lunes, mayo 18, 2009
En el ángulo muerto Vol. 15
Redención (Round 4)
El cansancio había destrozado a los luchadores, se encontraban unidos en un abrazo, rotaban sobre ellos mismos intentando sacar alguna mano ganadora, algún golpe que hiciese mella en el contrario. Sus caras, hinchadas y desfiguradas, mostraban la deriva de su físico, la falta de intensidad con la que se estaba desarrollando el cuarto asalto. El sudor ofrecía brillos y matices que dotaban la escena de cierta irrealidad, como si se tratase de seres mitológicos oponiendo sus fuerzas. El público chillaba, quería violencia, deseaba que uno de ellos acabase besando la lona, había pagado la entrada que les daba pasaporte a la carnicería que se estaba viendo esa noche. El negro pasó al ataque, tras unos instantes orbitando alrededor de Butch lanzó de nuevo los guantes hacia su cuerpo, ansiaba finalizar definitivamente la lucha que tantos problemas le estaba ocasionando. El boxeador veterano sólo se ocultaba tras su guardia, no tenía fuerza para responder, para seguir prolongando la agonía que tantos asaltos había durado. Sus guantes y brazos se habían convertido en una pesada pantalla que absorbía todos los impactos que le llovían, le costaba un enorme esfuerzo tenerlos erguidos, su cuerpo maltrecho intentaba esquivar los puños que como rocas caían desde los brazos morenos y torneados. Butch lanzó la izquierda, falló y rectificó con la derecha, el negro le esquivó y encontró el hueco para que un impacto demoledor aterrizase en la sien de Butch. El golpe fue como una explosión en su cabeza, la vista se le nubló e instintivamente lanzó una mano debilitada que ni siquiera llegó a su destino, sólo sirvió para quedar sin cobertura. El joven luchador aprovechó la oportunidad y zanjó la pelea con una combinación de golpes que destrozó a Butch sin remisión, el viejo guerrero se mantenía en pie de manera milagrosa, parecía un saco de entrenamiento que vuelve a su posición cada vez que recibe un puñetazo. Llegaron a la esquina, se sujetaba únicamente por las cuerdas que rodeaban el ring, sus piernas ya habían fallado y el negro no dejaba de lanzar puñetazos salvajes con toda la potencia que le permitía la fatiga. Por fin, tras un castigo inusitado, Butch cayó inconsciente. La gente que había asistido al pabellón quedó muda, sólo la cuenta atrás rompía el silencio; siete, ocho, nueve, diez.
El boxeador había perdido su último combate, en cuanto el árbitro dio la lucha por terminada Joey se echó sobre la lona para recoger a su viejo compañero, lo levantó como pudo mientras recobraba la consciencia camino de su esquina. Sacaron el taburete y lo sentaron prácticamente inerte, abatido y destrozado tras los cuatro asaltos que había resistido ante el joven que se había presentado esa noche. – Lo has hecho muy bien. Estoy orgulloso. – Dijo Joey mientras suturaba las heridas del antiguo campeón. Butch intentó decir algo pero sólo acertó a escupir el protector embadurnado de sangre y saliva. – Descansa. Ha sido la mejor despedida de la que nunca he sido testigo. Creo que pasará mucho tiempo antes de que tengamos a un boxeador como el que tú has sido.
Las brechas estaban cosidas y la cara de Butch limpia, esperaba sobre su banqueta que el árbitro le llamase al centro del cuadrilátero. Su mirada estaba ida, perdida en los recuerdos que se amontonaban tras años de luchas, noches gloriosas y decepcionantes. Joey trataba de distraer su atención, era conocedor del momento agrio que le tocaba vivir al campeón, de lo vacía que su vida se quedaba sin la ocupación que le había dado un nombre, un lugar en la memoria colectiva de todos los que habían sido testigos de su carrera.
- Te sigo debiendo un montón de dinero. No sé cómo voy a hacer para pagarte.
- No te preocupes ahora de eso. Este es tu momento y debes disfrutarlo, además, aposté todo lo que me diste a tu rival.
- Eres un maldito bastardo.
- Estaba claro que ese negro te iba a destrozar, si le hubieses pillado hace unos años puede que hubieses tenido alguna oportunidad. – Butch sonrió, no tenía fuerzas para nada más.
- No te preocupes por nada, ya sé que es lo que tengo que hacer con la pasta.
El árbitro hizo una señal para que los combatientes se acercasen a él, en el centro los dos guerreros se felicitaron sinceramente. Sus rostros estaban marcados por la lucha, por el cansancio y por el esfuerzo que hicieron para perseguir la victoria. Se hizo un instante de silencio y fue el puño del negro el que fue levantado en señal de triunfo, el público aplaudió tímidamente. Sin embargo, fue el nombre de Butch el que comenzó a ser coreado, el pabellón parecía dotado de una sola voz que al unísono aclamaba al campeón que se iba para no volver jamás. Las lágrimas comenzaron a correr por su cara deformada por la lucha, levantó los guantes al cielo y el estallido de gritos y ovaciones fue unánime. La gente se levantaba de sus butacas para ver con sus propios ojos al boxeador, al referente, a un héroe que abochornado por el lloro ocultaba su cara para despedirse definitivamente. Hizo un ademán con el brazo y, junto a Joey, se fueron camino del vestuario. Nadie volvería a disfrutar de las veladas que había regalado a su público, su legendario directo desaparecería en el olvido.
Nacho Valdés
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4 comentarios:
Bueno, pues despidamos a Butch con el honor que se merece. Ha hecho un digno combate y su entrenador nos ha salvado de la incomodidad de dejarle en la miseria.
Nos has tenido en vilo unas cuantas semanas, ha estado muy bien. He creído que al final ibas a sacar al "Deus ex machina" para hacer una filigrana que encajara con la seguridad de Butch, pero no, es sólo una historia de decencia moral mientras se llevan unas manos de hostias.
Enhorabuena por todo ello.
El final no ha llegado, todavía queda una historia en el aire. La intentaré resolver en las próximas semanas.
Besos.
Un combate honesto y un final con marchamo de realidad. Porque el lector avisado descubre en los finales felices una circunstancia impropia y ajena al estilo de las cosas que suelen pasar. Y eso que Butch, aunque derrotado, conserva la vida y el honor... que no está mal. Bueno, de momento. Ya veremos con qué nos sorprende nuestro querido autor en el epílogo de Constanza.
Decía Bob Dylan - "el éxito es el mejor fracaso pero un fracaso nunca es un éxito"
¿Quién dictamina cuando cae un campeón?...
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