lunes, octubre 28, 2013

En el ángulo muerto Vol. 205


Husmeando
 


La tarde era lluviosa y fría, de buena gana se hubiese ido a casa con su mujer y su bebé mas, el detective Vázquez, sabía que su deber estaba por encima de su descanso. Para él, la policía era un modo de vida, algo tan íntimo que no podía renunciar de ninguna manera a lo que hacía aunque le trajese problemas como los que estaba seguro que tendría esa noche. Le daba igual, se trataba de un pez gordo y se sentía en la obligación de ir hasta el fondo del asunto.
Aunque se trataba de una temeridad y algo totalmente contrario a los cánones policiales, había utilizado su coche particular para seguir al audi de enorme tamaño que pocas horas antes había ido a recoger a don Manuel, como le conocían en el ámbito empresarial, a la salida de la penitenciaria en la que había ingresado no hacía más de diez días. Cuando se enteró de que le soltaban sin fianza y sin retirarle el pasaporte ardió por dentro como una tea, el juez había recomendado su puesta en libertad hasta la siguiente vista dada la imposibilidad de mezclarle en el sórdido asunto que tanto tiempo llevaba investigando. Algo, que en opinión del detective, estaba más allá de un mero desfalco, intuía que tocaba muchos más aspectos criminales de lo que era habitual  en ese tipo de delincuentes. Le daba igual, estaba dispuesto a cualquier sacrificio para desenmascarar a ese tipo con el que se había cruzado en un par de ocasiones en el curso de sus pesquisas.
Estaba a una distancia prudencial pero sabía que tenía que seguirle con cuidado, los tipos que iban con don Manuel eran profesionales y descubrirían a cualquiera que no fuese al menos algo precavido. Para su desgracia, Vázquez no había arreglado las escobillas del limpiaparabrisas y según arreciaba la tormenta su visibilidad era cada vez menor; dudaba entre acercarse un poco más o dejarle para desde la lejanía rezar porque no se cruzase en su campo de visión ningún otro vehículo. Se decidió por la primera opción y, aunque se jugaba el puesto si alguien descubría que estaba realizando seguimientos ilegales, era mucho más lo que tenía que ganar que lo que podía perder. Al menos era lo que pensaba. Su carrera, estancada desde hacía años, tampoco le preocupaba tanto como para dejar que sus principios se derrumbasen como había sucedido con otros compañeros abandonados a la molicie. Él era diferente y, si por casualidad daba en el clavo, tenía claro que lograría el ansiado ascenso que le permitiría hacer una limpia en su departamento para quedarse con aquellos agentes que realmente querían hacer las cosas bien. Se concentró en la calzada, la ciudad estaba muy complicada y el tráfico podía provocar que perdiese a su presa.
Sin que reparasen en él llegaron a una de las zonas más nobles de la ciudad, edificios bajos y con zonas ajardinadas en pleno centro; todo un lujo al que solo una minoría podía acceder. El coche que seguía se metió en el garaje de una finca con aires de palacete y el detective aparcó frente al portal, había muchos espacios y la zona arbolada le procuraba un mínimo refugio que esperaba fuese suficiente para no resultar descubierto. Esperó ansioso mientras encendía un cigarrillo, más tarde se lavaría las manos y se comería un chicle pues Eva le había prohibido fumar desde que habían tenido al niño. Abrió la ventanilla y observó la silla del bebé por el espejo retrovisor, le daba cierto remordimiento pero en los últimos tiempos la tensión a la que estaba siendo sometido le provocaba una ansiedad que solo era capaz de paliar dando unas cuantas caladas a un pitillo. Repentinamente, sin darle prácticamente tiempo a fumar, un ventanal del segundo piso se iluminó y un par de siluetas se recortaron contra las cortinas. A continuación otra luz se encendió en un cuarto adyacente.
Había conseguido lo que quería, tenía localizado a don Manuel y estaba seguro de no haber sido descubierto. Y, aunque no tenía claro cuál sería la siguiente jugada, al menos podría conocer sus movimientos. Se puso en marcha, tenía que llegar a la zona residencial donde vivía y era necesario atravesar toda la ciudad, su hijo estaría bañado y dormido y Eva enfadada.
 
Nacho Valdés

2 comentarios:

laura dijo...

Suena muy bien...

raposu dijo...

Curioso: he leído antes la segunda entrega que esta primera y me ha gustado. Quizás sea por esa sensación de alivio "...ahora lo entiendo...".
¿Una idea para futuras historias?