Para este fin de semana comenzamos con temazo del último disco de los Black Keys, un trabajo que recomiendo aunque se aventuren por derroteros distintos a los que nos tienen habituados.
A disfrutar.
viernes, mayo 30, 2014
lunes, mayo 26, 2014
En el ángulo muerto Vol. 230
Irreversible
El coche destartalado iba dando tumbos por la autopista y,
aunque no había tráfico, al intentar contactar con Eva, el policía desatendía
la carretera. Circulaba de un lado a otro y, en uno de esos vaivenes, se acercó
peligrosamente a la mediana. Decidió frenar en el arcén, necesitaba unos
minutos para recobrarse; la cabeza le latía a intervalos regulares y no era
capaz de concentrarse en lo que debía hacer a continuación.
Apagó el motor, respiró hondo y sacó el documento arrugado
de su bolsillo. Leyó con detenimiento el papel que tenía delante, le costaba
bastante debido al cansancio, las horas que llevaba bebiendo y la iluminación
macilenta que proporcionaban las farolas de la carretera. Su expresión era de
incredulidad absoluta, casi de dolor físico; como si alguien estuviese
presionando su pecho con un terrible peso del que no podía desembarazarse.
Comprobó de nuevo su arma, estaba cargada y a punto para disparar. La acarició
un instante y pensó que ese pedazo de metal era lo poco que podía servirle de
ayuda en la circunstancia en la que se encontraba. Volvió a intentar llamar
pero encontró el móvil desconectado, pensó que era lógico dado el horario y
decidió dejar un escueto mensaje en el contestador. Solo dijo: -Hasta siempre.
Gracias por todo.- No se le ocurría nada
más que decir pues su mente no iba más allá del papel que tenía delante.
Sacó su documentación, su placa y todo lo que llevaba en los
bolsillos. Lo dejó todo sobre el asiento del copiloto y lo observó
reposadamente. De la cartera extrajo la foto de familia que siempre llevaba,
cayó en la cuenta de que no volvería a ver a Marcos y que, probablemente, nunca
más estaría con ninguno de sus seres queridos. Más que tristeza era
incredulidad lo que sentía, un descreimiento que había arraigado en él desde
que los acontecimientos se habían precipitado hasta esa situación. Hizo un
breve repaso de su carrera, de su vida y la furia se apoderó de él hasta el
punto de golpear el volante con rabia. El claxon rompió el silencio y eso
pareció espabilarle, cogió sus pertenencias y las tiró al arcén por la
ventanilla; ya no era él, había cambiado. Su paciencia había terminado por
rebosar, estaba harto de ser un perdedor, alguien anónimo y sometido al imperio
de la ley que nadie respetaba. Si algo tenía en claro era que solo pagaban los
criminales menores, los tipos sin verdaderos escrúpulos que manejaban el mundo
estaban por encima de él y de cualquier normativa; ellos eran los verdaderos
caudillos de la sociedad, los que elaboraban los códigos a su antojo. A partir
de ese punto quería ser azote, deseaba desembarazarse de sus escrúpulos y
arrasar con la injusticia con la misma
moneda con la que se manejaba todo lo que conocía: con miedo.
Volvió a arrancar el motor, el vehículo escupió una nube de
humo blanco y cogió el primer desvío hacia el centro de la ciudad. No tenía un
plan realmente establecido pero algo bullía en él, una especie de impulso que
le empujaba en una dirección que, si bien no iba a solucionar nada de manera
radical, sí que iba a equilibrar la balanza o, al menos eso pensaba. Aparcó en
una calle del centro, un barrio de calidad donde todavía dormitaba la clase
media más acomodada. Recorrió unos cientos de metros andando y se apoyó contra
un árbol aguantando el frío de la madrugada, el cielo tenía un resplandor
azulado que indicaba que el sol estaba cercano a asomarse; no le quedaba tabaco.
Vigilaba un edificio, más concretamente una ventana que acababa de encenderse y
que le indicaba que la persona que esperaba estaba a punto de aparecer. Al cabo
de una media hora, cuando el alba ya había despuntado, una figura rechoncha
apareció en el portal y Vázquez se acercó. Encañonó al sujeto y este no se
sorprendió demasiado, más bien parecía no acabar de creerse lo que estaba
sucediendo.
