lunes, febrero 27, 2012

En el ángulo muerto Vol. 136



Estío

Los días se acumulaban entre la academia de repaso y la lectura, Rafael no hacía otra cosa y su madre, preocupada, le había obligado a bajar todas las tardes a la calle a que al menos le diese un poco el sol. Le resultaba tremendamente llamativo el hecho de que estuviese blanco como la leche y que no hubiese conseguido nada en lo relativo al bronceado típico del verano. Para ella se trataba de algo significativo, una especie de estigma que llevaba adherido a la piel. Así que, para intentar que socializase e hiciese algo normal, como el resto de adolescentes, le obligaba a que por las tardes se diese una vuelta que, a decir verdad, le hizo coger un tono de piel menos enfermizo. Y, puesto que le obligaba a dejar en casa todo libro, revista o publicación, Rafael pensó que el lugar adecuado para conseguir lectura era en el refugio del falso Hemingway.
Por lo tanto, todas las tardes, después de hacer las tareas tediosas que le encargaban en la academia, salía de su casa para, en teoría, quedar con sus supuestos amigos del barrio. En realidad iba directamente al refugio y, de entre los cientos de libros que se habían ido acumulando, elegía uno y se ponía a leer junto a su nuevo compañero que únicamente asentía con la cabeza cuando le veía y que le sonreía mostrando sus encías putrefactas. A Rafael le daba igual el olor y la desagradable apariencia del doble del gigante americano, de hecho se había acostumbrado y no tenía ningún problema en mantenerse cercano a él. Había conseguido otra caja de fruta y pasaba el rato que le obligaban a estar lejos de su hogar leyendo tranquilamente a la sombra del pasadizo. Entre los innumerables libros que tenía a su disposición, encontró las obras completas del Ernest Hemingway y consideró que ese sería un buen verano para ponerse al día con el malogrado escritor. Por su parte, el vagabundo había disminuido el tiempo que dedicaba a la lectura y tenía un aspecto un tanto desmejorado. El peso que había cogido durante la primavera parecía estar esfumándose y, aunque aún no se notaba demasiado, tenía pinta de estar adelgazando. Rafael tampoco pensaba demasiado en ese asunto pero lo achacó al calor o quizás a la mala alimentación del individuo y, como tampoco hablaban, consideró que sería mejor no hacer nada pues ese hombre parecía saber salir solo de cualquier atolladero. Cuando la gente pasaba a su lado se quedaba mirando a la extraña pareja formada por un adolescente y un sin techo barbudo y orondo, resultaban bastante llamativos pero ninguno de los dos reparaba en las personas que de vez en cuando se quedaban unos instantes observándoles.
Por supuesto, los informes que llegaban de la academia no eran demasiado halagüeños. Los profesores con los que trataba no se habían tomado la molestia de conocerle y consideraban que, de seguir el verano como estaba desarrollándose, no conseguiría nada positivo en la convocatoria de septiembre. Sus padres sometieron a Rafael a un intenso interrogatorio del que no sacaron nada en claro pues contestaba con evasivas y era su madre la que ponía en su boca un mensaje que, aunque exagerado, se correspondía más o menos con la realidad. El resumen podría ser que todo lo relativo al instituto le daba exactamente igual con el agravante de haber caído en manos de la perniciosa lectura, como si se tratase de un moderno Alonso Quijano. En definitiva, que no tenía ningún interés por el grueso de las materias y que únicamente las que incluían algo de redacción y lectura le resultaban estimulantes. La culpabilidad de todo fue achacada al vicio lector que Rafael tenía y esto le resultó tremendamente llamativo pues, según lo que oía, el resto de chicos de su edad tenían el problema contrario. No leían absolutamente nada y no eran capaces de expresarse con corrección; justo lo opuesto a él. En definitiva, fue castigado a no acercarse a nada impreso que le permitiese leer.
Le daba igual, solo tenía que ir con su compañero y servirse. Así que seguía en la misma situación que antes, disfrutando de su pasión sin tener que plegarse a las exigencias de los mediocres adultos que le rodeaban y exigían rendimiento en los estúpidos campos que ellos creían importantes. De todas maneras y, puesto que su madre le conocía, una de las tardes le siguió y le sorprendió leyendo junto al cada vez más desmejorado falso escritor americano. La sorpresa de ambos fue mayúscula y Rafael fue arrastrado del brazo hasta su casa a la espera de la llegada de su padre para tratar el tema.

Nacho Valdés

5 comentarios:

laura dijo...

Uf, menuda pillada le han hecho al pobre Rafel. Aunque lo sorprendente es que se enfaden porque el pobre lea. Cariño, la historia me gusta cada vez más y me parece muy gracioso imaginar a la extraña pareja leyendo en ese refugio de libros.
Un besazo.
Laura.

Muchacho_Electrico dijo...

"intenso interrogatorio del que no sacaron nada en claro pues contestaba con evasivas" punto en común entre Rafael y Urdangarín.

Sergio dijo...

Me da a mi que Urdanga tiene más mierda encima que el falso Ernest

raposu dijo...

malas lecturas y malas compañías... el días menos pensado pillamos a Rafael en medio de unos tocamientos torpes...

Anónimo dijo...

Estoy bastante desconectado del blog desde hace tiempo y me alegra encontrarme que sigue creciendo y creciendo.

Que buen sabor de boca para este miércoles tan aburrido...

GDB