jueves, febrero 21, 2013

Werther vive en mi

…caminar el estrecho sendero pavimentado de palabras hasta uno mismo y después volver con la tragedia del papel en blanco. Intentar que las musas se sonrojen y muestren sus brillos eléctricos a los ojos curiosos. Cuidar el pasado como el pelo de una gata persa, redefinir el futuro cada mañana al igual que un pájaro que vuela con el aire en contra. Esa era la agenda de tareas que barajaba aquella mañana de marzo mientras esperaba un simple giro del destino. Estaba sentado sobre un montón de nada sosteniendo en una mano la madrugada del lunes y en la otra el verano en la costa. Soñaba con los ojos abiertos por las manos expertas de un cirujano. Me decía: ese tren es el correcto, esa vía es de escape… pero al final las mismas cartas que repartía son las que me devolvía el destino. Qué extraño juego este de enfrentarse a uno mismo sin ánimo de revancha, sin ganas de pasar página, sin el estigma de los chicos frágiles de cuerpos celestes. Observaba la estación llena de maletas sin dueño, de asientos llenos ocupados de vacío, de conversaciones sordas y cafés fríos. Pensé en todos esos viajes, que a cierta hora de la noche, todo el mundo emprende. Dejen sus almas en el vagón escoba gritaban por los altavoces voces muertas como risas enlatadas. La mía estaba limpia y con doble capa de pintura. Me había asegurado de empezar el viaje con el molde del amor preparado para su entrega. Se apagaron las luces y los trenes empezaron su marcha fúnebre.. La noche llegó por fin, y con ella un huracán de canciones nuevas.

2 comentarios:

cristina dijo...

Enhorabuena...tu condición de ser hace que escribas estas maravillas

Encantada de leerte

Abrazos

Nacho dijo...

Las musas siempre esquivas y el papel en perpetuo blanco...

Enhorabuena.