus tonterías a la cabeza, la serie lleva en televisión veinte años y se ha convertido en uno de los productos más rentables de la televisión. La fórmula parece que se está agotando, ya que a los últimos guiones no les veo la chispa que tenían antes. De todas maneras han recogido el testigo animaciones como Padre de familia, Padre made in USA, Southpark o la genial e increíblemente hiriente El rey de la colina.
En el tintero se queda el Manga, Disney y muchas otras producciones que han alegrado nuestra infancia durante años, pero no quería acabar sin decir algo de la animación española. De ésta, lo único que podemos decir es que es la mayor basura que he visto en mi vida, y que ya de niño me lo parecía. Para muestra podemos citar a Los Fruittis o Los trotamúsicos, dos pestiños ñoños y estúpidos que no había quien se los tragase, ni siendo niños, que no tenemos ningún criterio, era posible ver estas series. También era un buen petardo la insoportable Don Quijote de la Mancha, no sé en qué pensaban cuando hicieron esto, pero aburría tanto a niños como a adultos. Aunque no pertenece al campo de la animación, sino al de las marionetas, me gustaría citar en este paquete de subproductos a Los Aurones. Esta serie de muñequitos con Poti-Poti que era un bicho raro y verde y Gallofa que era una narizotas feo y estúpido, me parece que fue y será una de las mayores cagadas de la televisión de nuestro país. Esperemos que los animadores españoles se pongan las pilas y no vuelvan a realizar tamañas basuras.
Nacho Valdés (Remember dedicado a G.D.B.)
Un tema fundamental para entender la influencia televisiva es el de los dibujos animados. En algunos casos, se puede hablar de pequeñas obras de arte de las que continúo disfrutando; en otros, la cosa es diametralmente distinta. Hay multitud de animaciones que por espacio no podrán ser tratadas, procuraré centrarme en las que para mí han resultado más influyentes.
Empezaré por los que considero la genialidad personificada, por lo que es, desde mi punto de vista, la mejor serie de cortos de animación de la historia. Esta serie no es otra que Tom y Jerry, que por supuesto todavía me provoca la carcajada. La temática es muy sencilla, se trata de un gato y un ratón que por uno u otro motivo acaban enfrentándose, éste es el argumento básico que cuenta con múltiples variantes. Tom, por obligación, convicción o diversión se encarga de hacerle la vida imposible a Jerry, que como es más inteligente siempre suele salir airoso de todas las trampas que el gato le pone. Destacan la animación y la música, se trata de humor clásico en el que los personajes se mantienen mudos, únicamente la música (que es fundamental en esta serie) junto a la acción da un ritmo trepidante a todos los episodios. Todos los aspectos de Tom y Jerry están cuidados hasta el detalle, de hecho, cuentan en su currículo con siete oscars. Los directores de este éxito fueron William Hanna y Joseph Barbera, que probablemente os suenen de otros trabajos. Recuerdo con especial cariño el episodio en el que Tom la palma y, para redimirse y no ir al infierno, tiene que hacerle la pelota a Jerry. También era un pasote como Jerry decoraba su madriguera con objetos cotidianos como cajas de cerillas, tapones y demás cosas escala ratón.
Siguiendo la línea de la productora Hanna-Barbera, creada por los directores de Tom y Jerry, encontramos una gran cantidad de series de animación que nos han acompañado desde que tengo uso de razón. Estas series destacan, más que por su calidad, por lo cutre de su realización. Ya desde pequeño me daban esa sensación, pero con el paso del tiempo se convirtió en una certeza, o esos argumentos que se repiten una y otra vez. Quién no recuerda esas animaciones infames en las que el muñeco se queda rígido y mueve sólo una mano o un brazo, o esos fondos que no dejan de pasar una y otra vez mientras los personajes se persiguen. De esta productora salió el grueso de las series animadas del siglo veinte, se pueden citar cientos de personajes como Los Picapiedra, Los Supersónicos, Magila el Gorila, El oso Yogui, Los Autos Locos, Scooby-Doo y muchas otras series de este estilo chabacano. Parece ser que el problema lo tenían en el hecho de que exigían mucho producto con poco presupuesto, en fin, a la vista está el resultado. Por cierto, hace no demasiado tiempo se resolvió para mí uno de los grandes misterios de la humanidad: Hanna-Barbera no es una tía que realiza todos los dibujos. Supongo que esta duda atenazaba a todos los de mi generación.
