lunes, mayo 17, 2010
En el ángulo muerto Vol. 59
Orquesta infinito
- Deberíamos intentar colarnos. Estoy harta de esperar y tengo frío, no sé cómo has podido convencerme para venir a esto.
- Tú me dijiste que no te importaba acompañarme, si hubiese sabido que ibas a ponerte así habría invitado a algún amigo. Mira, podemos hacer una cosa; la gente no avanzará hasta el próximo pase, podemos aprovechar el tiempo que tenemos y sacar los sacos para ponernos un poco más cómodos.
- Bueno, está bien.
David se agachó hacia la mochila que estaba a sus pies, comenzó a revolver en su interior y tiró con fuerza de una esterilla y el material necesario para hacerse un pequeño refugio entre la gente que abarrotaba la avenida.
- Métete dentro, yo mientras iré a por algo caliente para comer. – Comenzaba a nevar tímidamente.
- Date prisa. – Contestó María imitando la voz de una niña pequeña.
A la vera de la interminable línea de personas que se había formado aguardando la actuación, habían florecido infinidad de puestos callejeros que vendían productos para hacer más asequible la increíble espera. Algunos, incluso, habían logrado una permanencia estable montando el negocio en alguno de los locales de la avenida.
Lo habitual era pasar más de siete días a la intemperie, aguantando todo tipo de calamidades y luchando por el sitio que en cualquier descuido podía ser ocupado por cualquiera con un poco de malicia. Los negocios ilegales se habían hecho fuertes, y era habitual el pagar a tipos de dudosa calaña que aguantaban estoicamente el turno ajeno por un módico precio. Lo mejor era acceder por la zona especial, mas se hacía necesario haber sido invitado por alguien influyente. Ese no era su caso, deberían esperar como todos los demás por el que se decía era el espectáculo más grandioso que podía ser concebido por el hombre.
- Me pone un par de bocadillos, por favor.
- No hay problema amigo. ¿Quiere algo de beber?
- Si tiene alguna sopa o algo caliente.
- Por supuesto. – El hombre del puesto se puso a trabajar en el encargo, de soslayo miraba a David. – Así que viene usted al concierto.
- Así es. – David estaba ligeramente malhumorado por la discusión que había mantenido con María.
- Dicen que es una maravilla de show…
- Eso dicen, pero realmente lo de esperar en la calle durante días está empezando a cansarme.
- Yo cuando vine me pasé más de quince días en la calle, en verano y con un calor sofocante. – La cara de David mantenía una expresión escéptica. – No me diga. – Contestó.
- Pues sí, fue a finales de los setenta, cuando se llevaban los rollos funkies y toda esa historia. Esperando conocí a mi mujer y decidimos instalarnos aquí mismo. Ahora creo que el rollo es más popero o algo por el estilo.
- ¿A qué se refiere con lo que ha dicho de instalarse aquí?
- Pues que montamos este negocio y vivimos de las migajas del concierto, no tiene ni idea de la cantidad de dinero que llega a manejarse alrededor de los músicos.
- Eso sí que es convencimiento. – David comenzaba a estar ansioso por marcharse junto a María.
- Y usted que lo diga. Quizás tenga suerte y suceda algo excepcional, el otro día dicen que murió un bajista durante la actuación, supuestamente llevaba tocando días sin descansar, sin permitir que le relevasen.
- La verdad es que no había escuchado nada.
- Ese tipo de informaciones no suele salir de aquí, lo normal es que se finja que no ha sucedido nada y que se continúe con el concierto sin darle mayor importancia.
- ¿Cuánto le queda a la sopa?
- Ya la tiene usted. – David sacó la cartera y pagó al personaje que ya comenzaba a cansarle. – Espero que se lo pase usted bien, si vuelve por aquí ya me contará. – Se despidieron con un movimiento de cabeza.
Nacho Valdés
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2 comentarios:
Hola
Veo que la historia es biográfica y sino me equivoco hablas de ese concierto que asististe de Camela, David Bustamante, Pignoise y el sueño de morfeo
Verdad?
Sé que esta interesantísima historia bailaba en tu cabeza desde hace tiempo de manera infinita como tu orquesta.
Espero el desenlace que veo ha llegado ahora mismo.
Me pongo a ello.
Saludos
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