martes, diciembre 21, 2010

Palabras Usadas

Considerada por la prensa especializada como la mejor versión de todos los tiempos: All Along The watchtower es también una de las canciones más emblemáticas y reconocibles del cancionero de Bob Dylan. La magia bajo la yema de los dedos de Jimi Hendrix elevó hasta lugares inalcanzables la deslumbrante historia Dylaniana. Los textos de un Bob Dylan, renacido tras su paso por la electricidad y el famoso accidente de moto, ganan peso bajo la brutal interpretación de Jimi.
Son dos canciones excepcionales en las que contemplamos, sin necesidad de esfuerzo, la fuerza personal de ambos artistas.
Amigas, esto es historia:

...There must be some way out of here,"
said the joker to the thief...

Bob Dylan


Jimi Hendrix

lunes, diciembre 20, 2010

En el ángulo muerto Vol. 84




Visitas

Recordaba los terrenos mucho más grandes, como si el paso del tiempo hubiese empequeñecido las imágenes de lo que había sido mi pasado, vino a mi cabeza la tarde que habíamos pasado en el jardín. Un día especial del que no conservaba más que retazos inconexos y una honda melancolía por la infancia. Me dio la impresión de que entonces todo era mucho más sencillo, desde ese prisma pueril todo albergaba una esperanza irrenunciable que se había convertido en descreimiento.
Reconocí el terreno y la casa desde el exterior, indudablemente estaba habitada pues había signos inequívocos de que estaba siendo usada pero, en apariencia, en ese momento nadie estaba en su interior. De alguna manera me sentía atraído por el entorno decadente por el que deambulaba sin saber bien el motivo, cada paso tenía la impresión de que me acercaba hacia la idea que estaba gestándose en mi interior, aunque era tal la febrilidad de mis pensamientos que no tenía la capacidad de hilvanarlos de manera coherente. Cuando estaba en la parte trasera, observando un desvencijado porche con una mesa en la que descansaban platos del desayuno o de la cena del día anterior, una de las ventanas de la planta superior se abrió de improviso. En un primer instante me quedé paralizado, lo mismo que el tipo de avanzada edad que estaba vigilando mis movimientos. Tras un saludo cordial que no fue correspondido, pregunté por el dueño de la casa. Me contestó en un castellano surcado por un profundo acento alemán que él era dueño y que qué quería. Le dije que únicamente hablar con él sobre el pasado puesto que mi abuela había estado en el servicio de su familia, me miró receloso y se volvió a meter en el interior cerrando tras de sí y dejándome a la espera de algo que no tenía claro pues había sido realmente parco en su trato y diálogo. Estuve unos segundos a la espera, no tenía claro si quedarme a esperar noticias del anciano o irme corriendo por si había llamado a la policía y me pedían explicaciones por haber allanado una propiedad privada. Contemplando mi reflejo en la cristalera del piso inferior comprendí que no ofrecía demasiada confianza pues en mi cara afloraban los estragos de la noche que había pasando con Roberto discutiendo de literatura y proyectos; además, había salido corriendo de casa y no me había afeitado ni cambiado de ropa, era la imagen viva del desaliño. A pesar de todo, el anciano se presentó frente a mí y salió al exterior, tuve la corazonada de que se sentía más solo de lo que yo podía llegar a imaginar. El hombre estaba enjuto y vestía de forma extraña, como si todo el brillo de la aristocracia a la que había pertenecido se hubiese deshecho en las ropas descuidadas y gastadas. Aún así, tenía una planta noble que todavía se mantenía firme a pesar del evidente paso del tiempo. Sus ojos glaucos me interrogaban sin que sus labios profiriesen ninguna palabra, me preguntaban sobre los motivos que me había llevado hasta allí y por lo que deseaba. Titubeante, comencé mi discurso explicándole que era el nieto de una de las mujeres que había llevado desde Alemania, que me dedicaba al oficio de escritor y que estaba indagando sobre la historia que había llevado a mi abuelo a la muerte y a mí a nacer en España. Dándome la espalda volvió a la vivienda sin contestarme, yo me quedé sin saber qué hacer o decir, totalmente confuso. Cuando el anciano iba a atravesar la puerta se dio la vuelta y me espetó que si no deseaba acompañarle. Sin pensármelo dos veces seguí sus pasos.
La casa se mantenía más adecentada que los jardines, saltaba a la vista que alguien se ocupaba regularme de su limpieza y organización. El sujeto que me guiaba con sus pequeños pasos me llevó hasta una pequeña salita de estar e indicándome que me sentase en una de las butacas me preguntó si prefería un café o un té, yo le contesté que era más de whisky y el tipo, con una media sonrisa, se alejó por un pasillo desde donde llegó al rato el tintineo de los vasos y el hielo. La mansión parecía una especie de museo consagrado al pasado, todo plagado de extraños recuerdos y fotografías en blanco y negro que trasladaban mi imaginación a la Alemania de mediados del siglo XX. Antes de que pudiese realizar una indagación más profunda, el hombre reapareció con dos vasos cargados con el pardo licor.

