domingo, abril 19, 2009

Vida (Vol. 2)

Yo soy mis pies hundidos en la playa de Oliva aprendiendo a nadar de la mano de mi madre. Todavía mi memoria camina por noches de luna llena en la calle Virgen del mar.
Estaba enamorado de mi vecina francesa, leía comics de superhéroes extraordinarios, dormía en una litera, mirando de reojo un armario empotrado que escondía todos mis miedos. La ciencia ficción es un salvavidas a los 12 años.
Mis hermanos se escapan por las noches tentando a la suerte al saltar del balcón de casa la escalera. Yo, por mi parte, jugaba a contar los coches que faltaban para que llegara mi padre de trabajar. Nunca acertaba, pero esa tarea era para mi tan importante como cualquier otra. Sin ella el día no podía continuar con normalidad.
Mi padre me insistía en que le acompañase a pescar pero yo no las tenía todas conmigo. Sabía, gracias a mis tebeos, todo lo que ocultaba el mar bajo su manto.
Todo eso se me olvidaba cuando después de navegar almorzábamos juntos en el puerto
- Sergio, pide lo que quieras. – Me decía siempre.
- Y yo pensaba “¿estarán los macarrones de mi madre en el menú?
También estaba mi abuela. Siempre con la sensación de estar esperando algo. Acostumbrada ya a dormir sola, soñando con el pasado. La tengo presente. Podría decir que cuando se marchó una llave cerró con candado mi infancia para siempre. Todos mis abuelos se fueron sin tener yo conciencia de lo que pasaba. La vida les pasó por encima mientras yo empezaba a entenderla.
El tiempo se llevó también a mi perro Boy qué imitaba con sus ladridos el sonido de las ambulancias que pasaban por debajo de casa. Que devoraba las magdalenas como si la vida le fuera en ello. Todo eso se quedó allí. Como cada año el mes de Septiembre marcaba la vuelta a casa. El Colegio, las prisas, las malas notas, las gamberradas y los amigos de verdad eran los pilares de cada nuevo curso. Nunca me fue bien allí. A mi me interesaban otras cosas, qué carajo sabían todos esos profesores sobre tener el corazón roto o sobre escribir o sobre la soledad. Además, no hacían más que amenazarme con subir a hablar con mi padre y yo pensaba “genial, el sí sabrá lo que hay que hacer”.
Todos fuimos creciendo y cambiando a nuestra manera. Llegaron nuevos amores, nuevos amigos, los primeros acordes de una guitarra, el primer desengaño, 6 años de exilio en Madrid, mis hermanos enseñándome a comprar música en Oldies y Harmony, llegaron también sobrino y sobrinas, perros y gatos, un sueño nuevo, una chica para toda la vida.

Benditos veranos, os echo de menos.

6 comentarios:

Nacho dijo...

Ya queda menos para el verano, en breve disfrutarás junto a nuevos amigos de ese período tan ensoñador.

Me ha encantado el texto. Creo que cualquiera podría identificarse con lo escrito, únicamente hay que cerrar los ojos y dejarse llevar por el recuerdo y el pasado.

Enhorabuena, creo que esta nueva dirección está resultando espectacular.

Abrazos.

Anónimo dijo...

Coincido con el Colega, realmente espectacular el texto. A todos nos gustan esas épocas, menos cuando estamos en ellas, que cosas.

En fin, pronto el verano, de nuevo. Sólo hay que tener paciencia.

Sr. Amarillo dijo...

Muy muy bueno, me ha encantado.

laura dijo...

Me has transportado a mis veranos malagueños. Me ha encantado, gracias por compartir con nosostros tus recuerdos.
Un beso.
Laura.

raposu dijo...

Autentico, tierno, evocador... nos hace transportarnos un poco a todos, aunque no a la misma distancia.

Enhorabuena.

Sergio dijo...

Gracias. Me alegra que estas confesiones sean del agrado bloguero. Ahora a ver si compartimos algún verano todos juntos.

Saludosss.