lunes, abril 22, 2013

En el ángulo muerto Vol. 187



Negocios lícitos


La población no recuperó el pulso hasta que pasó un tiempo considerable, la vida parecía haberse apagado repentinamente y las calles dejaron de bullir de actividad comercial y gente paseando. Existía un profundo temor e incluso hubo familias enteras que abandonaron la región aunque, como es habitual en este tipo de situaciones, siempre había alguno dispuesto a ocupar el espacio que quedaba vacante.
Tommaso seguía haciendo valer su ley, recibía ingresos de todos los negocios y transacciones que se producían y si alguien intentaba evitar el pago era duramente reprimido. Uno de estos era Domenico, se había levantado contra la situación de manera silenciosa, ni tan siquiera lo había comentado con su mujer ni con su hijo que trabajaba con él. Simplemente se negó a pagar, todos los días acudía a su carnicería, despedazaba las reses que llegaban y despachaba intentando prosperar en esa zona rural. Nadie parecía reparar en él y, de hecho, era una persona respetada que siempre era bien recibida en la tertulia de la cantina. Fue de los pocos que continuó acudiendo a tomar un vino después de la jornada laboral tras los aciagos acontecimientos que se habían producido. Sabía que su suerte no podía durar demasiado y que en cuanto se tranquilizase el ambiente volverían a reclamarle el fruto de su esfuerzo, aún así no tenía miedo, tenía la extraña convicción de que su modo de vida humilde y honrado le conduciría de manera natural a alguna solución en la que no se incluyese la violencia.
Sin embargo, Taormina se había convertido en un lugar ajeno a la justicia que Domenico consideraba universal. El día en que apareció Giordano por la puerta tuvo claro que tendría que hacer frente a la realidad que venía fraguándose desde tiempo atrás. El sicario, que había alcanzado cierto estatus tras recibir uno de los disparos que iban dedicados a Tommaso, esperó pacientemente hasta que el negocio se vació y cerró la puerta a su paso con el pestillo. El carnicero hizo caso omiso a la provocación y, después de dejar la macheta y lo que estaba haciendo, salió del mostrador y volvió a abrir su tienda. Aunque solo habían transcurrido escasos minutos, la mitad del pueblo ya sabía que se trataba de una persona más muerta que viva y las calles habían comenzado a vaciarse ante la posibilidad de recibir una bala perdida. Giordano, que en ese instante vio como su autoridad era socavada de manera fragrante, se acercó  a la caja registradora y abriéndola con violencia comenzó a llenar sus bolsillos con la escasa recaudación que se había conseguido durante la jornada. Ese fue el día en el que recibió su apodo del Tres dedos, cuando quiso darse la vuelta para amenazar a Domenico la macheta de éste ya volaba desde el cordero que despedazaba hasta la mano que el intruso había apoyado en el tablero que hacía las veces de mostrador. El meñique y el anular se quedaron sobre la madera y así la mano de Giordano quedó mutilada para siempre. Comentan que el carnicero tenía una habilidad especial con sus cuchillos y que nunca erraba un golpe por lo que se consideraba que fue magnánimo al dejarle la extremidad utilizable, otros comentaron que simplemente se trató de un error de cálculo por la tensión que estaba produciéndose. Más allá de cualquier consideración, la realidad es que el intruso fue expulsado a empellones mientras sus dedos reposaban en la tienda del carnicero.
Como si nada hubiese sucedido, Domenico echó los restos humanos con los desechos de casquería y continuó trabajando con normalidad. El otro salió maldiciendo y procurando frenar la hemorragia mientras soltaba amenazas y exabruptos que hicieron temblar a todos salvo al carnicero que se mantenía ocupado preparando la carne para el siguiente cliente. Nadie en  Taormina dio una lira por su vida, todos sabían que era un cadáver animado pero, sin embargo, aunque todos le conocían, nadie hizo nada por evitar el triste final que sabían que se avecinaba. Se limitaron a cerrar sus puertas y a mirar por la ventana mientras la macheta caía una y otra vez sobre las piezas que preparaba para vender.

 Nacho Valdés

2 comentarios:

raposu dijo...

Domenico en realidad debe ser Clark Kent...

laura dijo...

Madre mía cariño, parece El Padrino. Qué intriga!
Un beso.
Laura.