Las palabras que se lleva el viento nunca vuelven a dormir. Yo me quedé varias noches esperando su vuelta, pero nada, jamás volví a verlas. De vez en cuando, entre las ramas de los árboles, las veia moverse dispuestas a regresar a mis manos. Pero nunca lo hicieron. Seguramente encontrarían algo mejor que hacer. Unas manos menos torpes, una cama más confortable o algún pasatiempo lo suficientemente eficaz para quedarse dormidas durante meses.
Pero hay otras que perduran, hay otras que no desean irse. Son esas que nunca sueltan tu mano, aquellas que repelen los disparos y los dias raros. Son pocas, sí, pero tienen el peso de un campeón mundial de boxeo.
Son el bendito rock and roll de un músico en paro de ideas o el mejor capítulo de una obra incompleta, el titular que un periodista peleea durante toda su carrera.
Para mi, esa palabra eres tú. Y es por eso que no puedo dejar de amarte. No quiero imaginarme como sería una noche esperando a que vuelvas, viéndote entre las ramas , en otros brazos o en otros labios o en otra vida.
Eres tú mi palabra preferida.
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