lunes, septiembre 13, 2010

En el ángulo muerto Vol. 71




Decisiones


Tras el descubrimiento que había realizado mi situación comenzó a ser desesperada, me sentía observado por el resto de la tripulación que no deseaba compartir su oscuro secreto. Probablemente, la carga, en caso de que llegase en buenas condiciones, sería entregada en algún puerto remoto para que esas vidas fuesen consumidas en trabajos extremos. Había sido testigo de lo que las bodegas encerraban y, con toda seguridad, yo podía acabar engrosando las filas esclavas que eran transportadas clandestinamente o, aún peor, podía rematar mis días en el lecho marino. La ausencia de camaradería, unida a mi reciente incorporación al barco, hacían de mí un blanco fácil para la paranoia y la manía persecutoria. Me sentía constantemente observado y examinado, algo sencillo de comprender puesto que era el último marinero que se había unido a la tripulación, pero mi interpretación iba más allá y mi mente buscaba otro tipo de explicaciones vinculadas a mi visita a la bodega.
El ambiente entre la marinería iba de mal en peor, los rumores crecían y la ausencia de vientos favorables ralentizaban nuestro avance y nos condenaban a vagar por el océano sin esperanza de llegar a tierra antes de que agotásemos nuestras provisiones. Los pocos hombres que convivíamos en el buque nos dividíamos en dos opiniones; la de los que querían seguir avanzando en pos del destino esquivo y la de los que pensábamos que era mejor volver al atolón en el que había sido recogido tiempo atrás. Mi idea no era la del resto que pensaban que de esa manera podríamos recargar los barriles de líquido y cargar algunos frutos que nos ayudasen a llegar a puerto. Yo, por el contrario, buscaba mi propia subsistencia pues en la embarcación, rodeado de supuestos enemigos no me sentía seguro, prefería volver al peñasco en el que vivía y en el que sí tenía la confianza para seguir esperando una embarcación más favorable. El capitán, sin embargo, no se pronunciaba y seguía esperando un golpe de suerte que nos permitiese acelerar y llegar a algún lugar en el que los marineros pudiesen sentirse más tranquilos. Se había vuelto una figura lejana y pocas veces hablaba con nosotros, se sitúa en su cubierta y oteaba el horizonte persiguiendo el puerto esquivo que no éramos capaces de alcanzar.
De manera discreta vigilaba la carga que teníamos bajo nuestros pies, no sabía cuántos de aquellos hombres y mujeres seguían con vida y cuántos de ellos habían muerto. Con la escasez que sufríamos y los rigores de temperatura que tenían que sufrir bajo la cubierta, estaba seguro de que los más débiles o enfermos habrían sucumbido a la terrible travesía que estábamos viviendo. Sin embargo, eran decenas los sujetos que allí abajo yacían encadenados, con toda probabilidad un gran número todavía se aferraba a su último aliento intentando sobrevivir de cualquier manera. Mis observaciones dieron por fin fruto y, una de las noches que me tocaba hacer una guardia, fui testigo de cómo cargaban agua y comida para llevarla a aquellos pobres diablos que habían sido arrancados drásticamente de su lejana tierra. Con toda seguridad las raciones furtivas que recibían fuesen tremendamente escasas y estuviesen todos abocados a la muerte por inanición, pero no estaba dispuesto a permitirlo y había elaborado un ardid para conseguir cambiar la situación en el buque. Sólo tenía que esperar el momento propicio y no dejar pasar la oportunidad debido al acobardamiento que me producía mi propia idea.


Nacho Valdés

4 comentarios:

Sergio dijo...

He leído algo confuso este relato hasta darme cuenta que forma parte de la saga anterior. Sin embargo, funciona como célula literaria independiente.

Cada vez tus mundos son mas personales. Enhorabuena.

SALUDOS

raposu dijo...

Si, con un ligero toque de humor: "...no deseaba compartir su oscuro secreto..."

Humor negro, por cierto.

Manuela dijo...

Hola!!!
Pues me tiene enganchada esta historia por fascículos...

Y veo que habéis cambiado algunas cosillas para que se lea mejor.

Muchos Besos
Manu

Nacho dijo...

Como bien sabes, amiga, atendemos todas las sugerencias.

Besos.