lunes, septiembre 02, 2013

En el ángulo muerto Vol. 197



Sin ideas



Puesto que no tenía nada mejor a lo que agarrarme, achaqué mi laguna creativa al tratamiento que había recibido contra la drogadicción. Supuse, amparado por mi desorientación, que algo tan duro como dejar de lado un aspecto tan radical supondría una especie de trauma que me habría conducido a la sequía en la que me encontraba instalado. Decidí esperar, alejarme del folio en blanco y buscar otros derroteros en los que sentirme cómodo antes de volver a la brega diaria. Por suerte, y gracias a mi anterior capacidad intelectual, tenía múltiples escritos a la espera de ser colocados, era la oportunidad de deshacerme de todo ese material qué no sabía cómo tratar. Y, aunque no me gustaba la idea, no tenía más remedio que dejarme llevar por lo que tenía hecho como recurso para los momentos en los que no podía trabajar debido a mis excesos.
De todas formas, tenía claro que se trataba de una solución que me daría algo de margen, el tiempo justo para volver a centrarme y ser de nuevo alguien en el mundo de las letras. Por suerte, mi tendencia a la perversión desapareció como por arte de magia pues era tal la aprehensión que me suponía mi incapacidad creadora que ese asunto se llevaba todos mis pensamientos y no me dejaba espacio para pensar en nada más. Alguna ventaja tenía que tener volver a convertirme en un tipo normal sin capacidad creativa.
Pasé dos días encerrado en casa poniendo en orden mis cosas y pidiendo comida a domicilio, disfruté bastante por el hecho de que en mi vida anterior nunca tenía un momento de tranquilidad en el que reposar. Me di el gusto de apagar mi teléfono pues no paraba de sonar y no estaba para atender a nadie, debía centrarme en la búsqueda de una salida para el atolladero en el que me había visto envuelto. Cuando pasaron esas dos jornadas de calma me volví a enfrentar a la pantalla tintineante de mi portátil, quería escribir algo que me diese pie a hacer algo brillante, un pequeño texto que fuese el preludio para conseguir abrir de nuevo el caudal artístico que confiaba que siguiese vivo. Fue imposible, me quedé paralizado y comencé a preocuparme enormemente pues el pánico me atenazó de tal manera que no fui capaz de teclear absolutamente nada.
Debía alterar mi estrategia, encontrarme con una situación que resultase motivara y que estimulase mi instinto en una dirección positiva. Conecté mi móvil y comprobé que mi agente me había llamado en infinidad de ocasiones, confié en que él tuviese alguna oportunidad para brindarme. Le devolví la llamada y, sin darle demasiadas explicaciones por mi ausencia, le pedí que me reportase las novedades que pudiese tener en relación a mi carrera. Después de hablarme de plazos de entregas y demás asuntos en los que no quería meterme, me ofreció las primicias en las que podía embarcarme para redondear mis ingresos. De todo lo que había sobre la mesa decidí decantarme por una tertulia en la televisión autonómica, se trataría de un dinero fácil en un nivel en el que brillaría con facilidad a tenor de los nombres que ya estaban confirmados para participar. Consideré adecuado comenzar por algo sencillo, un lugar en el que la mediocridad me permitiera recuperar la seguridad y en el que por añadidura pudiese humillar a alguno de esos peleles incapaces de escribir nada coherente y de calidad.
Ya me frotaba las manos, esperaba poder vapulear a alguno de esos gusanos de la televisión y con ese fin me preparé superficialmente el tema planteado. Todo giraría en torno a las políticas europeas de dinamización de la economía y, puesto que no estaba en mi mejor momento, me empapé como pude con la prensa a la que no había atendido durante mi convalecencia. Sin embargo, algo extraño sucedía, de mi cabeza no surgía ninguna de las agudas argumentaciones de las que solía hacer gala y un temor latente a hacer el ridículo comenzó a embargarme. Según se acercaba la hora de la intervención me ponía más y más nervioso y los que hasta hacía poco me habían resultado muñecos de trapo se me antojaban enormes oradores contra los que no tendría ninguna oportunidad. Estaba realmente turbado pero decidí seguir adelante, no podía hacer otra cosa pues en caso de no comparecer alcanzaría el más absoluto de los desprestigios en un solo movimiento.

Nacho Valdés

2 comentarios:

raposu dijo...

Ha sido un largo paréntesis, pero todo se acaba... ¿o todo empieza?

Bienvenidos.

Sergio dijo...

Esperemos que sea un comienzo....esta vez en la distancia....

Saludos