sábado, agosto 29, 2009

En el Backstage Vol. 15


Encuentro con el Folk

A mediados de julio, no recuerdo la fecha concreta, el núcleo duro de Corazones (con Laura como excepcional acompañante) se aventuró a la lejana Zaragoza para asistir al concierto que Lucinda Williams ofrecía en la ciudad. Con pocas referencias por mi parte, nos plantamos en las orillas del Ebro para, después de dejar nuestras cosas en el hotel, lanzarnos Al Tubo o, lo que es lo mismo, la zona de tapas. Resultó que Zaragoza era mucho más pequeña de lo que esperaba, por lo que tuvimos la suerte de tener hospedaje, comida, música y copas en la misma zona. Con la inestimable ayuda de los nativos del lugar, conseguimos cenar y llegar a la hora de apertura de puertas.
Resultó que el concierto se celebraba en un teatro. Nunca, que yo recuerde, había asistido a un teatro para este tipo de espectáculos. La experiencia, aunque diferente, resultó satisfactoria. Como punto fuerte de ver a los artistas en un teatro está el tema del sonido y de la comodidad, en todos los lugares de la sala suena por igual y no hay que estar peleándose para encontrar un buen espacio desde el que observar el espectáculo. Aunque, por otro lado, se pierde la autenticidad de un show en vivo en el que el humo, los empujones en la barra y los desajustes son la norma. Por tanto, fue un tanto extraño esta forma de ver un recital. De todas maneras, se habilitó una barra, para que los más inclinados a este tipo de placeres pudiésemos deleitarnos con unas copitas.
Los teloneros, Buick 66, resultaron ser la banda de Lucinda. Tenían su punto fuerte en el virtuosismo que evidenciaban, aunque acabaron perdiéndose en adornos y extrañas composiciones. Se trataba de cuatro extraños tipos (dos guitarras, bajo y percusión) que practicaban un no menos extraño rock experimental plagado de efectos y ambigüedades. Fueron bien aceptados, aunque lo más destacado fue una versión de Led Zeppelin que clavaron para finalizar su momento de gloria. Remataron la faena con una exhibición del batería que, trasladada al centro del escenario, estuvo aporreando artefactos durante un buen rato. La cosa no estaba mal, pero no era lo que estábamos buscando. Por suerte, Buick 66 tocó una media hora, lo que más o menos se podía aguantar sin comenzar a arañar los brazos de las butacas.
Por fin, tras un brevísimo paréntesis apareció Lucinda. Con un aspecto que denotaba más años de los que se intuían por las fotos, pero sin perder un ápice de erotismo en su voz, salió al escenario enfundada en sus vaqueros y calzando unas botas camperas del más puro estilo far west. La apuesta era clara: Lucinda a la guitarra acústica, dos guitarras reforzando (uno de ellos realmente sobresaliente), bajo y batería que hacían de la propuesta Folk de la artista algo más asumible para todos los públicos, provocando un giro hacia un Rock-Folk adornado por la increíble guitarra de uno de sus acompañantes. El concierto fue un continuo deambular de guitarras de todo tipo: Grestch, Gibson y Fender en distintos modelos, colores, cantidades y calidades fueron saliendo al escenario dependiendo de la necesidad de los artistas. De todas formas, la protagonista absoluta fue la voz de Lucinda, rota por interminables noches cantando en tugurios de carretera únicamente acompañada por el escueto rasgar de su acústica. Fue lo más apasionante, la manera en que esta menuda artista era, salvando las dificultades idiomáticas, capaz de trasmitir emociones sólo con la modulación de su extraordinaria voz. Resultó también un lugar ambiguo para Lucinda, que comentó como la grandiosidad del teatro se alejaba de los habituales bares en los que tocaba. Pero, por desgracia, no es la nuestra una cultura de bar con actuaciones en vivo en la que podría encontrar acomodo la artista americana. Pareció ser también una mujer exigente que, lejos de dormirse en la complacencia, se entregó al máximo para darnos lo mejor de su repertorio. Hizo un extenso repaso a su obra e incluso llegó a parar el concierto para solventar unos problemas de sonido en los que únicamente ella reparó, todo un modelo de profesionalidad. Como colofón, hizo una versión de un tema en castellano con el que terminó de meterse al público, que a esas alturas ya se había levantado de las butacas, en el bolsillo.
Fue por tanto una noche mágica en la que disfrutamos de muy buena música y que rematamos, como no podía ser de otra manera, regando con abundantes copas en los bares de la zona.

Nacho Valdés

1 comentario:

Sergio dijo...

grandes emociones nos regaló la diva del alt country. Dejó de lado su imagen de rubia cañoñ para mostrarte como una señora de raíces profundas.
La noche fue grande. Para recordar. Y ahora tras este texto mucho más.
Besos a mis compadres de conciertoss