Nacho Valdés

viernes, diciembre 17, 2010

Las Chicas Saladas Cantan a Marc (Vol. 5)

Tras su paso por nuestra ciudad, la contundente Imelda May, dejó este regalito para el joven Marc, el cual al igual que su padre siempre estuvo interesado en la plasticidad del movimiento de las caderas irlandesas .
Buen fin de semana a todos...

En el Backstage Vol. 24




Una noche sucia

Una de las bandas más longevas del panorama roquero español recaló en Valencia para regalarnos una de sus actuaciones cuajadas de momentos originales e impredecibles. Los vigueses Siniestro Total, presentaban su última propuesta (es de destacar que lejos de estancarse en el pasado llevan en los últimos años un ritmo de grabación bastante prolífico), apoyada en los sonidos sureños de los lejanos Estados Unidos y a los que tanto debemos en el terreno musical. El disco, fiel a la imaginativa mente de los miembros del grupo, lleva por nombre: Country & Western. Lejos de las concesiones, el egocéntrico y megalómano Julián Hernández dejó bien clara la estructura de la actuación; la primera parte del concierto iba a dedicarse íntegra a la ejecución de su último trabajo, después vendría una pausa en la que podríamos, según nos aconsejó este peculiar frontman, tomar una copita para refrescar nuestros gaznates y, en último lugar, disfrutaríamos de los temas clásicos que todos los asistentes estábamos deseando.
Como viene siendo usual en este artista, comenzó el show poniendo a parir a todo lo que se le ocurrió con un punto de chabacanería marca de la casa. Sorprendente fue el estilismo escogido para el concierto, el tipo apareció con un sombrero de paja (supuestamente vaquero) y una simple camisa fea que dejaba en evidencia el paso del tiempo por el físico del roquero vigués. Quizás, influenciado por la cercanía de la Huerta decidió a última hora, para realizar un guiño a la concurrencia, disfrazarse de agricultor valenciano. El caso es que tenía una pinta de lo más deplorable pero, qué importaba, lo fundamental era la música.
Dejando de lado su habitual Gibson Les Paul, salió pertrechado con una Fender Telecaster (guitarra que últimamente me pone los dientes largos) y su ridículo sombrero; a su lado, sus habituales escuderos en forma de guitarra solista, bajo, percusión y teclados con saxofón. Para mi sorpresa el nuevo disco sonaba muy bien (no sé si han hecho algo en la sala Mirror pero ya destaqué el buen sonido durante el concierto de Quique) y era coreado de manera masiva por los seguidores que, sin llegando a abarrotar el local, nos habíamos congregado para seguir a este grupo de hard rock. El caso es que fiel a sus planificaciones, dedicaron más o menos una hora íntegra a desgranar uno a uno todos los cortes de este último trabajo. La banda, más que bragada en todo tipo de plazas, sonó rotunda e incluso por momentos sobresaliente y nos dio lo que íbamos a buscar: algo de rock en forma de nueva propuesta un tanto más country aunque, a pesar de todo, el fondo sigue siendo el mismo y los que fuesen a la búsqueda de letras profundas se encontrarían con los típicos versos chorras de Julián.
Tras el intermedio, en el que siguiendo los sabios consejos del señor Hernández me apreté una copita, volvieron sobre el escenario para acometer la recta final de la actuación. Aquí pudimos disfrutar de temas clásicos como: Ayatolah, Todo por la napia, Bailaré sobre tu tumba, Emilio Cao, Miña terra galega, Matar hippies en las Cies, La sociedad es la culpable y unos cuantos más que por supuesto se han disipado entre los vapores etílicos del güisqui JB. En esta última parte el sonido fue un poco más descontrolado, aunque justificado por las distorsiones exageradas de su etapa más punk y por las berreas que se marcaba el bueno de Julian.
Aunque se trata de más de lo mismo y ya los he visto en muchas ocasiones, debo reconocer que se trata de un grupo que nunca me defrauda (sé a lo que voy), que siempre me deja margen para desgañitarme frente al escenario y que son capaces de crear un ambiente festivo del que todos los asistentes participamos. Si vuelven, que con toda seguridad lo harán, sin duda regresaré a verlos.