-
¿Qué hace aquí, Vázquez?
-
Sígame, comisario. Y procure no provocar ningún
problema.
Después tomaron el camino hacia el coche del detective.
Nacho Valdés
lunes, mayo 19, 2014
En el ángulo muerto Vol. 229
Novedades
La caja se estaba resistiendo más de lo que hubiese podido
imaginar, siempre había pensado que esos trabajos se sacaban adelante en pocos
minutos pero la realidad se imponía sobre su imaginación abotagada por el
alcohol. De hecho, la noche se había impuesto y Vázquez había perdido la noción
del tiempo. Durante todo ese lapso el detective se había desesperado intentando
contactar con su mujer pero no había sido posible y, aunque su teléfono estaba
a intervalos encendido, quedaba de manifiesto que Eva no quería hablar. Suponía
que si supiese de todos los sacrificios que había tenido que hacer
probablemente le comprendería e incluso, aunque esa opción ya le resultaba más
remota, le apoyaría en su investigación. Sin embargo, había echado todo a sus
espaldas para proteger a su familia, para mantenerles alejados de la sordidez
en la que se había visto inmerso.
Dio un trago al licor y preguntó a su conocido cómo iba con
la caja fuerte, el otro hizo una breve pausa y, después de sorber de la taza
que tenía a un lado, le explicó que estaba a punto de terminar. – Menos mal
–contestó el policía-, llevamos aquí encerrados todo el día.
-
Lo que no puedo garantizar es que lo hay en el
interior haya quedado en buenas condiciones.
-
¿Estás de broma? –Respondió el detective
levantándose de un salto de la mesa en la que estaba apoyado.
-
No, hablo en serio.
-
Pero lo que busco es un papel, si se destruye
todo esto no habrá servido para nada.
-
He tenido que aplicar mucha temperatura,
tendremos que esperar a ver cómo ha quedado el interior.
-
Espero que no le haya pasado nada –el otro no
podría asegurarlo pero le dio la sensación de que Vázquez le amenazaba.
-
Lo he hecho lo mejor que he podido –replicó
bajándose la máscara que utilizaba como protección para el soplete.
Vázquez se puso realmente nervioso, no podía ser que todo el
esfuerzo dedicado y el asesinato que había cometido no hubiesen servido para el
fin que perseguía. Era imprescindible que el documento estuviese perfectamente
pues, más allá de que sirviese de prueba, lo necesitaba para llevar a término
sus indagaciones.
Repentinamente escuchó un sonido sordo, como dos metales
golpeándose. El operario se echó hacia un lado y dejó la caja abierta repleta
de un humo denso y de un olor tóxico que inundó la estancia. El policía abrió
la ventana y no pudo esperar, se acercó e intentó dispersar la humareda que se
había formado para escudriñar el interior; tosió después de aspirar los vapores
e intentó mirar lo que había dentro. Lo primero que distinguió fue el metal al
rojo vivo que no parecía indicar nada bueno, después vio una carpeta de cartón
con algunos bordes quemados. La sacó y se acercó a la ventana donde el ambiente
estaba más despejado, los folios de la documentación estaban perfectamente y
suspiró aliviado pues sabía que podía haber perdido toda la información. Se
puso bajo la luz y comenzó a estudiar los papeles, tiró un par al suelo hasta
que encontró lo que buscaba. Su rostro cambió inmediatamente a una
expresión de concentración absoluta y en
ese mismo instante un dolor de cabeza intenso se instaló en sus sienes, algo de
lo que había leído le hizo quedarse lívido y sin color en su cara. Por un
momento pensó que iba a desmayarse pues su mirada se enturbió, su conocido
intentó sujetarle pero lo apartó de un manotazo. Después, de manera
atropellada, le dio todo el dinero que llevaba encima y parte del que habían
encontrado en la caja y lo acompañó hasta la salida. Por último, el detective
revisó su arma y la dejó a punto en la cartuchera sobaquera; con expresión dura
se acercó a su vehículo después de dejar la puerta de entraba bien cerrada.
