lunes, febrero 02, 2009

En el ángulo muerto Vol.1


Un vaso de leche

Todas las noches, desde hace años, me levanto medio sonámbulo para ir al baño y beber un poco de agua. Es una de estas costumbres adquiridas contra las que no intento luchar, te levantas y lo haces, no tiene más vuelta de hoja. Este hábito no tendría mayor importancia si no fuese por lo que me lleva sucediendo desde hace, más o menos, dos meses.

Me ocurrió lo siguiente: me levanté como todas las noches, fui al baño y después me acerqué a la nevera para echar un trago. Normalmente, después regreso a la cama y no vuelvo a despertarme hasta que suena el despertador. Pero en una de esas ocasiones, me llevé uno de los mayores sustos de mi vida. Sentado en la mesa de la cocina, en calzoncillos, había un tipo espigado que llevaba gafas de sol y una melena negra que prácticamente le tapaba la cara. Le vi cuando encendí la luz, pegué un salto y me quedé sin habla. Me miraba tras sus gafas oscuras con su rostro tremendamente pálido; tampoco hablaba, se limitaba a observarme. Daba la impresión de que se acababa de levantar de la cama puesto que llevaba el pelo alborotado y tenía un vaso de leche en la mano.

Nos quedamos mirándonos unos instantes, hasta que el tipo comenzó a resultarme familiar. Le pregunté quién era, y me contestó que Joey Ramone. Yo le dije que llevaba muerto años y que eso era imposible, él me contestó que quién le había contado eso y que cómo era capaz de poner en duda su existencia. Me quedé atónito, realmente no parecía peligroso pero estaba claro que se había escapado de alguna clínica mental. El parecido con el cantante era evidente, pero tengo que decir que nunca me había fijado demasiado en el aspecto de los Ramones.
Pensé que lo mejor sería desmontar su locura, así que fui a mi despacho y llevé el portátil a la cocina. Busqué en Internet una imagen del tipo que decía ser con ánimo de enseñársela y evidenciar la falta de parecido. Me quedé blanco, eran exactamente iguales. En la boca del hombre semidesnudo apareció una sonrisa pícara, estaba claro que estaba disfrutando de mi confusión.

Decidí darle algo de crédito y le pregunté que qué quería de mí. Me indicó que únicamente charlar, que llevaba mucho tiempo sin conversar con nadie y lo echaba de menos. Le traje una sudadera y nos sentamos a la mesa, comenzamos una conversación banal sobre nuestras vidas. Me explicó sus orígenes en Nueva York y como habían conseguido triunfar, era un tipo muy entretenido y sabía multitud de anécdotas sobre el mundo de la música de finales de los setenta y primeros ochenta. Así pasamos toda la noche, cuando los primeros rayos de sol asomaron en la ciudad me pidió otro vaso de leche. Me levanté en dirección a la nevera y escuché una especie de silbido a mis espaldas, cuando me di la vuelta había desaparecido.

Al día siguiente estaba en una nube, no podía creerme lo que me había sucedido y ya dudaba incluso de mi cordura. Pero no tuve que esperar demasiado para volver a encontrarme con Joey, a los dos días volvió y, desde entonces, me lo encuentro regularmente en mi cocina con su vaso de leche. Comencé a perder el interés y lo que al principio era un hecho extraordinario comenzaba a resultar un poco pesado, cada aparición suponía que no podía dormir y cada vez rendía menos en mi trabajo. Le intenté explicar la imposibilidad de compatibilizar mi vida con sus idas y venidas y le pedí si podría venir a otra hora. Según me explicó estaba ocupado todo el día y únicamente después de la medianoche podía acudir. No sé me ocurría qué hacer pero lo que tenía claro era que la situación no podía prolongarse.
Como tampoco quería enfrentarme a una estrella del rock difunta, decidí hacer algunos cambios para intentar que no se sintiese a gusto y fuese a darle la paliza a otro. Con un poco de suerte se iría a casa del vecino de arriba y así podría olvidarme de este tipo.


Continúa la próxima semana...

Nacho Valdés

11 comentarios:

Anónimo dijo...

Cariño, enhorabuena por tu nueva sección!!!!!!Aunque ya conozco tus relatos porque siempre me los enseñas en cuanto los terminas (lo cual me encanta!)siempre es un placer releerlos y sobre todo que quieras compartirlos con nosotros. En mi opinión éste es uno de los más divertidos que has escrito! ¿Cuándo colgarás el final?.Un besazo y feliz aniversario!!!!!!!
Laura.

Sr. Amarillo dijo...

Divertido y extraño relato. ¿Será que Joey sigue vivo como... Elvis?

raposu dijo...

Es curioso, el relato, colgado aquí, creo que mejora sustancialmente. ¿Es la fuerza del Blog?.

Nacho dijo...

En primer lugar, felicitar a Laura por nuestro octavo aniversario. Muchos besos y muchas felicidades, esta noche lo celebramos.

La segunda parte se colgará el lunes que viene. Cada Lunes una pequeña descarga de relato corto, tampoco quiero agotar al personal.

Y Raposu, es normal que mejore, lo he repasado antes de colgarlo. Es lo que tiene el material ya trabajado de antemano.

Por último, decir que muchas gracias por seguir escuchando mis nuevas propuestas y espero que disfrutéis de esta nueva aventura en Corazones.

Besos a todos.

Sergio dijo...

Que glorioso debut para esta nueva sección. A pesar de conocer el texto, me he vuelto a reir leyéndolo. Y es que si algo tienen de poderoso los relatos de Nacho, es que se consigue empatizar con sus personajes casi instantaneamente. ¿o acaso hay alguien que todavía no está en la piel de ese pobre sonámbulo adicto a la leche?
Deseo lo mejor a Nacho y a esta su nueva aventura.

Nacho dijo...

Gracias amigo Sergio, estos ánimos me han llegado profundamente.

Nos vemos pronto.

Abrazos.

Sergio dijo...

La foto le va al dedillo a la historia.

Oscar dijo...

Grande. Me has dejado en ascuas. Por cierto felicidades a la feliz pareja.

Muchacho_Electrico dijo...

Uff a mi me pasaba lo mismo pero con el Fary, que coñazo de tio y en vez de leche me pedia natillas.
Enhorabuena por el artículo.
Saludos desde Madrid

Anónimo dijo...

Con el Fary?
Un beso.
Laura.

Anónimo dijo...

Me ha gustado mucho Nacho, supongo que hoy publicarás la continuación...