Nacho Valdés

jueves, diciembre 16, 2010

La Radio Rota de Mr. K



José Ignacio Lapido
De Sombras y Sueños (2010)
Pentatonia Records

El rey limpia el trono
Dudar a estas alturas de José Ignacio Lapido es algo casi imposible e impensable. Con cada nueva entrega musical, el de Granada, vuelve a demostrar que es el mejor compositor de canciones del país. Ahora nos llega “De Sombras y Sueños”, el exquisito cierre de la trilogía iniciada hace cinco años con “En otro tiempo, en otro lugar” y continuada con “Cartografía”.
El universo Lapido está plagado de búsquedas de la verdad, conversaciones divinas, sueños y realidades, perdedores ilusionantes y todo ello con una lírica única e intransferible.
En “De sombras y sueños” no hay un notable cambio en lo estilístico, más bien se pule la línea trazada en los anteriores discos aunque esta vez la estupenda banda que lo acompaña tiene vida y talento propio. La producción del disco no corre, como es costumbre desde 1993, a cargo de Lapido sino que descansa en la figura del productor alemán Pau Grau y la verdad, es que el resultado es demoledor. El disco suena a clásico con cada instrumento sonando donde y cuando toca.
El disco lo abre la canción “El más allá”, compuesta con voluntad de himno (uno más) y que seguramente se convertirá en una de las fijas del repertorio en directo. Los músicos en España se pelean por colaborar con Lapido y en esta ocasión los afortunados son Quique González, que borda “En medio de ningún lado", Eva Amaral, con un sorprendente registro oscuro de su voz y el joven Miguel Ríos que hace suya la memorable “La Hora de los Lamentos”.
Aun así el disco funciona por sí solo. Canciones como “Cansado”, “Nadie Espera” o “Olvide decirte que te quiero” son excelentes muestras de buen pop y rock.
Resulta decepcionante ver como un artista de la categoría de Lapido las pasa canutas para poder hacer llegar su música a buen puerto. Si con lo poco de lo que dispone nos entrega discos así: ¿qué podría hacer con una grabación a la carta?
Lapido tiene un público fiel y cerrado. Existe una corriente conocida como “los lapidistas” que defienden (aunque no haga falta) al músico allí donde va. Yo soy uno de ellos.
Le pueden ver en concierto por Valencia en Febrero.
No se lo pierdan.

Mr.K

Retratos (Vol. 21)

Fin
Dormiré hoy cerca de tus manos en calma.
Llegando a ti con los ojos del sueño todavía abiertos,
Dejando en blanco las paredes del alma para que pintes en ellas las líneas que nos unen.
Soy mejor desde que estás aquí.
Recorreremos el camino juntos
Buscando el sol de los valientes.
En la hora de las hogueras nuestras llamas alumbrarán la noche del insomne.
Soy mejor desde que estás aquí.
¿Qué será de las musas cuando ya no les hablemos?
Cuando solo nos interese lo nuestro.
Si vienen a por nosotros tendrán que cargar con algo más que dos cuerpos caídos y unas rosas.
A estas alturas ya sabemos que nada permanecerá a salvo del oleaje salvaje del tiempo.
Resistirán las palabras tendidas en nuestra boca para que el viento pueda arrastrarlas más allá de donde logramos llegar. Quedarán en las huellas de nuestros pasos huesos y estrellas, junto a planos de ciudades fantasmas habitadas por todos los que nunca llegamos a conocer.
El mar lo bañará todo y no tendremos frío.
Soy mejor desde que estoy contigo.