Otro de los pilares que considero fundamental en la animación es el de los Looney Tunes, además éste nos ha acompañado durante generaciones. En este caso la cosa es bastante distinta a Hanna-Barbera, como ellos, tienen una cantidad ingente de material y personajes, pero sin dejar de lado la calidad. En estas animaciones, sin llegar al preciosismo de Tom y Jerry, se cuida mucho el producto y el resultado es excelente. De hecho, estos cortos están entre mis favoritos y todavía los sigo disfrutando. El gag que se busca es el físico, los personajes sufren todo tipo de calamidades, sus guiones son una sucesión de explosiones, martillazos y golpes. Se trata de diversión por diversión, aunque también hay que recordar que fueron utilizados durante la Segunda Guerra Mundial con fines propagandísticos. Personajes fundamentales son Bugs Bunny, el Pato Lucas, el Diablo de Tasmania y el tándem formado por el Correcaminos y el Coyote. Estos últimos formaban uno de los mejores dúos cómicos de la historia de la televisión. La gracia consistía en los trabajos de ingeniería que realizaba el hambriento Coyote para cazar al Correcaminos; por supuesto, siempre acababa cayendo por un barranco o machacado por una piedra. El único defecto que veo a esta serie y que en su día me pareció traumático, es el cambio que se realizó en el doblaje de los episodios. ¿Por qué a alguien se le ocurrió volver a doblar los episodios que llevábamos viendo años y en los que se podía reconocer a los personajes por la voz?
En los últimos tiempos se desarrolla otro tipo de animación, en este caso para adultos (aunque algunos seguimos disfrutando con los dibujos para niños). La veda se abre con Los Simpsom, la primera serie creada ex profeso para mayores y con contenidos críticos con la sociedad yanqui actual. Con Homer y sus tonterías a la cabeza, la serie lleva en televisión veinte años y se ha convertido en uno de los productos más rentables de la televisión. La fórmula parece que se está agotando, ya que a los últimos guiones no les veo la chispa que tenían antes. De todas maneras han recogido el testigo animaciones como Padre de familia, Padre made in USA, Southpark o la genial e increíblemente hiriente El rey de la colina.
En el tintero se queda el Manga, Disney y muchas otras producciones que han alegrado nuestra infancia durante años, pero no quería acabar sin decir algo de la animación española. De ésta, lo único que podemos decir es que es la mayor basura que he visto en mi vida, y que ya de niño me lo parecía. Para muestra podemos citar a Los Fruittis o Los trotamúsicos, dos pestiños ñoños y estúpidos que no había quien se los tragase, ni siendo niños, que no tenemos ningún criterio, era posible ver estas series. También era un buen petardo la insoportable Don Quijote de la Mancha, no sé en qué pensaban cuando hicieron esto, pero aburría tanto a niños como a adultos. Aunque no pertenece al campo de la animación, sino al de las marionetas, me gustaría citar en este paquete de subproductos a Los Aurones. Esta serie de muñequitos con Poti-Poti que era un bicho raro y verde y Gallofa que era una narizotas feo y estúpido, me parece que fue y será una de las mayores cagadas de la televisión de nuestro país. Esperemos que los animadores españoles se pongan las pilas y no vuelvan a realizar tamañas basuras.
Nacho Valdés (Remember dedicado a G.D.B.)
jueves, octubre 02, 2008
Muchas felicidades viejo lobo
¿De qué sirve cumplir más años?
Que la vida iba en serio
uno lo empieza a comprender más tarde
-como todos los jóvenes, yo vine
a llevarme la vida por delante.
Dejar huella quería
y marcharme entre aplausos
-envejecer, morir, eran tan sólo
las dimensiones del teatro.
Pero ha pasado el tiempo
y la verdad desagradable asoma:
envejecer, morir,
es el único argumento de la obra.
Jaime Gil de Biedma.
"Poemas póstumos" 1968
miércoles, octubre 01, 2008
En el Backstage
La unión innata
Se ha cerrado el círculo. Tras casi quince años de subidas y bajadas, de grandes éxitos y de grandes fracasos volví a verme frente a frente con Extremoduro. Entremedias, un fugaz encuentro en un festival que no nos permitió disfrutar como la ocasión merecía.
Fue en el año 1994, en la mítica sala Canciller (hoy por hoy creo que se han construido unos multicines sobre sus ruinas), cuando los vi por primera vez. Era la primera vez que pagué una entrada para un concierto y nos fuimos, mis colegas del colegio de curas y yo, hasta San Blas para disfrutar de lo que fue una experiencia que me dejaría marcado. Digo marcado no por el grupo, del que soy muy fan, sino por la experiencia de asistir a un concierto por primera vez. Fue así como comenzó mi andadura por las salas de música, el vicio del directo invadió mi cuerpo y nunca más me abandonó. Pero eso es otra historia.
