Hoy bajo a la calle como cada mañana a la misma hora pero no
todo es igual que siempre. Alguien ha pintado en la pared de ladrillos de enfrente
de casa una frase con letras grandes y doradas que reza:”Olvidar un amor es
como atravesar el desierto”.
Me quedo parado mirando aquella espontánea expresión de
humanidad y durante unos minutos repaso mentalmente rostros a los que ese
pensamiento haría justicia. Lo cierto es que no me lleva demasiado tiempo. Doblo
la esquina no sin antes lanzar una última mirada a la pared pintada: ¡Qué
estupidez¡ pienso.
Enfilo la calle Carteros, que a esas horas de la mañana se
asemeja a una gran estampida en la selva, y busco sitio estratégico para poder
pillar el primer bus sin problemas. Una vez instalado, veo como la ciudad se va
abriendo ante mí como una gran boca de hierro tras la ventana del autobús. Una
chica joven, morena y hermosa corre tras su pequeño perro que parece esconder
alguna misión importante, dos ancianos miran desde los bancos de piedra como la
generosa anatomía de esa belleza desafía cualquier verdad gravitatoria, los
coches usan el estridente sonido de sus pitos para alentar a los peatones a
cruzar más rápidamente, dos chicos en bici están apunto de estrellarse pero en
el último momento uno de ellos realiza una maniobra eficaz que evita el golpe,
se miran y sonríen. Ha estado cerca.
Una chica ha subido al autobús y reparte periódicos gratuitos.
Me hago con uno y una corriente eléctrica sacude mi esqueleto cuando en la
última página del diario y encuadrada en una pequeña pestaña viene la noticia
de que Elliot Smith se ha suicidado esta madrugada clavándose un cuchillo en el
pecho. Lo Visualizo claramente en su casa sangrando. En ese momento cierro los
ojos y confecciono mentalmente una lista de músicos muertos. Esta vez me lleva
más tiempo que antes.
Llegando a la parada me da por pensar en por qué todo lo que
me emociona está tan lejos de mi y en cómo es posible que siga cada día dejando
pasar la oportunidad de cambiar, salir y ser otro. Llego a la conclusión de que
mi fuerza de voluntad tiene la misma intensidad que un motor roto y que quizá
es la hora de buscar a alguien que me de un empujón pues cada día resulta más
evidente que nada saldrá de mí.
Llego al trabajo pero no hay nadie en las oficinas. Me dice
el conserje que los jefes están probando un nuevo sistema de reunión más
moderno y efectivo y que todo el mundo está reunido en la azotea. Me dirijo al
ascensor e intento evitar un ataque de pánico al ver como mis pies se alejan y
alejan del suelo. Todos están allí y cuando salgo por la puerta vuelven sus
caras. El jefe de sección mira su reloj y acto seguido vuelve a clavar sus ojos
en mí. Le evito.
El día pasa rápido ayudado por el café y varias aspirinas.
Vuelvo a casa que sigue vacía y tan muerta como la dejé esta mañana. Abro una
cerveza y busco algún disco de Elliot Smith. Me siento a escucharle. Pienso en
cómo llegó el bueno de Elliot a ese estado pero al mirar a la cocina y ver los
cuchillos me doy cuenta de que cualquiera puede hacerlo y que en todas las
casas hay algo esperando para prenderse fuego.
No quiero acabar así murmuro. Cojo el teléfono y llamo a
Elia. Me dice que le apetece mucho venir a verme. Estoy a punto de dejar
escapar de mi boca un desangelado “sálvame Elia”. Sin embargo al colgar el
teléfono solo un pensamiento llena mi cabeza: “Olvidar un amor es como
atravesar el desierto”.
3 comentarios:
Suso me conmueve con cada palabra que leo de él. Todos en algún momento de nuestras vidas hemos vivido y sentido situaciones similares.
Larga vida a Suso y a los músicos con alma que nos emocionan.
Saludos eléctricos
Muy bueno. Pura introspección psicológica con un poco de antropología social...
Enhorabuena por la vida que le das a Suso.
Abrazos.
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