martes, junio 17, 2014

En el ángulo muerto Vol. 232



Justicia


Cuando encontraron su cuerpo el comisario ya llevaba varios días desaparecido, fueron unos chatarreros los que se acercaron a la antigua fábrica en busca de algo con lo que ganar un dinero. Sin embargo, tuvieron que pasar el día en la central de policía repitiendo una y otra vez lo que sabían: la nada más absoluta.
El revuelo que se había creado se añadía al del asesinato de don Manuel y sus escoltas, habían aparecido ejecutados en el palacete que ocupaban en el centro de la ciudad. Estaba claro, después del análisis policial, que había sido obra de un profesional que había entrado sin que nadie se percatase de su presencia para eliminar a esos objetivos. Habían interrogado a la portera y no fueron capaces de sacarle un testimonio claro, estaba aterrorizada y los investigadores no sabían si esto se debía a que se encontraba sorprendida por la situación o a que había sido amenazada. En cualquier caso, la señora se negó a declarar nada más allá de la total ignorancia en la que defendía que vivía.
Esta situación se unía a la desaparición del detective Vázquez, había abandonado su puesto tiempo atrás y nadie sabía nada de él. Ni su compañero, ni su familia, ni sus allegados estaban al tanto de lo que podía haberle sucedido. Los más agoreros se temían que pudiese haber sufrido la misma suerte que el comisario y que su cuerpo apareciese en alguna cuneta aunque, el agente Esteban, pensaba que más bien era otro el escenario en el que se encontraba. Con todo, no dijo nada, estaba temeroso de que se viese involucrado en algo de lo que no pudiese salir con facilidad. De hecho, investigaron todas las líneas de trabajo que habían llevado durante los últimos meses y no fueron capaces de encontrar nada reseñable.
Lo que sí se encontró fue el material de escucha abandonado en la buhardilla, por suerte para el agente Esteban no estaba catalogado por obsoleto y no pudieron rastrear su procedencia. Estaba seguro de que todo lo que estaba desencadenándose estaba relacionado con el detective Vázquez, no sabía el papel que podría tener en la historia pero alguna relación existía; de eso no tenía ninguna duda. Aunque no sabía cómo debía actuar, algo le indicaba que resultaría más positivo mantener silencio; por lo que pudiese pasar. De esa manera pasó la jornada, esquivando las preguntas sobre su compañero y evitando entrar en las conversaciones que indefectiblemente giraban en torno a la extraña circunstancia que se había desencadenado.
Cuando terminó su trabajo, a la hora exacta, salió de la comisaria y se fue a casa. Necesitaba pasar unas horas en tranquilidad para pensar en lo que estaba ocurriendo pues no tenía claro qué era lo que había sucedido. Entró con su vehículo en el garaje de su edificio y se dirigió al ascensor perdido en sus pensamientos. Repentinamente, de una columna surgió una sombra que se interpuso en su camino. Antes de que pudiese reaccionar se dio cuenta de que era el detective Vázquez y que le estaba encañonando con un arma, el agente Esteban no supo cómo reaccionar. Se quedó helado con la intuición de que iba a morir.
-         Tranquilo, no voy a hacerte nada. Solo quiero hablar. – El tono era tranquilo pero imperativo, algo había cambiado en esa persona que el agente pensaba que conocía en profundidad. Independientemente de su aspecto  demacrado, un brillo especial en sus ojos denotaba que su disposición se había alterado.
-         ¿Qué es lo que quieres? Llevo días esperándote en comisaría, ¿qué ha pasado?
-         No ha pasado nada, solo vengo a decirte que debes guardar silencio sobre nuestra investigación.
-         Ya me imaginaba… -interrumpió el otro.
-         A partir de ahora me voy a dedicar a la justicia real, voy a hacer lo que siempre había deseado.
-         ¿De qué estás hablando?
-         Tú espérate y verás… Y procura no abrir la boca –pareció dejar una amenaza en el aire-, por lo que pueda pasar. No me gustaría que te vieses mezclado en mis asuntos.
Después Vázquez se fundió con la oscuridad del garaje, se escucharon unos pasos acelerados y Esteban no volvió a saber de él. Sin embargo, cuando se producía algún ajuste de cuentas o la desaparición de algún delincuente sin justificación aparente el agente no podía dejar de recordar al que había sido su superior.

