Resplandeciente
Me encontraba en una pequeña habitación sin acceso al
exterior de un blanco claro y virginal que hacía resplandecer la luminosidad
hasta niveles difíciles de aceptar por el ojo humano. En una cama de hospital
se encontraba un tipo sentado, vestido con un pijama de interno y conectado a
una serie de cables y dispositivos que no tenía ni idea de para qué podían
servir. Me acerqué con precaución y descubrí que estaba totalmente ido, era
ajeno a cualquier estímulo externo y simplemente se mantenía observando al
frente con mirada perdida y los ojos tremendamente abiertos. De la comisura de
sus labios resbalaba un hilo de saliva que había dejado un cerco en su ropa, la
música a volumen atronador parecía tenerle totalmente embobado. En la cabeza,
por varios puntos, tenía electrodos que llegaban hasta una máquina conectada a
un monitor que aparentaba mostrar imágenes difusas e inconexas que no supe
descifrar.
Busqué el origen de la terrible sintonía que estaba
machacando mis oídos y, probablemente, también el cerebro del pobre diablo al
que mantenían cautivo en esa habitación. Puesto que la exploración resultó
infructuosa y las paredes lisas cubiertas de material aislante no parecían ser
el soporte de ningún altavoz o pantalla de sonido, la canción en eterno bucle
aparentaba provenir del entorno, de las paredes inmaculadas. Los dispositivos a
los que estaba conectado el tipo resultaban incomprensibles, estaban repletos
de botones, potenciómetros y gráficas digitales que no cesaban de oscilar en
curvas que subían y bajaban en tiempo real. Mientras, la pantalla revelaba estampas
desdibujadas y difusas de carácter incoherente. Quedaba claro que esa persona
cubierta de cables y elementos electrónicos no estaba pasándolo bien y, aunque
el asunto no iba conmigo, me sentía obligado a prestarle mi ayuda.
Observé con detenimiento al personaje embobado y los
mecanismos a los que estaba unido, no tenía ni la más remota noción de por
dónde empezar así que comencé a apretar los mandos del dispositivo. Fui poco a
poco, con cuidado por si se producían consecuencias imprevistas debido a mi
actuación. Sin embargo, después de apretar y mover aquí y allá conseguí el
primer efecto beneficioso: la sintonía pegadiza y repetitiva que no cesaba se
extinguió dejando todo sumido en el silencio. Me alegré enormemente, estaba a
punto de perder la cabeza por ese maldito sonido y, por lo que parecía, el
paciente cubierto de cables también pareció aliviarse pues su expresión mudó
repentinamente a la desorientación por despertar en un lugar desconocido. El
personaje, después de mirar a su alrededor como si no supiese de qué iba lo que
había sucedido, se quedó profundamente dormido con los ojos en blanco; parecía
acabar de hacer un enorme esfuerzo que le hubiese dejado exhausto.
No me pareció de recibo dejarle ahí de cualquier manera por
lo que le quité los electrodos y le cubrí con la sábana, me daba una tremenda
lástima. Seguí investigando el extraño dispositivo y, después de unos minutos
de ensayo y error, conseguí acceder a un informe que pude leer a través del
monitor. Resultaba que el personaje era un pintor de cierto renombre y con obra
de valor y, por lo que decía la ficha, también estaba siendo sometido a un
tratamiento de desintoxicación con el que se intentaba eliminar una arraigada
poli-toxicomanía. Continué estudiando al aparato y llegué a la conclusión,
después de lograr reproducirlo de nuevo, de que las imágenes difusas que había
visto con anterioridad habían sido extraídas de la mente del hombre que yacía
desfallecido. A Esas alturas tenía claro que a mí me había sucedido algo
parecido.
Estaba pensando en la situación cuando escuché un sonido a
mis espaldas, al darme la vuelta había un hombre en el umbral de la puerta
observándome con expresión anodina. Puesto que no sabía a qué atenerme esperé
unos segundos para comprobar su reacción, no hizo más que tapar la salida y
mirarme estupefacto con ojos vacíos e inexpresivos.
Nacho Valdés
1 comentario:
A mi esa experiencia me suena... "Salvame deluxe"
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