Para esta semana una triple versión de un tremendo temazo: el original de Dale Hawkns; la popular de la Credence; por último, la desconocida de los Rolling.
A disfrutar con Susie Q.
miércoles, noviembre 27, 2013
lunes, noviembre 25, 2013
A day in the life
Este fin de semana tras treinta años de historia dejando, pese a quién pese, su huella en la música nacional, se han despedido los Barricada.
Larga vida al rock radical.
Larga vida al rock radical.
En el ángulo muerto Vol. 209
Profundizando
El detective llegó a primera hora al lugar acordado, el
agente Esteban había dedicado toda la noche a la vigilancia sin más
conclusiones que lo que ya conocían: a don Manuel le gustaban las prostitutas.
De madrugada, como en la anterior ocasión, habían llegado un par de señoritas
que probablemente satisficieron las necesidades más elementales del perseguido.
Estuvo con ellas cerca de dos horas y después, tal y como acostumbraba, hizo
que sus guardaespaldas las acompañasen hasta el portal. Nada más había ocurrido
que resultase relevante, después de que las jóvenes dejasen el edificio la luz
de la habitación se había apagado mientras que la del salón continuó encendida.
El agente Esteban aventuró que con toda probabilidad siempre se mantenía uno de
los acompañantes de don Manuel activo.
La noche fría había hecho mella en el agente, estaba
encogido y aterido por la temperatura que había sufrido. Al detective se le antojó
un problema, las vigilancias desde el vehículo, además de que no contaban con
suficientes coches como para pasar desapercibidos, resultaban incómodas y no
parecían una solución para la investigación que querían llevar a término. Se
despidió del agente, al que encargó que pasase por comisaría antes de ir a
descansar, y se quedó observando el edificio. Por los escasos avances que
habían realizado ya tenía un par de cosas claras: en primer lugar, el tipo disfrutaba
con cierta frecuencia de la prostitución, algo llamativo teniendo en cuenta su
edad; por otro lado, no había salido en varios días de la casa y eso parecía
implicar cierta previsión para algún fin
que, por el momento se le escapaba; por último, estaba claro que preparaba algo
cuando se había parapetado en el edificio y probablemente mantuviese una
comunicación fluida con sus contactos y colaboradores.
Con esos datos el detective tenía claro que no llegaría a
ningún lugar, necesitaría algo más para poder articular su caso. Era conocedor
del sumario principal y, hasta esa fecha, don Manuel solo había sido llamado a
declarar y no le habían retirado el pasaporte ni había ingresado en prisión. Es
decir, aunque su nombre había salido a relucir no tenían nada contra él lo
suficientemente sólido como para encerrarle. Además, Vázquez tenía la certeza
de que alguien de su posición era capaz de ralentizar a la justicia si lo
considerase necesario. Su mente ya veía claro que había un riesgo claro de
huída, con el dinero que había ido amasando tenía la capacidad de desaparecer
definitivamente, hasta el punto de conseguir que nadie pudiese localizarle. El
detective sabía que se trataba de una pieza clave para la construcción de algo coherente,
si conseguía que cayese tenía claro que el resto de implicados cometerían algún
error, se dejarían llevar por el pánico y se podría hacer una pequeña limpieza
de todos aquellos que llevaban tiempo lucrándose a expensas de la ciudadanía.
Había elaborado, en sus tiempos libres, un listado provisional en el que
relacionaba innumerables personajes influyentes del mundo político, artístico y
empresarial en una profunda trama que llevaba años arrasando los bienes
públicos del país.
Se quedó observando el palacete, el piso en el que se
encontraba don Manuel era el último y, a continuación, en la cubierta, se
abrían unas pequeñas ventanas que probablemente pertenecían a altillos o
trasteros. Pensó que esa ubicación podría resultarles ventajosa, si lograban
instalarse ahí evitarían el trasiego de coches y su vigilancia sería más efectiva
pues podrían trabajar con mejores recursos.
Dudó unos minutos y se adentró en la finca, un mal encuentro
podría echar a perder todo el trabajo que estaba intentando sacar adelante. La
entrada, amplia y lujosa, conducía hasta un ascensor decimonónico que recorría
el hueco de unas escaleras de madera desgastada pero que todavía mostraba la
nobleza de origen. Pensó que sería mejor subir por ellas pues la caja del
ascensor era una jaula en la que quedaba a la vista de cualquiera. Se dirigió
decidido hacia la subida y en ese precisamente instante se abrió la puerta de
la portería, una mujer mayor con gafas de grueso cristal clavó sus ojos
amplificados en el detective Vázquez.
