Creo que son los martes, o los miércoles, realmente no lo recuerdo, pero hay un día a la semana en el que el canal cuatro nos ofrece otra de las series actuales que tienen algo que destacar. En este programa nos podemos encontrar con un cojo cabrón, de profesión médico, que se dedica a hacerle la vida imposible a sus pacientes, compañeros y subalternos. Bueno, el tipo también salva alguna que otra vida, que no iban a ser todo cosas malas. Todo esto unido a la afición del protagonista a los fármacos, es decir, el protagonista es un maldito yonqui.
El producto en sí tampoco tiene mucho interés, se trata, más o menos, de la típica serie de médicos y enfermeras que desde hace unos años inundan nuestras pantallas. Más o menos desde que los productores se dieron cuenta de que el producto funcionaba con Urgencias. Las opiniones de los expertos, tenemos de estos en todos los campos imaginables, dicen que desde el punto de vista médico es de lo mejorcito, aunque como público realmente no me interesa demasiado este aspecto.
Lo que hace House es repetir la estructura de los argumentos hasta la saciedad, siempre sucede lo mismo. Un tío o tía buena (en ocasiones también puede ser un niño o enfermo con alguna deformidad) que repentinamente tiene un malestar extrañísimo llega hasta el hospital del doctor Gregory House. Éste, que todavía no me explico como mantienen en nómina, pasa de todo hasta que decide que el caso tiene el interés necesario como para que él se preocupe del pobre paciente. Aquí es donde comienza lo que se supone interesente, el diagnóstico diferencial, o lo que es lo mismo, cada uno de los miembros del equipo dice la primera chorrada que se le pasa por la cabeza para que nuestro amigo la desmienta mediante algún exabrupto. Por último, sólo nos queda llegar a la solución del asunto. Esta escena suele resolverse con un primer plano de Hugh Laurie con cara de pensar; éste, como si de un moderno Sherlock Holmes se tratara llega a la solución del asunto de manera prácticamente espontánea o relacionando la solución con alguna tontería que no tiene nada que ver. Otro de los puntos fuertes de este tipo reside en la construcción de metáforas, relaciona la práctica médica con cualquier tema inverosímil.
Recientemente se ha estrenado la cuarta temporada. Como el programa, a pesar de generar una gran expectación y ser seguido por una legión de espectadores, ya comienza a oler a rancio, se han introducido algunos cambios para potenciar lo que, desde mi punto de vista, destaca de esta producción. ¿Y qué es lo que destaca? Pues está claro, la mala leche que gasta el señor Gregory House, o Gregorio Casas para sus amigos hispanos. La novedad reside en que nuestro indolente doctor ha despedido a todo el equipo anterior y los aspirantes deben aguantar los abusos de Gregorio.
Con este papel, el actor inglés Hugh Laurie, ha conseguido el éxito internacional. Después de una carrera, únicamente reconocida en Inglaterra, en la que destacan grandes títulos como las dos partes de Stuart Little (una de las mayores tontunas salidas de la mente de un guionista) este actor ha logrado saborear el dulce sabor de la fama. ¿En qué reside el éxito? Pues en nuestro ansia de ser como el personaje principal. ¿Quién no ha deseado manipular a sus superiores? ¿Quién no ha deseado tener una respuesta ocurrente para cualquier situación? ¿Quién no ha deseado tener el carácter suficiente para no dejarse arrastrar por los demás? Todo esto, y mucho más, es lo que hace el doctor House. El valor del personaje reside en la falta de escrúpulos a la hora de tratar con la gente, en como es capaz de dominar su vida sin permitir interferencias. Desde mi punto de vista, todos, en mayor o menor medida, queremos ser un poco como este personaje de ficción. Partir de la premisa de que ‘todo el mundo miente’ y actuar en consecuencia, dominar nuestra sentimentalidad y tener siempre el florete a punto por si es necesario dar una estocada. Bueno, en el caso de House se trata de una navaja oxidada de lo más barriobajera.
En definitiva, creo que resultaría realmente sano que todos fuésemos un poquito más Gregorio Casas. De esta forma, seguro que muchos listillos se darían de bruces contra nuestra afilada verborrea; o con una increíble réplica nos desharíamos de esos pelmazos que en ocasiones debemos aguantar. Bendita televisión que nos hace creer que se puede llegar a ser como este personaje y que nos marca estos modelos de conducta.