lunes, julio 18, 2011

En el ángulo muerto Vol. 111




La historia narrada

Recuerdo que le había conocido a finales de los ochenta o principios de los noventa, tampoco lo tengo demasiado claro. Lo que sí sé es que se trataba de un momento en el que en este país por fin se empezaba a respirar y a pensar en algo más que en el franquismo que se había dejado atrás. Tampoco es que este dato sea relevante, únicamente quiero dejar patente que mi contacto con él viene de atrás.
Yo había sido invitado, en calidad de periodista, a las jornadas sobre democracia y socialismo que la CNT había preparado durante el mes de julio en la capital. No es que fuese un acontecimiento destacable en sí mismo pero, el periódico para el que trabajaba por aquel entonces consideró que un acto de esa naturaleza tenía importancia únicamente por los grupos que iban a confluir durante ese caluroso mes. La derecha reaccionaria había puesto el grito en el cielo y se habían producido algunos altercados como un aviso de bomba y un desalojo, estaba fresca la memoria de abusos y enfrentamientos de las últimas décadas y yo tenía que enterarme de qué era lo que se estaba cociendo en aquellos pabellones curiosamente abarrotados a pesar de las amenazas.
Como de costumbre yo me dedicaría a la parte literaria haciendo una pequeña crónica que, a tenor de la oportunidad que se me acabó presentando, se convirtió en una serie de reportajes que acabaron derivando en un libro que terminó por venderse maravillosamente pues fue fruto de años de seguimientos, investigaciones y, por último, sorprendentes descubrimientos. De todas formas, la cosa comenzó cuando, tras innumerables coloquios, conferencias y demás lugares comunes a este tipo de lances, le llamaron al estrado para ofrecer una conferencia. Manuel Garrido fue con el nombre con el que le presentaron y, debo reconocer que en el primer contacto no me impresionó demasiado, más bien me pilló sin nada que hacer y me senté distraído a comprobar qué era lo que ese tipo menudo iba a vendernos. Digo menudo pero, más bien, era pequeño. Se trataba de un hombre mayor, aunque con cierto porte y de unas dimensiones más que reducidas. No creo que midiese más de un metro sesenta. Vestía una camisa blanca desabrochada y un pantalón oscuro que sujetaba con unos tirantes, era la imagen de la austeridad y, en su pecho, como si de una medalla a algún tipo de mérito se tratase, brillaba una pequeña chapa que no pude identificar. El caso es que algo en él me llamó la atención, quizás fuese debido a esa especie de coquetería que el buen hombre parecía arrastrar o quizás se tratase de alguna casualidad pero el caso es que comencé a escuchar interesado. Lo del toque de seducción era lo más destacado de su figura pues, ese hombre cercano a los setenta, tenía una capa espesa de pelo teñido de un tono parecido a la canela que predominaba sobre el conjunto y que contrastaba con su espeso bigote blanco. Quizás fue ese el elemento que cazó mi atención, el hecho de que no se tiñese también su mostacho.
El caso es que se sentó en la mesa detrás del micrófono que prácticamente le ocultaba y se presentó al auditorio. – Buenos días, me llamo Manuel Garrido y soy uno de los pocos sobrevivientes del campo de Dachau. – Tras esa declaración se hizo el silencio y el murmullo que flotaba en el ambiente cesó de inmediato. La voz profunda y varonil de ese hombrecillo había conseguido llamar la atención de todos los que allí nos encontrábamos. Yo, por mi parte, había encontrado mi historia, lo supe de inmediato y comencé a tomar notas apresuradamente en mi cuaderno. El tema de la Segunda Guerra Mundial siempre me había interesado pero, en los años que llevaba como periodista, no había tenido oportunidad de entablar contacto con ninguno de los veteranos de ese conflicto. Consideré que era una suerte el encontrarme con un superviviente español y, en apariencia, accesible para cualquiera que mostrase un poco de interés. La conferencia, enmarcada en la temática de los totalitarismos, se redujo a una media hora durante la que Manuel se limitó a realizar un repaso de la etapa de su biografía centrada en los años del nazismo en Alemania. Según lo que había contado ese día, se había alistado en la División Azul franquista y, una vez en territorio alemán, parece ser que desertó de sus filas y se enroló en el ejército rojo pues había sido trasladado al frente oriental. Yo escuché embelesado la historia y decidí esperar a ese tipo a la salida del acto, tenía la seguridad de que tendría oportunidad de hacer algo con ese relato.

Nacho Valdés

5 comentarios:

laura dijo...

Me encanta la temática de este relato, además justo ahora me estoy leyendo un libro ambientado en la Segunda Guerra Mundial.
Por ahora la historia promete!
Un besazo.
Laura.

raposu dijo...

Sí, lo he leído del tirón y he lamentado tener que esperar una semana...

cristina dijo...

Yo odio tener que esperar una semana para leerte.

Me gusta el tema escogido de fondo...mucho y con un periodista,yes! Espero, por incordiar un poco, un desenlace mejor que en el relato anterior.

Cristina dijo...Bona nit.

Muchacho_Electrico dijo...

Excelente relato, ya veremos hacia donde se encamina.
Abrazos

Sergio dijo...

Me alegra que al fin en tus relatos se inspiren en la fundación FAES.
¿Tienes ya papel para Camps?

SALUDOS