Nacho Valdés
viernes, noviembre 22, 2013
lunes, noviembre 18, 2013
En el ángulo muerto Vol. 208
El hilandero
A la mañana siguiente no era capaz de moverse, se sentía
pesado y dolorido. Las horas que había acumulado doblando turnos comenzaban a
pasarle factura, además, tenía la impresión de que la vigilancia, totalmente
empapado, de la noche anterior le había hecho enfermar. Disimuló ante Eva, no
quería complicar aún más sus relaciones y, aunque su rostro denotaba el mal
trago que estaba pasando, intentó mostrar una actitud positiva. Ella se
encargaba de Marcos y, por primera vez en bastante tiempo, podrían compartir el
desayuno como si formasen una familia normal.
Cuando llegó a la central revisó la orden del día y se
reunió con el agente Esteban, debía informarle lo antes posible sobre lo que
tenía entre manos e incluirle en la importante misión que estaba seguro que iba
a cambiar el curso de sus carreras. Tomaron el vehículo asignado pero, en lugar
de ir a donde les habían indicado los responsables de planificación, se
acercaron a la zona donde residía don Manuel. Se quedaron a una distancia
prudencial para no ser detectados mientras el agente Esteban preguntaba
repetitivamente el motivo por el que no estaban donde debían. El detective
Vázquez le pidió paciencia, le dio unos prismáticos y le indicó la ventana
donde debía dirigir la vista. Su subalterno estaba comenzando a perder la
paciencia, no entendía el propósito del detective al hacerle observar una cristalera
con las cortinas corridas. Le volvió a solicitar algo más de aguante y que
siguiese vigilando, repentinamente el cortinaje se abrió y don Manuel se asomó
durante el tiempo suficiente como para que Esteban comprobase a qué se estaba
dedicando el detective Vázquez. Le devolvió los prismáticos con una sonrisa,
era conocer que todo lo referido al tipo al que rondaban, se trataba de una
apuesta personal de su superior. Acordaron meterse de lleno con esa
investigación, relegarían, en la medida de lo posible, el resto de asuntos que
tenían encomendados y aunarían esfuerzos para aclarar lo antes posible el
asunto.
Decidieron que sería mejor intentar avanzar en otros sumarios
y dejarlos paralizados de cara a sus superiores, así tendrían tiempo para
dedicarse a la investigación sobre la trama de corrupción en la que tenían la
certeza que estaba incluida su presa. Resultó una jornada agotadora, se
implicaron al máximo en los temas pendientes y recorrieron la ciudad de lado a
lado recabando datos y siguiendo pistas. Se asemejaban a artesanos que tejían
una vasta red de hilos para ofrecer un conjunto coherente que resultase
convincente en comisaría, si lograban su propósito contarían con varias semanas
para trabajar en lo que realmente les importaba. Siempre, por supuesto, que no
se produjese algún tipo de emergencia.
Cuando terminó el turno habían avanzado con la suficiente
rapidez como para ir hasta el registro de la propiedad para comprobar a nombre
de quién estaba inscrita la vivienda donde se refugiaba don Manuel. No tuvieron
ningún problema pues eran sobradamente conocidos, se trataba de un recurso
básico que utilizaban a menudo. Con los datos que consiguieron volvieron al
vehículo, se metieron justo en el instante en el que el cielo se encapotaba y
comenzaba a llover con timidez. El palacete no estaba a nombre de ningún
individuo sino que pertenecía a una sociedad anónima que respondía al nombre de
Promomarketing, ambos se observaron
un instante y comprendieron que el hilo del que estaban tirando resultaría
mucho más enrevesado de lo que esperaban. Decidieron que Esteban pasaría parte
de la noche de vigilancia y que el detective volvería a su casa para evitar
mayores problemas, al día siguiente se organizarían e intentarían hacerse con
recursos para realizar una vigilancia más estrecha.
Al regresar a casa, el detective Vázquez no pudo reprimir
una mueca de satisfacción, estaba realmente complacido de la respuesta que
había encontrado en su subordinado y se enorgulleció de que todavía existiese
gente como ellos que no dudaban en implicarse y en poner en peligro su trabajo para conseguir frenar los pies a los
déspotas que les rodeaban. Entró en su hogar y escuchó un grito de alegría de
su hijo, era lo mejor que le había pasado en las últimas semanas.
viernes, noviembre 15, 2013
martes, noviembre 12, 2013
A day in the life
68 tacos no son nada cuando se está en plena forma creativa...
Muchas felicidades.
