martes, agosto 25, 2009

En el ángulo muerto Vol. 26


Primeros pasos

El todoterreno avanzaba a toda velocidad por las calles principales atestadas de militares, esquivaba los restos de los combates urbanos que se habían librado contra las últimas tropas que resistían junto al presidente. La encarnizada lucha, que había comenzado en las zonas rurales, había avanzado como un virus que había infectado a la población civil y terminaba en el Palacio que simbolizaba para Jaime el caduco poder que estaba a punto de claudicar. Los ciudadanos llevaban días encerrados, esperaban ansiosos los cambios que el recién creado gabinete de información había anunciado. La radio y la televisión, tomada por el ejército, era el único medio para recabar datos sobre lo que sucedía; todo lo que se anunciaba pasaba por las manos de Jaime Zabala, él era el que había decidido que decir o que callar. La urbe parecía arrasada, algunos edificios todavía ardían y los cadáveres de civiles y tropa poblaban las calles llenas de socavones y restos de enfrentamientos.
- ¿Qué opina de lo que está sucediendo? – Jaime rompió el silencio y la incertidumbre del viaje dirigiéndose al chófer.
- ¿Qué quiere decir Señor?
- ¿Cuál es tu opinión de todo este conflicto?
- Señor, yo no tengo opinión. Simplemente soy su escolta, cumplo lo que me dicen y ya está.
- Puedes hablar, no te preocupes.
- Señor, no creo que yo sea la persona adecuada para hablar sobre este tema.
- Eres el más adecuado. ¿Por qué estás aquí conmigo? Podrías estar perfectamente del otro lado, podrías estar con las tropas fieles al anterior gobierno, podrías incluso haber muerto durante las primeras cribas. ¿No has pensado en eso?
El militar miraba nervioso por el retrovisor, las preguntas del Señor Zabala le incomodaban profundamente y aceleraba en un intento de llegar lo antes posible.
- Señor, mi función no es la de pensar. Sólo debo actuar cuando me lo piden.
- Conteste, por favor. – Jaime lanzó una mirada inquisitiva a los ojos que se reflejaban en el espejo.
- Señor, he tenido la suerte de caer del bando adecuado.
- Explíqueme eso.
- Los mandos de mi cuartel se levantaron contra la República. Nosotros, los soldados, hicimos lo que nos ordenaron. Nada más.
- Así que al final no es más que eso, una cuestión de suerte. Yo pensaba que la gente que me rodeaba estaba plenamente convencida de lo que hacía.
- Señor, no me malinterprete. – Se apresuró a decir el militar. – Estamos totalmente involucrados con la causa, con lo que ustedes están haciendo. Pero simplemente somos los peones del juego, no tenemos otra función.
- Para no pensar veo que ha desarrollado conciencia de clase, por lo menos sabe cual es la función que les toca desempeñar.
- Por supuesto, Señor.
- ¿Qué haría usted en mi lugar?
- ¿A qué se refiere Señor?
- ¿Qué considera que debemos hacer nosotros los tecnócratas ahora que ha caído el anterior gobierno? ¿Deberíamos restaurar la República? ¿Deberíamos abolirla?
- No creo que mi opinión tenga ningún valor, Señor.
- Más de la que usted se piensa. Dígame, qué es lo que ha pensado en este punto.
- Considero que el pueblo estaba hastiado de la situación de corrupción y pobreza que se vivía, cualquier cambio que se haga será bien visto.
- Quizás algunas medidas sean demasiado rígidas.
- Para eso estamos nosotros, los peones. Creo que lo mejor es romper con el pasado y, por lo menos durante un tiempo, evitar el liberalismo que nos ha llevado hasta aquí.
- Para ser un peón no piensa usted nada mal. ¿Cómo me había dicho que se llamaba?
- No se lo había dicho Señor, soy Rodríguez. Xavier Rodríguez.
- Muy bien, ahora cuando lleguemos me gustaría que me acompañase.
- Lo que usted ordene, Señor.

El vehículo frenó frente al último control, tropas con armamento pesado cortaban al paso al Palacio presidencial. Los jardines y las zonas colindantes estaban arrasadas, el edificio ardía, aunque un grupo de militares intentaba sofocar las últimas llamas. El entorno de la edificación era caótico, un trasiego de personas que no sabían bien a donde dirigirse, en una de las zonas un grupo de prisioneros estaba de rodillas con las manos entrelazadas tras la nuca. En otro lugar, un grupo de mandos estaba reunido junto a una tienda de campaña, Jaime Zabala se dirigió hacia ellos.

Nacho Valdés

3 comentarios:

Anónimo dijo...

Parece que terminaron las vacaciones. En fin, veremos que ocurre con la rebelión.

laura dijo...

Hola cariño,el relato sigue manteniendo la intriga. Me está gustando mucho la historia y estoy impaciente por ver publicado el resto!Un besazo.
Laura.

raposu dijo...

Bienvenido de nuevo, las historias siguen estando ahí, esperando a que nos las desveles.
Esta, en concreto, parece que va aumentanto en complejidad, manteniendo el interés.
Que el final del verano nos sea propicio a todos...

Besos.