miércoles, diciembre 15, 2010

Delaletra







El costumbrismo ficcionado de un chileno

Uno de mis últimos descubrimientos literarios, que tenía ganas de compartir con los todos los corazones hambrientos, es el del escritor chileno Roberto Bolaño. Este narrador o, mejor dicho, cuentista y poeta ha ido erigiendo una monumental obra que desde su muerte en 2003 todavía continúa ofreciendo sorpresas de gran calado. Mi contacto con él ha sido mínimo aunque, tras esta primera inspección, el impacto ha sido máximo.
Destaco, en primer lugar, el compendio de relatos cortos Llamadas telefónicas. Esta obra, pequeña en volumen pero enorme en estilo, está compuesta por no más de doce relatos cortos que tratados desde un costumbrismo desgarrado nos va introduciendo en el enrevesado universo Bolaño. Los escritos, narrados la mayoría en primera persona, van desgranando una serie de cuentos modernos de fondo anodino pero de un magnetismo sin parangón. Se puede afirmar que lo que narra son pequeños fragmentos biográficos de personajes singulares que destacan por el carácter anecdótico de su estilo y por la conexión que consiguen con el lector. De alguna forma, sin caer en moralinas y dejando espacio para que el lector saque sus conclusiones, va urdiendo pequeñas tramas en las que te ves inmerso y de las que no puedes prescindir una vez que has comenzado la lectura. Conecta con el universo borgiano que, dotando de verosimilitud las historias más descabelladas, provoca la caída del espectador en los sencillos relatos que va desgranando. Algo que, a mi entender, resulta harto complicado, pues hace de lo difícil algo en apariencia sencillo. Otro de los aspectos a enfatizar es la conexión literaria que logra en sus escritos, acaba construyendo una especie de metaliteratura en la que las referencias ficticias y reales se entremezclan para crear una atmósfera única y de impecable ejecución.
Entre los últimos manuscritos de este literato sacados a la luz destaca La literatura nazi en América, pero esto es harina de otro costal que ya trataré en otra entrega de Delaletra.