Muchas felicidades.
lunes, noviembre 11, 2013
En el ángulo muerto Vol. 207
Camino de vuelta
Los limpiaparabrisas parecían a punto de dislocarse, el
detective Vázquez había dejado el coche prestado en la central y, después de
recoger el suyo, intentaba recortar el tiempo perdido circulando a toda
velocidad por la autopista. Llevaba la ventanilla abierta pues no había sido
capaz de resistir la tentación de encender un cigarro, la lluvia caía sobre él
pero ya estaba empapado después de sufrir la inclemente meteorología durante
horas. Después de pensarlo bien consideró que tampoco era mala cosa el llegar
empapado a casa, así tendría mayor verosimilitud a la hora de excusarse. Podía
decirle a Eva que había estado realizando una importante vigilancia y que había
aguantado estoicamente bajo el chaparrón, quizás de esta manera se apiadase de
él y al menos esa noche podría ir a la cama sin tanto remordimiento.
Aparcó frente a su hogar, no merecía la pena abrir el garaje
de la casa baja donde vivían. Se habían instalado, poco antes de la llegada de
su hijo en una zona residencial a las afueras de la ciudad. Aunque,
lamentablemente, los problemas económicos habían provocado que esos terrenos se
quedasen a medio construir por lo que se encontraban aislados con unos pocos
vecinos con los que no hacían vida. Se quedó un segundo sentado dentro, la luz
del salón estaba encendida y tenía claro que había llegado la hora de ofrecer
unas cuantas aclaraciones. La acera de tierra y el esqueleto de los edificios a
medio construir ofrecían la viva imagen de su matrimonio; una ruina a punto de
desmoronarse debido a su dedicación al trabajo. Pero, ¿qué podía hacer? Era
incapaz de pasar por encima de lo que sabía, si hiciese algo así no podría
mirarse al espejo y acabaría cayendo en la locura. Así que, por descabellado
que pareciese, prefería poner en peligro su vida de pareja antes que no
perseguir a don Manuel. Saliendo del coche cayó en la cuenta de algo en lo que
no había reparado, ¿cuál era el motivo por el que don Manuel no se refugiaba en
su hogar hasta la siguiente comparecencia? Algo no encajaba.
Cuando abrió la puerta Eva estaba leyendo en el sofá del
salón, ni siquiera levantó la vista del
libro que tenía en el regazo. El detective se acercó y se sentó a su lado, la
abrazó y la besó sin que ella mostrase ninguna emoción. Se sentía sola y
deprimida, no tenía la menor duda de que esa existencia alejada de los suyos
cuidando de un bebé estaba pasándole factura. Le expuso la situación y cerró el
libro para atenderle, su rostro no aparentaba ningún interés en las
explicaciones que estaba recibiendo. Simplemente, cuando Vázquez terminó el
esclarecimiento, dijo lacónicamente: -Está bien, no hay ningún problema. ¿Nos
vamos a dormir? Esa contestación le hizo más daño que cualquier otra actitud
que pudiese mantener en su contra, casi prefería los gritos de la otra noche
que al menos denotaban algo de lucha por esa pareja. Le daba la impresión de
que se había rendido, de que no quería esforzarse más. Se acercó al borde de la
cuna, Marcos respiraba acompasadamente en la penumbra ofreciendo el paradigma
de la tranquilidad. Se puso el pijama y se metió en la cama junto a Eva,
suspiró y procuró dormir pues en poco tiempo tendría que estar de nuevo en la
calle.
No fue consciente del momento en el que se durmió, su mente
bullía con las múltiples posibilidades que ofrecía la investigación. En su
opinión, cuando resolviese ese asunto todo lo demás iría rodado y podría volver
a encauzar su ámbito privado. No le cuadraba el hecho de que su presa hubiese
alquilado un palacete en pleno centro y, ajeno a las explicaciones sencillas,
ponía en duda que se tratase de un simple ardid para acostarse con prostitutas
pues estaba claro que eso podía hacerlo de manera más sencilla. Quizás
estuviese preparando algo, no lo tenía claro pero lo que sí había quedado
patente es que necesitaría ayuda y medios para continuar con la investigación.
Consideró que la manera convencional de presentar un informe para que
autorizasen el seguimiento no era suficiente, tendría que aunar su esfuerzo
personal con todo aquello que le brindase el departamento. Esa noche tomó la decisión
de hablar con su compañero, el agente Esteban. Si lograba convencerle quizás
podrían hacer un buen trabajo entre los dos.
