Entré en aquella sala buscando a una chica que había visto fugazmente en el metro y que me recordó de una manera casi fotográfica al ángel que saltó junto a mi desde el puente de Machado hasta el rio del camino de Santa Ana. Sin embargo una vez dentro del recinto no encontré a nadie. Solo cuatro paredes blancas que parecían estar esperando pintura y tinta y que me acompañaron en aquel momento de profunda tristeza y melancolía. Me pasa a menudo; creo verte en cualquier parte pero cuando sigo tu estela no encuentro ningún cometa en la cabeza. Hace unos meses me dijeron que te habías mudado a Madrid para buscar un mejor empleo y otra vida. Un poco más tarde me comentaron que habías cambiado Madrid por Berlín para poco después volar hasta Buenos Aries. Allí habías visitado a antiguos amigos en el barrio de Palermo para después perderte por la ruta de Cortázar. Yo, seguí todos esos trayectos en mi cabeza tratando de imaginar cómo lo pasarías en cada una de esas ciudades: a quién verías, a quién amarías o cómo te sentirías en esas frías habitaciones de hotel o en los viejos asientos de los aviones. No fui capaz de mimetizarme con todas esas palabras mudas que mi mente producía pero mi boca era incapaz de pronunciar.
Me vacío en la puerta de mi casa con un desconocido: “No puedo olvidarme de ella. Tengo la sangre convertida en mercurio por sus ojos tristes. Me ha crecido al lado del corazón un campo de trigo que cuando sopla el viento es la viva imagen de su pelo de ninfa sin dueño. He recorrido todos estos caminos sin importarme si las suelas de mis zapatos dejaban un rastro de sangre. Y todo lo he hecho por ella.” El tipo extraño y sin rostro me sugiere que quizá sea el momento de dar un paso al costado y abandonar esa estela que persigo; viajar a la velocidad de la luz a otro estanque más tranquilo, sin riesgo de tormenta.
Pero claro, eso sería demasiado aburrido. Así que decido subir al tejado y buscar el cielo. Es entonces cuando comprendo que el cielo tiene más de suelo que de cualquier otra cosa y que siempre fue más fácil dejarse caer que esperar a aprender a volar.
Decido saltar y acabar con todo. Mañana quizá será otro el que empiece la búsqueda donde yo la dejé.
3 comentarios:
Muy bueno compadre... desgarrado y muy cercano al boom latinoamericano.
Me gusta y me deja un poso oscuro a la vez, creo que eso es la escritura: dejar algo en el lector.
Enhorabuena.
Abrazos.
Gracias. Estoy contigo. De eso se trata escribir.
Saludos
Joo que bello pensar en querer así...pero ¿Siempre debe morir alguien es estas partes secretas?
saludos
SILVIA
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