lunes, febrero 04, 2013

En el ángulo muerto Vol. 178



Mundo revertido



Tropecé innumerables veces con los obstáculos que había entre los raíles, me caí tantas ocasiones que perdí la cuenta y mi cuerpo se acostumbró a los golpes. Era una cuestión de vida o muerte, de no dejarme coger por esa turba inexpresiva que estaba a punto de alcanzarme. A cada decena de metros una tenue luz indicaba el camino, eran pequeños hitos que iban ofreciendo una ruta que seguir. A lo lejos, el túnel ofrecía la reverberación del tumulto formado por la ingente cantidad de personas que seguían como podían mi paso descontrolado. Me sentía desesperado, totalmente abandonado a mi extraña suerte en un mundo que había alterado sus reglas más elementales. Finalmente, tras un período de tiempo que no sabría determinar pero que se hizo eterno, vislumbré a lo lejos la luminosidad que llegaba del siguiente andén.
Me subí como pude y escapé de las vías, mi cuerpo fofo por la falta de actividad comenzaba a resentirse por los esfuerzos realizados. Me tiré en el suelo y tomé resuello durante un instante, debía estar preparado para seguir huyendo del destino que me había caído en suerte. Por la boca del túnel, negra como una noche cerrada, comenzaron a asomar los perseguidores que estaban decididos a darme alcance. Su rictus continuaba hierático e imperturbable, como si mirasen sin emoción o inteligencia más allá de donde me encontraba. Era tal el estado de turbación en el que estaban inmersos que no eran capaces de subir hasta el andén, quedaron frenados por la diferencia de altura y sin posibilidad de tomar impulso pues estaban sumidos en una especia de ensoñación que les había arrebatado su humanidad. Sonó el siguiente convoy a punto de llegar, no fui capaz de observar como arrollaba a todos esos infelices que se mantenían en esa suspensión de la personalidad.
Reconocí la parada, estaba cercana a mi casa y sabría llegar hasta mi hogar echando una última y prolongada carrera que me pondría al límite de mis capacidades. Estaba decidido a alcanzar mi refugio, el lugar en el que nadie me importunaba y que me permitía huir de la convivencia cotidiana. Mi paso por la estación y las calles aledañas provocaron que una nueva nube de adeptos se uniese a mi causa, parecía ejercer un irrefutable magnetismo sobre todo aquel con el que me cruzase. En cuanto alguien fijaba la vista en mí, inmediatamente perdía su carácter y se convertía en una especie de autómata con una única misión: darme caza con no sé qué propósito. Daba igual, apartaba a la gente a mi paso, sabía que inmediatamente después se volverían contra mí y comenzarían a atosigarme con su presencia anodina y carente de profundidad.
Por fin, tras innumerables problemas y accidentes de aquellos que iban conduciendo y caían en el trance, llegué al portal de mi casa. Las manos me temblaban y no era capaz de encontrar la llave adecuada en el manojo, miré hacia atrás y comprobé como la calle estaba cubierta de gente silenciosa que aparentaba manifestarse contra mi persona. Abrí el portal, me crucé con una vecina a la que eché a empellones a la calle antes de que se transformase y cerré a mi paso, el gentío se quedó en el exterior observando y haciendo presión contra el cristal de entrada que parecía a punto de estallar. Me fui hacia mi piso, subí las escaleras y abrí rápidamente sin dar tiempo a que nadie más se cruzase conmigo.
En seguida me recorrió una sensación de seguridad y tranquilidad, era como haber entrado en un cubil a resguardo de las inclemencias del tiempo que azotaba fuera. Encendí el ordenador, quería comprobar si mis ciberamigos también habían caído en el embrujo que parecía rodearme pero, por el contrario, todo seguía igual. Sin reparar en nada más jugué con ellos hasta la extenuación, necesitaba deshacerme de toda la presión que había acumulado. Cuando hube terminado me sentía tranquilo, relajado y respaldado por los míos. Por supuesto no les conté nada de lo que había sucedido pues no tenía la seguridad de que hubiese acontecido, no tenía claro si era real o simplemente producto de mi imaginación desbordada por los videojuegos.
Como creo que no soy capaz de diferenciar la realidad de la imaginación deberé enfrentarme a lo que me rodea como si de algo cotidiano se tratase y, a pesar de que al mirar por mi ventana comprobé como la muchedumbre seguía esperándome, he tomado la firme decisión de volver mañana a primera hora al trabajo. No creo que sea para tanto vivir rodeado de estos observadores silenciosos.
Nacho Valdés

3 comentarios:

Sergio dijo...

Me gusta pero creo que me molaría más si no estuviese escrito en primera persona. Hay juicios que quedan extraños dichos por el propio personaje como por ejemplo "...Como creo que no soy capaz de diferenciar la realidad de la imaginación deberé enfrentarme a lo que me rodea como si de algo cotidiano se tratase..."
Pienso que uan reflexión de este tipo quedaría mejor vista desde un narrador, pero claro solo es mi opinión.

Buena historia...

Muchacho_Electrico dijo...

A mi se me esta haciendo demasiado largo. Quiero saber el final YA.

raposu dijo...

O mucho me equivoco, o estamos de nuevo ante un finalis interruptus, o sea que el relato cree que ha terminado y sus lectores creemos que no... ¿que opinará su creador?