lunes, enero 31, 2011

En el ángulo muerto Vol. 88




Tensión

Me alejé siguiendo la carretera que me devolvía a la civilización, cuando comenzó a llover lo consideré como un alivio puesto que pude embozarme para evitar que nadie me reconociese. Maldije una y otra vez al maldito viejo nazi que, con toda probabilidad, me había arruinado la vida. Pensé que quizás tenía que haberme plegado a sus peticiones, qué más daba si ya me veía en la cárcel con una hilera de presos haciendo cola para dormir conmigo. Seguramente hubiese sido mejor perder mi virginidad con un anciano que no creo que se le levantase y no con un puñado de marginados sociales que me llevarían a la fuerza hasta su catre; solo de pensarlo me dieron ganas de vomitar, cosa que hice en el arcén pocos pasos después debido a los nervios y los restos de alcohol que todavía me mantenían en un estado de ensoñación del que no era capaz de salir.
El camino de vuelta se me estaba haciendo increíblemente complicado, como si la población se hubiese desplazado misteriosamente unos cuantos kilómetros más lejos. Además, estaba empezando a desarrollar cierta paranoia pues cada sonido de vehículo que escuchaba provocaba que me asaltase la idea de que inmediatamente iba ser detenido y llevado a prisión para servir de mascota a tipos llenos de tatuajes. Tuve que hacer un alto en el camino, salir un instante de la vereda y sentarme sobre una piedra mientras mi ropa se empapaba por la llovizna. Decidí poner mis ideas en orden antes de continuar, no podía volver a mi vida cotidiana sin elaborar una coartada que me ayudase a salir del atolladero en que me había visto involucrado. Lo más seguro, por lo menos desde mi punto de vista, era encomendarme a los buenos consejos de Roberto y rezar por que nadie me relacionase con el puto nazi que, hasta donde yo sabía, seguía tirado en su museo al fanatismo. No era capaz de que se me ocurriese nada, ninguna excusa para justificar que estuviese caminando solo por la carretera mientras me mojaba hasta el tuétano. Por suerte, y sin que yo lo esperase pues mis ideas pesimistas habían hecho fuertes a cada paso que daba, logré llegar a mi casa sin que me cruzase con nadie que yo conociese. Cuando estuve en el calor de mi hogar recapacité acerca de los coches y personas con las que me había cruzado; estaba claro que con nadie cercano que pudiese identificarme de un golpe de vista estaba más o menos seguro; de lo que no tenía ni idea era de si alguien me había reconocido sin que yo me diese cuenta. Aún con todo, en cuanto me quité la ropa mojada y me metí bajo la ducha, mi situación me pareció un tanto más amable.
Lo primero que hice fue llamar a Roberto y aunque no respondía, debía estar liado con algo, yo insistí como si me tratase de un demente. Perdí la cuenta de los mensajes de voz que le fui dejando mientras observaba mi calle por la ventana a la espera de que un coche patrulla me llevase a declarar. Por suerte no sucedió nada, ni Roberto me cogió el teléfono, ni apareció ningún policía con ánimo de interrogarme. De todas formas, por fin pensaba fríamente, eran pocos los vínculos que tenía con el anciano. El nexo más evidente era que mi abuela había trabajado en su casa hacía prácticamente medio siglo y, para mi descarga, nadie podría corroborar esa historia. Por otro lado, y eso sí que me resultaba interesante, tenía por fin una historia entre manos. No sé a dónde me llevaría pero estaba claro que la investigación sobre mi abuelo estaba creciendo por sí sola, por mi parte únicamente tendría que hacer una crónica de estos avatares y saltar, de una vez por todas, al ámbito profesional de la escritura. Recapacité unos segundos y caí en la cuenta de que lo más probable es que me tocase cumplir condena pero, ya puestos a vivir experiencias límite que me permitiesen hacerme un literato, no estaba del todo mal. Quizás mi segunda novela podría versar sobre mi paso por la penitenciaría. ¡Qué estúpido y vanidoso podía llegar a ser! No tengo ni idea de cómo se me pudo ocurrir semejante tontería, solo con imaginarme ese proceso ya me puse a temblar. Yo no estaba preparado para algo así. Por suerte, antes de que cayese en una de mis estados abatidos y depresivos, el sonido de mi móvil me hizo volver a la realidad. Era Roberto que por fin me devolvía la llamada.

Nacho Valdés

2 comentarios:

raposu dijo...

La tensión va en aumento y la expectación por ver dónde nos lleva esta historia también.

Lamentablemente en este capitulo no he encontrado forma de incrustar a Muchacho_Electrico, salvo que ya esté detenido por alguna otra causa y esté esperando...

Sergio dijo...

Me mola la historia aunque empieza a caerme un poco mal el prota. Quizá sea porque al estar escrito en primera persona pienso que nos cuenta en exceso sus decisiones y además son siempre demasiado lúcidas. No sé si me explico, quizá con la tercera persona se ganaría en misterio al no tener al protagonista como vehiculo y conductor de sus ansiedades.

Aun así me gusta la historia...