lunes, julio 09, 2012

En el ángulo muerto Vol. 154



Primer enfrentamiento

Tal y como habíamos acordado, cuando toda la empresa estaba sumida en su trabajo cotidiano, comenzó la operación. El soplo que habíamos logrado a través de la mujer de la limpieza, que estaba incluida en nuestro servicio de inteligencia, nos había indicado que la jefatura tenía una importante reunión en las oficinas centrales y no se acercarían hasta el edificio por lo menos hasta la tarde. Producción, por su parte, tenía importantes encargos que cumplir por lo que supuestamente estarían absortos en sus tareas. Los comerciales estábamos también en un maremágnum de entregas y plazos pero, por el bien de la cruzada que habíamos iniciado, los habíamos dejado de lado para evitar que no se nos pasase una oportunidad tan adecuada para acabar con esos engreídos.
En el momento conveniente todo se puso en marcha, solo tuvimos que echar un vistazo por encima de nuestros monitores y, como si de una orquesta se tratase todo comenzó a funcionar. En un principio fue algo imperceptible, solamente yo, que era el que conocía todos los detalles del golpe que teníamos entre manos, sabía lo que iba a hacer cada intérprete. La primera fue la señorita Vázquez, no me costó demasiado disuadirla para que utilizase su tremenda anatomía como un arma de distracción. Debo reconocer que en la conversación que mantuvimos me dejé llevar por la épica y la equipare con las atractivas espías que habían servido como agentes dobles durante la guerra fría, la analogía dio resultado y había acudido tal y como lo había proyectado. Se había puesto una favorecedora falda corta que dejaba ver sus piernas y una blusa que, con un uso adecuado de los botones, llamaba la atención de manera espectacular. De todas formas, y para no disparar las alarmas desde un primer momento, le había indicado que se cubriese con una rebeca hasta el momento señalado. Además, era un día frío y por supuesto había estudiado previamente las condiciones meteorológicas, no quería que alguien demasiado sagaz sospechase antes de tiempo. Cuando la miré fijamente justo le había mandado el correo electrónico que suponía la señal para el comienzo de la maniobra. Ella, por su parte, mandaría un mail a Rodríguez para que se pusiese en marcha. Todo dependía de la milimétrica composición que había orquestado en mi mente.
La señorita Vázquez se levantó, miró a su alrededor y, tras desabotonarse los dos botones superiores de su blusa, se quitó la rebeca. Las escandalosas formas de su anatomía llamaron la atención de todos los presentes, sobre todo de los hombres que dejaron de trabajar durante un instante para recorrer su cuerpo con la mirada. Rodríguez también se levantó como si se dirigiese al aseo y nuestro reclamo recorrió el pasillo central sobre sus tacones descomunales hacia el puesto de Garrido, el líder natural de producción. A pesar de lo bragado que estaba el tipo para el enfrentamiento directo con compañeros y subalternos, su cara denotaba sorpresa cuando esa mujer espectacular se dirigía hacia él. Todas las cabezas se giraron pues también las mujeres de la planta habían comenzado a cuchichear maliciosamente, los hombres ya llevaban unos instantes absortos. Nuestra doble agente se sentó en el borde la mesa y, con una risa estúpida, comenzó una conversación anodina en un tono elevado para que todos se fijasen en ella; parecían que estaba intentando flirtear y así lo sentía Garrido que sacaba pecho y se pavoneaba. Rodríguez, mientras nadie le observaba, parecía estar llegando a su objetivo para cumplir con su cometido: cortar las comunicaciones. Se acercó disimuladamente al cable de fibra óptica que conectaba producción con el mundo a través de internet y lió su zapato en él para tirar con fuerza y desconectarles. Algo falló, durante un instante pensé que todo se vendría abajo pues sus malditos mocasines, que por cierto siempre me habían parecido horrendos, resbalaron sin cumplir el cometido que tenía nuestra avanzadilla. Sin embargo Rodríguez resultó ser un tipo de recursos y agachó su cuerpo orondo para tirar con sus manos con todas fuerzas, la sonrisa de sus labios me demostró que había sido capaz de inutilizar su router. Y, mientras la señorita Vázquez volvía a su puesto moviendo las caderas, yo me regocijaba de que todo hubiese comenzado con tan buen pie. Solo quedaba continuar con lo planeado para provocar la caída de producción.

Nacho Valdés

1 comentario:

raposu dijo...

¡Es la guerra!.. podrá parecer extraño pero cada vez encuentro más similitudes con cosas que he visto...