Nacho Valdés

viernes, junio 06, 2014

Out the Air

Una huída que suena a despedida de un disco que cada día me gusta más.
A exprimir el fin de semana.


martes, junio 03, 2014

Palabras Usadas

Para este martes un temazo que lleva vigente más de cincuenta años que ha sido versioneado en numerosas ocasiones, para muestra un botón: Los Ramones.
Disfruten de la jornada.




lunes, junio 02, 2014

En el ángulo muerto Vol. 231



Definitivo


Le pidió al comisario que se sentase en el asiento del piloto, él iría detrás encañonándole con su pistola y, de esta manera, tendría la situación controlada. Al menos era lo que creía pero estaba lejos de poder contenerse pues el temblor de sus manos se hacía ostensible en el cañón de metal que no cesaba de oscilar. Cogió el tabaco de su superior y se puso a fumar, desde que se había visto inmerso en la investigación que había arruinado su vida era algo que le aliviaba en sobremanera; expulsar el humo con parsimonia y dejar que se elevase le provocaba uno de los pocos placeres de los que podía disfrutar.
-          No sé qué le ha pasado Vázquez pero seguro que podemos llegar a entendernos. ¿Necesita que le aclare algo? – Dijo el comisario con un tono impostado de tranquilidad.
-          No necesito nada, simplemente siga mis indicaciones –cortó con tono severo el detective-. Además, será mejor que no diga nada más si no quiere que le descerraje un tiro aquí mismo.
-          Pero –titubeó el otro-, no cree que sería mejor que encontrásemos una salida para este lío en el que se está metiendo.
-          Lo mejor será que se mantenga callado, no tengo más que apretar el gatillo y esparcir su cabeza por el coche. ¿Me ha entendido? – Mientras hablaba le acariciaba con la punta de la pistola para que sintiese el acero rozándole. El otro no dijo nada, siguió conduciendo por donde le indicaba su antiguo subalterno.
Al cabo, abandonaron el centro y se dirigieron hacia las afueras de la ciudad. El comisario aparentaba reposo pero en su interior  bullía la más primitiva de las emociones: el miedo. Y, de alguna manera, ese terror iba alimentando a Vázquez que a cada segundo se sentía más seguro en sus acciones. Siguieron avanzando entre los vehículos que discurrían hacia las afueras con trabajadores que acudían en manada a sus puestos, mientras que en el interior del vehículo solo se escuchaba el rumor de la radio que había dejado conectada el detective a un volumen prácticamente inaudible. Después de avanzar por una de las radiales tomaron un desvío que les llevó, tras atravesar una zona de chabolas, a una antigua fábrica de ladrillos que llevaba mucho tiempo desvencijada y abandonada. El hombre que conducía se dejaba llevar mansamente sin aparentar demasiado nerviosismo, daba la impresión de saber algo que le ofrecía cierta seguridad. El otro, sin embargo, exteriorizaba su nerviosismo y parecía sentirse acorralado por alguna amenaza indeterminada.
Después de aparcar cerca del edificio principal se introdujeron en una de las naves repletas de escombros y suciedad, avanzaron evitando los obstáculos entre muros repletos de pintadas. Vázquez se detuvo en un claro formado entre los desperdicios y exigió al comisario que se arrodillase; obedeció  sin rechistar aunque su expresión ya mostraba el pánico del que intuye lo que va a suceder, su labio inferior vibraba sin control.
-          ¿Estás seguro de lo que vas a hacer? Nos conocemos desde hace demasiado tiempo como para que no me des al menos una explicación de lo que ha sucedido – había cambiado la manera de dirigirse a Vázquez intentando aparentar cierta cercanía -.
-          Estás en la lista, llevas todo este tiempo alejándome de mi investigación.- El detective pronunció esto sin emoción, como si fuese un autómata. Mientras le encañonaba directamente en la cabeza.
-          ¿De qué lista me estás hablando? – Respondió desesperado el comisario.
-          De ésta – le plantó el papel delante de las narices -, estás metido hasta el culo.
-          Pero, ¿vas a hacer caso de un papelucho de mierda? ¿Me vas a matar por eso?
-          Esto ha salido de las manos de don Manuel…
-          Escúchame bien – interrumpió el comisario -, esto podemos arreglarlo civilizadamente. Tengo dinero, puedo…
El sonido del disparo inundó la nave y una pequeña bandada de palomas remontó el vuelo asustada, el cuerpo del comisario tardó unos instantes en caer aterrizando como si se tratase de un saco de harina. Vázquez le miró durante un instante y después enfundó el arma y volvió al vehículo.

Nacho Valdés