Nacho Valdés
viernes, noviembre 08, 2013
lunes, noviembre 04, 2013
En el ángulo muerto Vol. 206
Sesión doble
Desde que sonó el despertador ya tenía claro que doblaría
turno, había inventado la excusa perfecta para conseguir un vehículo camuflado
y también sabía lo que diría para poder deshacerse de su compañero y trabajar
en solitario en lo que ya se le antojaba como el caso de su vida. Por su parte,
Eva seguía malhumorada, aunque la retahíla de disculpas que se había fingido
había apaciguado ligeramente su ánimo. A Marcos no había podido verle más que
durmiendo, acurrucado en su cuna mientras su mente no era capaz de concentrarse
en la belleza que tenía delante. Le dolía enormemente el hecho de perderse esa
etapa aunque, cuando lo pensaba fríamente, más le dolía que en el mundo
existiese gente como don Manuel que actuaba a su antojo sin detenerse a
considerar el efecto de sus acciones. Personas despreciables que no tenía la
más remota idea de cómo eran capaces de dormir tranquilos; les repudiaba
profundamente.
El día fue duro y, si bien trabajó con la resolución
habitual, no paraba de unir cabos en relación a don Manuel. La trama era
complicada, de eso no había duda, pero tenía la intuición, que no podía
respaldar con evidencias, de que si tiraba del hilo comenzarían a salir peces
gordos como si hubiese tirado una línea cargada de cebo. Aún así, debía tener
cuidado pues no se le escapaba el hecho de que alguien como ese tipo podía
borrarle del mapa de un plumazo. No es que temiese por su vida, más bien se
trataba de alguien que podía acabar con su carrera y trayectoria privándole así
de la posibilidad de mantener a los suyos. Esa imagen le produjo un escalofrío.
Cuando terminó su turno, se deshizo de su compañero y con la
disculpa de una comprobación rutinaria se llevó un vehículo camuflado para
apostarse frente al palacete. Apagó las luces del coche y enseguida se le
antojó un cigarro, lo encendió en la oscuridad y el habitáculo se iluminó
brevemente. Con cada calada surgía un resplandor rojizo, efímero y precario; le
recordaba a su situación. Expulsó el humo con fruición, paladeando su intenso
sabor y observando distraído como se disipaba en formas extrañas. La lluvia
comenzó a caer con fuerza, sin avisar; se desató una tormenta intensa como la
de la noche anterior. Recordó a Eva, le había prometido que iría temprano pero
tenía que saber si don Manuel seguía en la vivienda pues hasta ese momento era
la única información que era capaz de entresacar. Seguro que esa noche volvía a
tener problemas, de eso no tenía ninguna duda pero, como siempre, lo que más le
dolía era no poder acostar a su hijo. Cerró los ojos con fuerza y se imaginó un
futuro mejor, su cuerpo se vació de energía y se le hizo un nudo en la
garganta.
El tiempo transcurría con lentitud, no tenía nada que hacer
salvo pensar en su situación y lamentarse de la suerte que le había caído en
desgracia. Es decir, el detective consideraba que su problema no iba más allá
de su forma de ser, si fuese de baja catadura moral como la mayoría de sus
compañeros en esos momentos estaría en su casa en lugar de helado en mitad de
la noche. Para colmo de males la goma de la puerta dejaba entrar algo de agua,
se había formado una pequeña gotera que de manera persistente e irremisible iba
empapando su camisa. Justo en ese instante, cuando estaba maldiciendo su fortuna,
las cortinas del piso que vigilaba se
descorrieron. Reconoció a uno de los guardaespaldas de don Manuel,
buscaban algo en la calle por lo que el detective Vázquez se alarmó ante la
posibilidad de que le descubriesen. No era él a quien buscaban, un taxi aparcó
en la puerta y se quedó bajo el vendaval con las luces de emergencia
conectadas. Eran muchos años de vigilancia y enseguida se dio cuenta de qué era
lo que sucedía, una mueca de descreimiento asomó en sus labios. ¿Cómo era
posible que él, una persona íntegra, estuviese a la intemperie mientras ese
tipo se daba la gran vida? Esa clase de detalles enardecían su ánimo.
Estaba en lo cierto, dos guardaespaldas bajaron al portal
con sendos paraguas para escoltar a dos señoritas de compañía hasta la entrada.
Ambas partes fueron profesionales, se notaba el caché elevado de las muchachas,
no se dirigieron la palabra. A los pocos minutos se encendió la luz del
dormitorio, con toda certeza la seguridad se había quedado en el cuarto
adyacente esperando a que su protegido terminase con las chicas. El detective
cerró el puño con fuerza y salió a la central, quizás llegase a tiempo de no
destruir su matrimonio.
Nacho Valdés
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