lunes, mayo 24, 2010

En el ángulo muerto Vol. 60


David volvió al lugar que ocupaba en la increíble procesión plagada de personas de todo las procedencias imaginables. En el suelo, sobre las esterillas, estaba María entre las piernas de la gente que la rodeaba. Algunos habían seguido su ejemplo y también se habían sentado, la nieve caía con más fuerza.
- Mira lo que te he traído cariño, comida caliente.
- Muchas gracias. No sé cuánto podré aguantar esto, me parece ridículo lo que estamos haciendo. – Dijo María al tiempo que de su boca salía una columna de vaho.
- Ya me contarás cuando logremos entrar. ¡Vas a alucinar! Me han dicho que no hay nada igual, desde que era un niño tenía ganas de venir, de ver al gran Johnny Guitar en acción.
- No sé que interés puedes tener en ver a un tipo que lleva haciendo lo mismo más de treinta años.
- Pues precisamente por eso, es una leyenda, el mejor concertista de toda la historia. Ya está mayor y no podía dejar pasar la ocasión de verle en directo, en una de estas se retira o se muere.
- ¿Cómo se va a morir de un momento para otro?
- Me dijo el tipo de la comida que pasó hace nada, que murió uno de los bajistas.
- Seguro que se trata del típico rumor para meterle más morbo a este asunto.
- Tú piensa que tocan sin interrupción durante horas, incluso, en ocasiones, durante días enteros. Los artistas luchan entre ellos por comprobar quién es el que tiene más resistencia o es capaz de tocar durante más tiempo sin descansar.
- Todo esto me parece una locura.
- Pues piensa que esto lleva lleno desde que inauguró el show en los años cincuenta, son más de tres generaciones que han disfrutado de multitud de músicos y estilos. Para mí es un sueño hecho realidad. Y todo sin interrupción, sin que en ningún instante dejase de sonar la música.
- En fin, si estoy aquí es por ti. A mí me resulta una soberana estupidez, tremendamente cara y sacrificada.
- Muchas gracias cariño, por hacer el esfuerzo.
- De nada, ya me lo cobraré de alguna manera, porque esto es la mayor locura que he hecho nunca.

La gente alrededor comenzaba a tumbarse, la noche había caído y el cansancio, tras días en la calle comenzaba a hacer mella. María se había dormido acurrucada en el hombro de David, éste comenzó a dejarse vencer por el sueño y cerró los ojos.
Les despertó la claridad de un nuevo día, la nieve no había llegado a cuajar y el cielo estaba despejado. Se levantó con una sonrisa y dejó que María fuese la primera en ir a los baños públicos para asearse, él mientras esperó comiendo unas galletas que tenía entre los víveres. Pensó que no estaría mal acompañarlas por un café, se tocó el pantalón y no encontró la cartera. Respiró hondo, comenzó a mirar por el interior del saco de dormir, en la mochila, en las bolsas, en la cazadora. Cada vez estaba más nervioso, no era posible, no podía ser después de tantos días.
Después de más de quince minutos llegó María con una sonrisa en la boca, David estaba tirado en el suelo con aspecto demacrado.
- ¿Qué es lo que sucede?
- He perdido la cartera y las entradas, todos los días que llevamos aquí no han servido para nada.
- Eres gilipollas. – María no dijo nada más, se dio la vuelta y dejó a David con cara de incomprensión rebuscando entre sus bártulos.

Nacho Valdés

2 comentarios:

Sergio dijo...

El músico infinito y la infinita música. El creador creando los 365 días del año. Me viene a la cabeza el desmayo de Leonard Cohen en Valencia hace unos meses. Un texto muy apropiado pues estamos cerca de ese extraño día llamado "Día de la Música".

Enhorabuena infinita.

raposu dijo...

LLego con la historia empezada, pero eso es una ventaja. Me está gustando mucho.

Casi lamento no haber esperado otra semana...entre otras cosas porque en el barco había un magnifico conjunto de versiones que tocaba cada noche mientras amables camareros servían todo el ron que fueras capaz de pedir.

Nada parecido a las privaciones de nuestros protagonistas.