Más allá de cualquier consideración
El señor Durán estaba deseando que su cliente saliese de su
despacho, había roto la barrera de la profesionalidad y no sabía a dónde le
conduciría el giro que estaba produciéndose en los acontecimientos. Por su
parte, Maribel esperaba respuesta para la pregunta que había lanzado.
-
Bueno, será mejor que acordemos la forma de pago
y ya me contará si quiere que sigamos indagando sobre este tema.
-
¿No podríamos arreglarlo de otra manera?
La insinuación había dado paso a una declaración de
intenciones diáfana y sin dobleces, el ex-policía no quería mezclarse con
asuntos ajenos que pudiesen enturbiar su carrera. Se levantó con ímpetu e
intentó esquivar a Maribel que se había plantado a su lado, al ver que no se
movía espero unos instantes que aprovechó la mujer para acercarse
descaradamente al investigador.
-
Yo creo –dijo ella- que con un poco de voluntad
podemos arreglar este asunto de forma satisfactoria para los dos. ¿No le
parece?
La mano de Maribel se había posado en el pecho del señor
Durán y descendía lentamente aunque con determinación hacia su entrepierna,
éste la apartó con delicadeza aunque determinado a no dejarse doblegar.
-
Únicamente se me ocurre una forma de arreglar
esto, págueme el dinero que me debe y si quiere algún otro servicio no tiene
más que pedírmelo.
-
Es la primera vez que me rechazan así –dijo la
cliente sorprendida mientras se abrochaba el último botón de su blusa-, creo
que está cometiendo un error y cuando quiera reconsiderarlo no habrá marcha
atrás.
-
Me hago cargo, ¿cómo prefiere pagar? ¿Efectivo?
-
Todavía no he terminado… -la mujer hizo una
pausa- me gustaría seguir teniéndole contratado aunque de manera discreta.
-
La discreción es lo caracteriza a mi
organización, ¿qué es lo que desea?
-
Es un asunto delicado aunque, visto lo visto, no
sé si querrá aceptar el encargo.
-
Será mejor que me lo aclare y así podremos
determinar si podemos prestarle el servicio que demanda.
Maribel volvió a la butaca que ocupaba en un principio, se
sentó y adquirió una pose formal que se alejaba de la actitud díscola que había
mantenido en la primera parte de la reunión. El señor Durán creía intuir lo que
la mujer quería pero esperaba escucharlo de esos labios cubiertos de carmín
rojo.
-
Por lo que hemos hablado parece que usted sabe
mucho sobre estos temas.
-
Bueno, llevo muchos años en el negocio. ¿Qué es
lo que necesita?
-
Necesito de sus contactos.
-
¿Con qué fin?
-
Quiero que alguien acabe con Enrique.
-
¿Está diciendo que quiere que asesinemos a su
marido?
La mujer valoró que acababa de tocar fondo, imaginó que la
siguiente parada del periplo que había emprendido le llevaría a la comisaría y
a declarar en relación a sus intenciones homicidas. Intentó escrutar la
expresión del hombre que tenía delante para determinar su reacción pero no le
fue posible, pues se mantuvo impasible durante unos segundos sin pronunciarse
hasta que dijo: - Está bien, todo depende de lo que esté dispuesta a pagar.
En ese instante Maribel sonrió y se relajó por
completo, solo tendría que reunir el
dinero suficiente para fulminar al gusano que le había arruinado la vida.
Consideró que, independientemente del precio, era algo que merecía la pena.
Nacho Valdés
2 comentarios:
El señor Durán es rarito?
Ja! Qué bueno. Entre unas cosas y otras acabaré abrazando la misoginia como dogma de fe. Viva Semónides de Amorgos!
Publicar un comentario