lunes, mayo 28, 2012

En el ángulo muerto Vol. 148




El templo

El grupo avanzaba al tiempo que el sol comenzaba a desplegar sus primeros rayos, por el momento sólo era un fulgor que se levantaba contra el horizonte y que recortaba la silueta del templo al que se aproximaban. Se trataba de una construcción de piedra que nadie a ciencia cierta sabía cuándo se había erigido, lo que sí se conocía en la aldea es que estaba situado en las cercanía de un profundo acantilado y que suponía un lugar de peregrinación para todo tipo de personas. Laertes se sentía reconfortado por la presencia de Ajax cerca de él, era un anciano pero sabía que en un momento difícil sabría cómo reaccionar. Bemus, el joven aprendiz caminaba con los ojos entrecerrados pues todavía su cuerpo adolescente no se había despejado completamente. Además, tenía que arrastrar con gran esfuerzo el inútil trozo de metal que llevaba para defenderse. Ajax, por su parte, iba sobre su caballo y miraba directamente al sol con aire digno, como si le estuviese intentando intimidar. La lanza que llevaba, completamente oxidada y desvencijada, le dotaba de cierta dignidad castrense que, echando un vistazo a su físico ajado, se venía abajo.
Llegando a la entrada del templo el grupo se detuvo, se escuchaban gemidos y voces apagadas por el grosor de los muros. Ajax descabalgó y, sujetando su lanza con firmeza, se acercó subiendo la escalinata al portón de entrada.
- Abra la puerta –gritó aporreando el portón-, venimos de la aldea.
Al otro lado se oyeron pasos apresurados y risas femeninas, el ruido metálico de los cerrojos al descorrerse anunciaba que las puertas estaban a punto de abrirse y descubrir lo que se escondía en el interior de la edificación. Ajax, que se mantenía al frente, esperaba con cara de circunstancia. Laertes y Bemus, que se habían quedado al pie de las escaleras, estaban expectantes ante lo que iba a suceder. Los enormes portones se abrieron y del interior, prácticamente desvestido, apareció Giles; el sumo sacerdote que llevaba los rituales de la zona.
- ¿Qué desean?
- Tenemos un problema –contestó Ajax-, necesitamos que los dioses a través de su boca nos expliquen qué debemos hacer ante la llegada de los extranjeros que están el aldea.
- ¿Y en qué puedo ayudarles? –Giles no parecía comprender qué era lo que se esperaba de él y, por otro lado, parecía tremendamente importunado ante la presencia del variopinto grupo que tenían delante.
- Necesitamos –intervino Laertes- que nos diga si es adecuado o no que les ataquemos antes de que ellos lo hagan con nosotros.
- Pero os debo recordar que es primordial a ojos de las divinidades el tratar con hospitalidad a los recién llegados. Con más hincapié si llegan de una travesía.
- No podemos arriesgarnos –dijo Ajax-, están armados y probablemente estén más preparados que nosotros. Debemos cogerlos por sorpresa si queremos tener alguna posibilidad.
- No se hable más –replicó Giles-, ¿cuándo dinero tenéis para ofrecer a los dioses?
- La verdad es que no tenemos gran cosa –dijo el joven Bemus-, yo por mi parte no tengo nada.
- ¿Cómo quieres tener algo si no te pago? - Laertes le dio una bofetada -. No puedo con este chico –continuó-, es aprendiz y no es capaz de guardar ningún tipo de respeto.
Los dos adultos rebuscaron en sus bolsas y sacaron unas pocas monedas, las entregaron al sacerdote.
- Con esto no sé si podremos hacer algo, tendremos que apalabrar algo más para después de los consejos que nos den los dioses. ¿Están de acuerdo?
- Qué remedio – se quejó Ajax -.
- Entonces vale, después arreglaremos lo que queda pendiente.
Giles dio unas palmadas y, del interior del centro, salieron unas jóvenes semidesnudas que cogieron el dinero y llevaron a los recién llegados al interior cogiéndoles de las manos. Los tres se dejaron llevar y fueron hasta uno de los altares principales, las chicas desaparecieron por una puerta sofocando las risas que casi no podían contener. Bemus se quedó extasiado observándolas hasta que un golpe de Laertes le hizo despertar de su ensoñación.

Nacho Valdés

4 comentarios:

raposu dijo...

Curioso país éste: acojen amistosamente a los turistas por el día. Por la noche la empiezan a liar parda unas con otros y otros entre sí, montando una cuadrilla para darles matarile, pero antes van a que el sacerdote les limpie las almas y los bolsillos, o viceversa...

Sergio dijo...

Me da a mí en el hocico que al gambitero de Giles le han jodido la orgía estos tres freaks.

Me está gustando mucho esta historia sus díscolos héroes...

Muchacho_Electrico dijo...

Me he quedado con ganas de mas, esta entrega ha sido un " te lo digo todo pero no te digo nada"

Sergio dijo...

Los hay que nunca están contentos...