lunes, junio 14, 2010
En el ángulo muerto Vol. 63
Segundos
No sé cuánto tiempo llevo aquí, me da la impresión de que han sido únicamente unos segundos; un instante que ha pasado rápido, fugaz. Realmente no puedo tener la seguridad de nada de lo que ha sucedido, sigo aturdido y desorientado.
Dedico unos segundos a revisar mi cuerpo, me palpo hasta donde mis manos pueden llegar y no parece que ninguno de los dolores sea extremo. Tengo, más bien, la sensación de estar insensibilizado, como si mis terminaciones nerviosas hubiesen explotado llevándose por delante todo mi sistema sensitivo. Muevo los dedos de los pies, es algo que escuché hace tiempo que se debe hacer en estos casos, no hay ningún problema. Incluso, parece que estoy experimentando una sensación de paz y bienestar de la que nunca antes había sido testigo.
Miro el reloj del salpicadero y no distingo la hora, está destrozado por el impacto y la pantalla de cristal líquido es una mancha negra como la noche que me envuelve. Repaso mentalmente mis horas anteriores para intentar descubrir qué es lo que ha pasado: sé que estuve trabajando, que tomamos unas cervezas en un pueblo cercano y que fui de los primeros en irme. Decidí adelantar mi llegada tomando una de las pistas forestales que une los pueblos, me costaba concentrarme al volante y los párpados acusaban las horas extras que había echado. Recuerdo pensar en pararme, en dejar pasar unos instantes para despejarme, pero mi decisión fue la de llegar a casa y descansar. Después todo está borroso, me duele la cabeza y me cuesta concentrarme.
El coche echa humo, debe ser el radiador que está perdiendo agua sobre el motor. Está caliente, por lo que debo llevar poco tiempo atrapado. Un poco más despejado compruebo en qué posición he quedado, estoy bocabajo, suspendido por el cinturón de seguridad que evita que caiga contra el suelo. El habitáculo está deformado, el volante me oprime el pecho pero no es nada grave, soy consciente de estar entero. Pongo la mano en el techo para evitar golpearme la cabeza, suelto el cinturón y no me muevo, sigo atrapado contra el volante que ahora sí me aprieta demasiado. Siento una punzada de dolor en las costillas, algo profundo e incisivo, muy penetrante. Estiro los brazos en un intento de ganar espacio, empujo con todas mis fuerzas pero a duras penas consigo unos centímetros para poder dar una bocanada de aire. Aspiro profundamente y el dolor me desgarra, toso y escupo algo de sangre; no me preocupo, sólo quiero salir fuera.
Me quedo estático un instante, vuelvo a hacer presión con todas mis extremidades, el asiento se mueve. Continuo apretando, se escucha un crujido, el dolor me desgarra pero cede antes el coche. Ahora estoy sobre el techo, vuelvo a descansar y por primera vez la brisa fresca de la noche me despeja. Siento que algo me chorrea por la cabeza, debe ser sangre que no me molesto en limpiar. Milagrosamente el cristal de mi lado está impoluto, me arrastro hacia la ventanilla del copiloto e intento salir al exterior con grandes esfuerzos. Por ese lado la cubierta aplastada prácticamente no deja margen para que una persona de tamaño normal sea capaz de surgir, me rajo con los cristales rotos pero mi única pretensión es la de alcanzar la salida. Me agarro a los rastrojos de fuera y tiro con fuerza en un intento desesperado por liberarme, agoto todas mis energías y salgo a campo abierto.
Estoy un tiempo indeterminado tumbado, la noche me envuelve y comienzo a sentir frío. Me levanto e inmediatamente me vuelvo a caer, estoy totalmente destrozado, como si hubiese recibido una paliza. Los ojos vuelven a cerrarse por sí solos, a pesar de todo me siento más seguro. Miró las estrellas y comienzan a convertirse en manchas difusas, no soy capaz de concentrarme en nada. Cierro los ojos y me quedo profundamente dormido, lo último que pienso es que al día siguiente todo se resolverá.
Nacho Valdés
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2 comentarios:
Angustioso y oscuro, pero bueno. No sé si describe un accidente o unas vísperas de oposición...
Vaya mal rollo... quin patiment que se dice por aquí. Inquietante hasta el final. Espero que este pobre hombre pueda ver la luz del próximo día.
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