Husmeando
La tarde era lluviosa y fría, de buena gana se hubiese ido a
casa con su mujer y su bebé mas, el detective Vázquez, sabía que su deber
estaba por encima de su descanso. Para él, la policía era un modo de vida, algo
tan íntimo que no podía renunciar de ninguna manera a lo que hacía aunque le
trajese problemas como los que estaba seguro que tendría esa noche. Le daba igual,
se trataba de un pez gordo y se sentía en la obligación de ir hasta el fondo
del asunto.
Aunque se trataba de una temeridad y algo totalmente
contrario a los cánones policiales, había utilizado su coche particular para
seguir al audi de enorme tamaño que pocas horas antes había ido a recoger a don
Manuel, como le conocían en el ámbito empresarial, a la salida de la penitenciaria
en la que había ingresado no hacía más de diez días. Cuando se enteró de que le
soltaban sin fianza y sin retirarle el pasaporte ardió por dentro como una tea,
el juez había recomendado su puesta en libertad hasta la siguiente vista dada
la imposibilidad de mezclarle en el sórdido asunto que tanto tiempo llevaba
investigando. Algo, que en opinión del detective, estaba más allá de un mero
desfalco, intuía que tocaba muchos más aspectos criminales de lo que era
habitual en ese tipo de delincuentes. Le
daba igual, estaba dispuesto a cualquier sacrificio para desenmascarar a ese
tipo con el que se había cruzado en un par de ocasiones en el curso de sus
pesquisas.
Estaba a una distancia prudencial pero sabía que tenía que
seguirle con cuidado, los tipos que iban con don Manuel eran profesionales y
descubrirían a cualquiera que no fuese al menos algo precavido. Para su
desgracia, Vázquez no había arreglado las escobillas del limpiaparabrisas y
según arreciaba la tormenta su visibilidad era cada vez menor; dudaba entre
acercarse un poco más o dejarle para desde la lejanía rezar porque no se
cruzase en su campo de visión ningún otro vehículo. Se decidió por la primera
opción y, aunque se jugaba el puesto si alguien descubría que estaba realizando
seguimientos ilegales, era mucho más lo que tenía que ganar que lo que podía
perder. Al menos era lo que pensaba. Su carrera, estancada desde hacía años,
tampoco le preocupaba tanto como para dejar que sus principios se derrumbasen
como había sucedido con otros compañeros abandonados a la molicie. Él era
diferente y, si por casualidad daba en el clavo, tenía claro que lograría el
ansiado ascenso que le permitiría hacer una limpia en su departamento para
quedarse con aquellos agentes que realmente querían hacer las cosas bien. Se
concentró en la calzada, la ciudad estaba muy complicada y el tráfico podía
provocar que perdiese a su presa.
Sin que reparasen en él llegaron a una de las zonas más
nobles de la ciudad, edificios bajos y con zonas ajardinadas en pleno centro;
todo un lujo al que solo una minoría podía acceder. El coche que seguía se
metió en el garaje de una finca con aires de palacete y el detective aparcó
frente al portal, había muchos espacios y la zona arbolada le procuraba un
mínimo refugio que esperaba fuese suficiente para no resultar descubierto.
Esperó ansioso mientras encendía un cigarrillo, más tarde se lavaría las manos
y se comería un chicle pues Eva le había prohibido fumar desde que habían
tenido al niño. Abrió la ventanilla y observó la silla del bebé por el espejo
retrovisor, le daba cierto remordimiento pero en los últimos tiempos la tensión
a la que estaba siendo sometido le provocaba una ansiedad que solo era capaz de
paliar dando unas cuantas caladas a un pitillo. Repentinamente, sin darle
prácticamente tiempo a fumar, un ventanal del segundo piso se iluminó y un par
de siluetas se recortaron contra las cortinas. A continuación otra luz se
encendió en un cuarto adyacente.
Había conseguido lo que quería, tenía localizado a don
Manuel y estaba seguro de no haber sido descubierto. Y, aunque no tenía claro
cuál sería la siguiente jugada, al menos podría conocer sus movimientos. Se
puso en marcha, tenía que llegar a la zona residencial donde vivía y era
necesario atravesar toda la ciudad, su hijo estaría bañado y dormido y Eva
enfadada.
Nacho Valdés
1 comentario:
Curioso: he leído antes la segunda entrega que esta primera y me ha gustado. Quizás sea por esa sensación de alivio "...ahora lo entiendo...".
¿Una idea para futuras historias?
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