En proceso
Sobre la mesa del despacho se desplegaban fotos y documentos que, en apariencia,
demostraban que su marido continuaba con vida. Era algo increíble, algo que no
había podido llegar a entender cuando el ex-inspector de policía, el señor
Durán, se lo hizo patente con todos los legajos que había acumulado. Maribel se
mantenía incrédula, no entraba en su esquema de creencias que pudiese haber
sido víctima de una traición tan rastrera como la que parecía haber sufrido.
Que ella supiese, Enrique no era así pero, por lo visto, se trataba de una
persona mucho más complicada de lo que pensaba.
-
Mire estas fotos, son recientes. Las tomamos la
semana pasada en Singapur –el hombre hizo una pausa para que la mujer se recompusiese
después de la revelación-, como puede comprobar se le ve perfectamente.
Maribel no daba crédito, alguien muy parecido a Enrique
parecía caminar despreocupado por una abarrotada calle poblada de gente
oriental. Por añadidura, de su brazo colgaba una jovencita que no aparentaba
tener más de veinte años y que mostraba una actitud risueña y sugerente. Las fotografías
podían pasarse a cierta velocidad y daban sensación de movimiento ofreciendo
una idea de la complicidad que existía entre las dos personas. Sin embargo algo
fallaba, no llegaba a creerse que eso fuese posible, que algo así le estuviese
pasando.
-
No es posible, este no es mi marido. Enrique
está muerto –la mujer ahogo un sollozo-, no puede ser verdad.
El señor Durán le dedicó una mirada compasiva, ya eran
muchos años en el oficio y no eran pocas las ocasiones en las que había sido
testigo de situaciones como la que estaba notificando.
-
Lo mejor es que se tome unos días para procesar
todo lo que está sucediendo y después venga a verme.
-
Pero, es que no puedo creérmelo –Maribel,
haciendo gala de un acusado pundonor ya se había repuesto-, cómo es posible que
nos haya dejado abandonados fingiendo su propia muerte. Es algo increíble
que deje a su familia y sus dos hijos
abandonados a su suerte.
-
Bueno, por lo que me ha contado usted figura
como heredera universal y tiene acceso a la gestión de las empresas que dejó en
activo.
-
Estamos en bancarrota… lo más probable es que si
esto sigue así acabemos en la calle.
-
Seguro que pueden salir adelante –el
investigador se expresó sin convicción, dejándose llevar por los
convencionalismos que solían utilizarse en ese tipo de situaciones-, algo habrá
que pueda hacer para remontar esta mala racha.
-
Lo único que puedo hacer es fingir mi propia
muerte y esquivar a los acreedores –repuso sin atisbo de ironía-. De todas
formas, este asunto no me cuadra. La persona que han fotografiado tiene un aire
a Enrique pero algo en esa persona es diferente… no sé, algo no me cuadra.
-
Probablemente su marido se haya operado –el
señor Durán no pretendía herir la sensibilidad de su cliente pero, desde su
punto de vista, el cambio crucial se encontraba en la liberación que su presa
consideraba haber alcanzado-, suele ser algo cotidiano en este tipo de casos.
Cuando alguien quiere desaparecer suele cambiar de aspecto, de hábitos… en fin,
incluso de país como ha podido usted comprobar.
-
Necesito que me explique todo, necesito
comprender qué es lo que ha sucedido para que me vea metida en algo como esto.
-
No se preocupe, tenemos tiempo de discutir sobre
este asunto. ¿Quiere usted un café?
-
No, gracias –respondió Maribel-. Preferiría no
ponerme más nerviosa.
-
Como desee –repuso el otro.
El ex-policía se levantó con parsimonia y se acercó hasta la
máquina de café, esos movimientos medidos y cautelosos indicaban que estaba
pensando cómo poner en claro el caso que le había tocado investigar.
Nacho Valdés
3 comentarios:
Maribel, Maribel...no te amrgues la vida y asienta tu culazo en mis rodillas...
Eso dice Jaime Urrutia y si lo dice Jaime es verdad....
A ver qué sucio trato hay detrás de esas fotos...
Un principio que anima a seguir leyendo...
Interesante comienzo, espero que el marido no acabe sacando un disco como el Dioni.
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