martes, febrero 09, 2010

En el ángulo muerto Vol. 46


Un tipo excepcional

Dicen que estaba mal, que bajo la aparente alegría, oculto en esa forma de afrontar los problemas, se encontraba un hombre vencido. A mí nunca me lo pareció, a pesar de que no éramos habituales, de que nuestra relación se había enfriado yo le seguía viendo como lo que siempre me había demostrado. Le consideraba un ganador. El cabrón tenía todo lo que se había propuesto, otros estábamos mucho peor para salir adelante. Quizás fue eso lo que le venció, lo que le hizo claudicar y clavar la rodilla en tierra.
Desde joven había destacado. No me preguntes porqué, pero el tío, cuando entraba en algún sitio se quedaba con todos los presentes, tenía un magnetismo especial que le hacía ser el centro de atención. En apariencia no hacía nada para lograr ser como era, todo lo contrario, parecía intentar pasar desapercibido y lograba el reconocimiento automático de la gente. Era increíble, las chicas no se le resistían, era algo alucinante como era capaz de desenvolverse, de lograr lo inalcanzable. Vamos, tenía estrella.
Yo me mantenía en un segundo plano, va más con mi carácter. De alguna forma era uno más de los que le idolatraban, de los que le veían como alguien especial y por encima de la media. Él, sin embargo, me trataba diferente, parecía como si la misma admiración que yo sentía, la experimentase él hacia mí. Formábamos un dúo, una pareja que siempre iba junta a todos los sitios. La diferencia estaba en que yo le necesitaba mucho más de lo que él me necesitaba a mí, o por lo menos eso es lo que me parecía.
Fuimos inseparables muchos años, se nos conocía prácticamente por el dueto que formábamos. Como siempre estas cosas tienen fecha de caducidad, yo me ennovié y él se fue a estudiar fuera, quería sacar rendimiento a su talento como dibujante. Manteníamos contacto y nos veíamos tres o cuatro veces al año y aunque no era lo de antes lo aceptábamos como inevitable. Creo que ambos albergábamos la esperanza de un reencuentro cuando nuestras vidas se fuesen encauzando de manera definitiva.
Nunca volvimos a unirnos como durante la juventud, llamadas y alguna visita no eran suficientes para sacar adelante la relación como en los viejos tiempos. Quizás fuese pueril y estúpido por mi parte el desear ese tipo de regresiones, pero creo que por su parte sentía lo mismo. Acabó viviendo en Bruselas y casándose. Por supuesto estuve en la boda y todos los años, de manera inevitable, yo y mi mujer íbamos a visitarle. Había logrado hacerse un nombre artístico y había montado una galería en la que no sólo ganaba dinero con su trabajo, sino que conseguía lanzar a jóvenes promesas. Parecía brillar como antes.
Cada vez que nos juntábamos y bebíamos unas copas, nos daba por lo mismo. Empezábamos a elucubrar, a proyectar un futuro común como si nuestros hijos y parejas no tuviesen cabida. Grandes historias que nunca llegaban a hacerse realidad. Por supuesto sólo servían para alimentar nuestra melancolía; luego, cada uno, seguía su camino.
Ayer me llamaron al trabajo, me interrumpieron en mitad de una de las clases que imparto en la universidad. Cuando vi la llamada desde el extranjero supe que algo tenía que ver con él, era su mujer. Al recibir la noticia tuve que sentarme, que dar por terminada la sesión. Era como si uno de mis sostenes vitales se hubiese caído, como si una certeza inamovible hubiese desaparecido. Dejé todo y cogí el primer vuelo directo, estaba abatido, como si de alguna forma fuese imposible lo que me habían dicho. Él no, no era capaz de llegar tan lejos y menos de renunciar a la vida que tanto amaba. Me dijeron que se colgó, que se hartó de vivir, aunque yo creo que esta es otra broma más de un tipo excepcional.

Nacho Valdés

3 comentarios:

paco albert dijo...

Toma relativismo!! Buena volea

Sergio dijo...

No nos hagas más esto. Tristessa nao tem fim.......

raposu dijo...

"... antes muerto que encasillado...", se dijo, mientras cargaba su estilográfica con un cóctel Molotov caducado que guardaba en la mesita de noche.

"... y no me provoquéis...", añadió en voz alta sin darse cuenta. Al fondo del pasillo su esposa le contestó: "...¡que sí, que ya voy, estoy terminando!..."