El pasado viernes 27, se consumó el esperado regreso, Extremoduro volvía después de años de silencio. Parece ser que Robe sufrió una pequeña crisis creativa, durante este tiempo se ha dedicado, o por lo menos eso dice, a estudiar latín y gramática a través de la UNED. Estos seis años han dado para una novela y algunas traducciones de Cicerón, autor clásico que cita en la portada de la Ley Innata.
El ambiente era excelente, fuimos entrando en el redil como dóciles corderos. Un gran espectro de edades estaba reunido en el campo de fútbol de Beniparrell, desde la más rabiosa juventud, pasando por los experimentados treinta añeros y terminado por algunos cuarentones incondicionales del grupo. El tiempo amenazaba lluvia, pero esa noche los dioses paganos del rock parecían aliarse para que todo rodase perfectamente. Tras avituallarnos, buscamos una zona cómoda para disfrutar del espectáculo.
Con un retraso de apenas diez minutos comenzó el recital, los primeros acordes de Deltoya invadieron el recinto y un grito de asombro escapó de las gargantas de los presentes. El montaje era excelente y tanto la instrumentación como la voz (de la que había algunas dudas previas) sonaron perfectamente, el grupo estaba en forma y tenía ganas de demostrarlo.
El repertorio incluyó una gota de cada uno de los discos que ya son parte de la historia del rock en este país, desde el Rock Transgresivo hasta La Ley innata. Tras Deltoya, tocada magistralmente con unos toques de la canción popular La Tarara, se pusieron a la faena con el último disco. Aunque de entrada dejó un poco frío el ambiente, La dulce introducción al caos y su indudable calidad provocó que el público comenzase a entrar en calor. Era el momento de desempolvar alguno de los hits de la banda, Amor castuo fue coreada por todos los presentes y provocó la comunión definitiva entre público y escenario. Ya no había vuelta atrás, todos nos habíamos vendido a Robe y su banda. Del Somos unos animales entresacaron Quemando tus recuerdos, uno de mis temas favoritos y Central nuclear, que le dio un toque punk al recital.
Ya llevábamos más de una hora de concierto y se realizó una pausa que algunos consideraron excesiva, a mi me resultó perfecta para volver a acercarme a la barra a por unas cervezas. Tras veinte minutos sonó So payaso del Agila, otro de esos temas incombustibles que ya forma parte de la conciencia de mi generación. De este disco también sonó Sucede, canción con una de las mejores letras escritas en castellano. Dando un respiro a sus temas más conocidos acometieron el disco Pedrá, una de esas creaciones que en su día no fueron entendidas y que con el tiempo se revalorizan. Después vuelta al Deltoya con ama, ama, ama y ensancha el alma, para seguir con Pepe Botika del ¿Dónde están mis amigos? Por supuesto el Canciones malditas tuvo su representación con Salir, otro temazo que fue coreado hasta la afonía. Del Yo, minoría absoluta también se tocó algún tema, aunque mi mala memoria ha provocado que no lo recuerde. Para casi finalizar hicieron sonar la esperada Jesucristo Garcia, la acometieron con virtuosismo y adornos de todo tipo que provocaron que se alargase algo más de diez minutos, desde mi punto de vista nada más acertado.
Para terminar Robe se despidió evitando el protagonismo y cedió el testigo a la banda que hizo sonar un tema de Platero y tú del que Iñaki era guitarrista, esta fue la despedida y el colofón de una noche mágica que no dejó a nadie indiferente. El sonido y la organización fueron perfectos, la climatología nos respetó y el ambiente fue excelente. Fue sorprendente la habilidad de Robe a la guitarra, esperábamos que hiciese la parte melódica y que Iñaki se dedicase a los adornos y punteos, pero también él se atrevió con las partes más complicadas. La voz estuvo excelente durante toda la noche y en ningún momento se le vio flaquear, Robe acometió el concierto sereno y en ningún momento confirmó los rumores de falta de seriedad que le acompañaban. Sonó rotundo, a Rock and Roll; es decir, Gibson con Marshall, aunque en algún tema se coló alguna Fender.
En definitiva, se trató de una noche muy especial para mí. Volvía a ver sobre un escenario a Extremoduro y, aunque lo disfruté de manera más sosegada, hizo que me olvidase de todo lo que no fuesedeleitarme con la música en su estado más puro; el directo. Una vaga sensación me decía, a pesar de la evidencia, que no había pasado el tiempo. Lo único que sucedía es que estaba disfrutando como a los quince años.
Se produjo la unión innata entre el espectador y un grupo de artistas que buscaban entretenernos con lo que más les gusta, sólo puedo darles la enhorabuena por el regalo que recibimos esa noche.
Nacho Valdés (regreso a la adolescencia)
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