Nacho Valdés
martes, mayo 06, 2014
En el ángulo muerto Vol. 228
Paciencia
Vázquez se encendía un cigarrillo tras otro mientras el otro
hombre estudiaba la caja fuerte, ninguno
de los dos hizo caso del cadáver cubierto con el chaquetón. Al rato, el recién
llegado rebuscó en la caja de herramientas y sacó un pequeño taladro con el que
ni siquiera arañó el metal.
-
Esto va a ser más complicado de lo que parecía,
necesito ir a por el soplete.
Como única contestación recibió un gruñido por parte del
policía que intentó, en cuanto el otro salió de la habitación, volver a
contactar con Eva. En esa ocasión saltó el buzón de voz y, después de escuchar
el pitido que le invitaba a hablar, se le hizo un nudo en la garganta que evitó
que pronunciase ni una sola palabra. Una lágrima asomó a sus ojos pero se la
enjuagó rápidamente, era consciente de que no podía dejarse llevar por
sentimentalismos en el momento en el que se encontraba. Para matar el rato
decidió rebuscar entre los documentos del fallecido pero no encontró nada que
resultase llamativo, era evidente que hasta su muerte había sido un tipo
prudente. En ese instante llegó el operario con la herramienta, saltaba a la
vista que se conocían desde hacía tiempo y se acercó hasta el policía mientras
sacaba un par de cigarrillos de la cajetilla.
-
No sabía que habías vuelto a fumar –dijo
ofreciendo un pitillo-. Yo, ya ves, nunca he sido capaz ni de intentarlo.
-
Es ridículo que a estas alturas de la película
me preocupe de esta gilipollez, ¿no te parece? –Repuso con acritud el
detective.
-
En eso tienes razón, esto sí que no me lo
esperaba.
-
Yo tampoco –le espetó el policía.
-
Supongo que el que sí que no se lo esperaba era
él –dijo el trabajador mientras señalaba con el mentón el cuerpo inerte.
-
Hay gente que no sabe dónde se mete…
-
De estos he visto unos cuantos, se creen muy
listos. ¿No es así?
-
No sé de qué me hablas, solo sé que este tío
seguro que se merecía esto y más.
-
Tú sabrás, no sabía que ahora también eras juez
–Vázquez le devolvió una mirada agresiva-. No me mires así, si hay una persona
de la que no esperaba algo así ese eres tú.
-
Sorpresas te da la vida –respondió el otro
exhalando el humo de la última calada-. ¿No deberías estar trabajando?
-
Ahora mismo me pongo, no te preocupes que aquí
tenemos para largo. ¿Qué pasa? ¿Es que no puedo hablar con un viejo conocido?
–La expresión del agente se relajó.
-
Hace tiempo que no nos vemos, eso es verdad.
-
Desde la última vez que me detuviste –ambos
rieron con ganas.
-
Supongo que seguirás liado en tus asuntos.
-
Bueno, en esta ocasión debo decir que lo mío es
una tontería al lado de lo que tú te traes entre manos. Has cambiado, de eso no
hay duda –dijo el trabajador escudriñando la expresión ojerosa y la cara
demacrada y mal afeitada del policía.
-
En eso te doy la razón, he cambiado. Anda
–siguió con tono amistoso-, ponte a trabajar mientras te hago un café.
-
Si puede ser con un chorrito mejor –repuso con
una sonrisa.
-
Algo tendrá este capullo por aquí.
El detective Vázquez se dio la vuelta y comenzó a rebuscar
en los armarios y archivadores del fallecido, al momento dio con lo que buscaba
y echó un poco de güisqui en los cafés que estaba sirviendo. El soplete comenzó
a funcionar y llenó el espacio con el sonido sordo, como de reactor, que
producía y del olor incómodo que exhalaba el metal. El policía bajó la persiana
para que no se distinguiesen los destellos desde el exterior y puso un par de
licores en las tazas que acababan de utilizar, con una sonrisa acercó una a su
conocido que apartó la llama para dar un sorbo y meterse de nuevo en la faena
que tenía por delante; en el exterior comenzaba a anochecer.
Nacho Valdés
viernes, mayo 02, 2014
Out the Air
Para este viernes uno de los ilustres personajes que vendiósu alma al diablo a cambio de fama y técnica guitarrera. Pobre Robert, tenía que haber sospechado que su satánica majestad siempre gana.
Pasen un buen fin de semana.
Pasen un buen fin de semana.
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