lunes, mayo 25, 2009

En el ángulo muerto Vol. 16


Olvido

- Debes curarte esas heridas, acabas de terminar uno de los combates más duros que he visto nunca.
- Tú cállate y cóseme la cara. ¿No me vendrás a decir ahora que no he estado peor antes? – Butch decía esto mientras encendía un cigarro, la primera calada rodeó de humo su rostro destrozado.
- Deberías descansar. – Joey zurcía las heridas y colocaba gasas con los ojos entrecerrados.
- Sabes que tengo que irme, no puedo quedarme ni un segundo más, así que termina de una vez.
- Ya está. Parecía más de lo que era. – Butch saltó de la camilla en la que estaba sentado y se puso la ropa que llevaba antes del combate, tuvo que sujetarse a la taquilla pues estaba todavía aturdido por el castigo recibido.
- Tengo que desaparecer unos días. Intentaré volver lo antes posible, cuida de Laurie y dile que la quiero.
- Sería mejor que se lo dijeses tú.
- Haz lo que te digo y en cuanto pueda iré a buscarte.
- De acuerdo. – Los dos hombres se fundieron en un abrazo, Butch salió del vestuario en el que tantos combates había preparado. Nunca más volvería.

Echó un vistazo al túnel de vestuarios, no había nadie y vio la oportunidad perfecta para salir. A paso ligero, tambaleándose visiblemente, se dirigió hacia la salida, buscando la noche cerrada que había caído en el exterior. Cada recodo le servía para ocultarse y espiar la situación que se le presentaba, iba avanzando poco a poco, intentando evitar el contacto con nadie. – Maldita sea.- Dijo por lo bajo. En la puerta reconoció a dos de los trabajadores de Constanza, estaban a la caza del hombre, estaban buscándole. No se dio por vencido, conocía el pabellón mejor que cualquiera y sabía por dónde podía encontrar escapatoria. Subió al primer piso, donde se encontraban las oficinas, y fue hasta una de las ventanas que daba a una escalera de incendios. Estaba cerrada, se quitó la camisa y envolvió con ella su puño hinchado por los golpes, después con un impacto seco rompió uno de los cristales. El ruido le alarmó, esperó unos instantes para comprobar que nadie acudía a ver qué sucedía. Nada, la noche parecía calmada, sólo el tráfico de la ciudad se escuchaba a lo lejos. Salió como pudo y se descolgó por las escaleras de metal, saltó sobre unas cajas de cartón que amortiguaron la caída y se quedó esperando unos instantes. Al comprobar que el callejón estaba desierto, se sacudió la ropa y salió hacia la calle principal. Se asomó a la esquina, los dos matones seguían en su posición esperándole, eran sólo una veintena de metros, pero debía cruzar la calle para deshacerse de ellos. Espero el momento, con paciencia se asomaba a intervalos para que estuviese el camino despejado. Él había crecido en el barrio, si salvaba la distancia que llevaba hasta el callejón opuesto, podría despistarles entre los patios traseros de las casas y la laberíntica organización de esa zona de la ciudad. Estaba ansioso, el sudor empapaba su espalda, y aunque se había visto en situaciones desfavorables a lo largo de su vida, nunca antes se había cruzado con la muerte de manera tan patente. – Paciencia, Butch. Paciencia. – Se repetía una y otra vez aguardando agazapado un despiste, un instante precioso que le diese la oportunidad. Los sicarios no se relajaban, miraban nerviosos a un lado y a otro de la calle, vigilantes como perros de presa en busca de carnaza. Súbitamente uno se acercó al otro, le estaba ofreciendo un cigarro, sacó un cigarro y por un instante se agacharon brevemente para dar lumbre al pitillo. Butch no lo pensó más, salió corriendo a toda la velocidad que su maltrecho cuerpo le permitía, a su espalda alguien le dio el alto. Resbaló torpemente en mitad de la calzada y se levantó como dotado de un resorte, en la noche sonó una detonación, una bala silbó cerca de él y se estrelló en un edificio cercano. Alcanzó el callejón, otro disparo y otra bala que pasaba a su lado. Más que saltar, se lanzó contra la valla de madera que daba acceso a un patio privado, la madera estalló ante el golpe del viejo boxeador. Se vio tirado en el suelo, rodeado de astillas, mientras que en el callejón sonaban las pisadas de sus perseguidores. Dio un saltó y se agarró a la siguiente valla, la salvó como pudo y se dejó caer desde su cúspide. Aterrizó sobre una mesa de jardín que se desintegró bajo su peso, las ventanas del barrio comenzaban a iluminarse, la persecución estaba llamando la atención de los vecinos. De una patada reventó la puerta del patio y salió a otro callejón, torció una esquina y corrió con toda su alma torciendo esquinas para evitar que siguiesen su rastro. Al poco se vio en una de las calles principales de la ciudad, su ropa estaba desgarrada y tenía el cuerpo cubierto de nuevas magulladuras que nada tenían que ver con las del combate. Se frenó un instante y escuchó, nadie le perseguía.

Llegó al refugio que buscaba. Quería pasar una noche más junto a su calor, junto a su piel tersa que tantas alegrías le había ofrecido. Entró en el local, un viejo club que visitaba desde que su carrera había comenzado a dar los primeros pasos. En la barra sólo el camarero y una prostituta de mediana edad, que todavía conservaba algo de su antiguo atractivo, daban vida a la sala prácticamente a oscuras.
- Hombre, viejo lobo. Hacía mucho que no te veía por aquí.
- He estado un poco ocupado últimamente.- Butch dio unos pasos y una pequeña lámpara iluminó su maltrecha estampa.
- Pero, ¿qué te ha pasado? ¡Estás hecho una basura!
- No te preocupes, me he visto en peores situaciones. – La prostituta se acercó al boxeador y le acarició la cara.
- ¿Has peleado?
- Sí Linda. Le he dado una paliza de muerte, tenías que haberlo visto.
- No sé cómo habrá quedado el otro, pero tú estás para el arrastre. ¿Quieres que subamos a nuestra habitación y te ayude con esas heridas? Hoy no creo que venga ningún cliente.
- Precisamente en eso estaba pensando, siempre es agradable volver al hogar. – Butch y la mujer se perdieron por unas escaleras, el camarero se quedó sólo en la barra observando como se alejaban.

Nacho Valdés

4 comentarios:

raposu dijo...

La narración sigue siendo vívida y acompañamos a nuestro héroe en sus peripecias deseando saber qué va a a ocurrir a continuación. Eso es lo que convierte un relato en algo interesante: tensión administrada.

Paco dijo...

Butch es Butch y Laura es implacable

Sergio dijo...

Las batallas de verdad no están en el ring sino en la mente o al menos eso dijo hace un tiempo Mohammed Ali. Butch muestra sus partes más oscuras lejos del cuadrilátero. Es el antihéroe hecho carne. Espero ansiosamente el desenlace final...
Enhorabuena, maldito culé...

Anónimo dijo...

a mi me sigue gustando esta historia. por ciertooo naxinhooo felicidades k ya teneis el tripletee jaja un saludo

borja