Nacho Valdés

martes, diciembre 14, 2010

En el Backstage Vol. 23



Refugio para poetas y perdedores

Los días transcurridos desde el último concierto al que había asistido me pesaban como un lastre del que no era capaz de desembarazarme, algo palpitaba en mí y no era otra cosa que la llamada musical que se avecinaba en Valencia. No sin ciertos nervios me dirigí a la Sala Mirror para conocer, de una vez por todas, a Quique González. La cosa es que experimenté algo que no me sucedía desde mis primeros conciertos, mi estómago estaba agarrotado por el estado de incertidumbre en el que estaba sumido y no era capaz de mantenerme tranquilo. De alguna manera me sentía como un adolescente que se había escapado de casa para ir a una fiesta y no tenía claro si esto estaba motivado por el hecho de que no había visto nunca a Quique, porque hacía mucho que no iba de concierto o porque no quería salir defraudado de la actuación de un tipo en el que tenía colocadas muchas expectativas.
Al llegar a la sala fui templando mi ánimo y, tras embucharme un buen güisqui, me pude colocar en una esquina cercana al escenario pues el lugar no estaba tan abarrotado como esperaba. El caso es que estaba bajo las tablas esperando a que comenzase la función, el público más bien madurito dejaba de lado los agobios y el asunto se presentaba realmente prometedor. De repente, bastante puntual, salió Quique pertrechado con su guitarra acústica y, después de saludar a la concurrencia, abordó el que sería un increíble concierto cuajado de buenos momentos. La ocurrencia de salir en un principio solo fue todo un acierto pues, según iban incorporándose sus músicos, la actuación iba ganando en complejidad y riqueza. Abordó de manera magistral, pero no exclusiva, su último disco Daiquiri Blues. Digo que no en exclusiva pues dejó espacio para los cortes clásicos que todos estábamos esperando y que no dejaron indiferentes pues fueron coreados por todos los que allí nos habíamos reunido. Debo decir, para hacer justicia a la verdad, que salvo alguno de los presentes en los que me incluyo, gran parte del público se sabía de memoria las nuevas canciones. Esto último puede considerarse un éxito rotundo para un artista minoritario.
La Sala Mirror, hacia la que albergaba ciertas reticencias por conciertos anteriores, sonó maravillosamente y la acústica nos permitió disfrutar de todos los matices del espectáculo. Me quedó claro que el asunto del sonido es, en primer lugar, relativo al estilo del grupo que esté tocando y, por supuesto, a la calidad interpretativa de sus integrantes. Esto, que puede resultar obvio, quedó de manifiesto gracias al buen hacer de los acompañantes del artista madrileño. Quique se atrevió tanto con la guitarra acústica, como con la eléctrica (sonó maravillosamente roquera Hotel los Ángeles), así como con la armónica y los teclados. Por otro lado, llevó a un tal Raya a la guitarra solista que clavó cada una de las notas de las grabaciones de estudio y abordó sin complicaciones el pedal steal para aquellos temas más folk que así lo requirieron; por otro lado, se llevó a un virtuoso del órgano Hammond, un bajista que también se atrevió con el contrabajo (instrumento este último que me apasiona por su sonoridad y dimensiones exageradas) y una percusión que también estuvo a la altura de la noche. Cabe destacar que Quique, del que pensaba que quizás naufragaría en asuntos vocales, estuvo más que esplendido en la ejecución de sus temas y que su característica voz fue capaz de llegar a todos los rincones de la Mirror.
Lo mejor sin duda, más allá de todos los elementos destacados hasta esta línea, fue la atmósfera de complicidad que fue capaz de crear a nuestro alrededor este tipo menudo que sin parecer proponérselo se comió el escenario y la noche valenciana. De entrada parece que lo que va a abordar le va a quedar grande pero, en cuanto comienza a hablar, deja claro que como artista tiene unas tablas inmensas que le permiten superar cualquier contingencia. A pesar de no ser un gran erudito en ninguna de las suertes que ejecuta; ya que no es un gran guitarra, no tiene una voz increíble, no es un gran pianista y seguro que ni siquiera domina la armónica pero, sin embargo, es capaz de crear un ambiente en el que todos los presentes participamos. Toda una creación que hace que te sientas cómodo y como si le conocieses de toda la vida. Esto, por supuesto, viene dado por la capacidad de evocación que contienen todas sus letras. El punto fuerte de este artista. Parece, y no creo estar exagerando, que ha cogido pequeños fragmentos biográficos de cada una de las vidas de los que ahí estábamos para devolvernos unas canciones que parecían hablar de todos los que allí nos habíamos juntado. De esta forma creo que todos los que asistimos nos pudimos identificar con alguna estrofa o alguna situación que nos trasladaba a un pasado cargado de melancolía.
En definitiva, un gran concierto que me ha hecho más converso si cabe del gran Quique González.

Nacho Valdés

lunes, diciembre 13, 2010

En el ángulo muerto Vol. 83




Sin dirección

Tras la noche que había pasado junto a Roberto mi cabeza parecía a punto de estallar, los restos de todo lo que había bebido no me habían alejado del objetivo que me había propuesto y para el que, curiosamente, mi conocido me había empujado. La luz que entraba en mi apartamento, ya pasado el mediodía, cuando me desperté, pareció borrar todo atisbo de la creatividad que el día anterior me había asaltado. Era algo usual en mí, los excesos solían imbuirme en un estado depresivo que, aunque aplastante en un primer momento, no se dilataban demasiado en el tiempo.
Me decidí, sin nada mejor que hacer, por empezar a buscar mi inspiración en la casa en la que mi abuela había servido durante prácticamente la totalidad de su vida. Pertenecía a una familia pudiente de origen alemán y supuso, a pesar del servilismo que acompañó la existencia de mi familiar, el pasaporte para su supervivencia. Supongo que supuso un precio alto, pero para una persona como mi abuela que provenía de una zona rural, era algo así como un trabajo que abría el horizonte a nuevas oportunidades. Cuando mi abuelo murió en el frente, todos quedaron, al desaparecer la cabeza visible, huérfanos y presa de la incertidumbre que se presentaba en forma de un porvenir incierto pero, a pesar de la fatalidad una nueva oportunidad se abrió en forma de un pasaporte falso y un viaje clandestino atravesando media Europa. La rancia aristocracia, afín por convicción y ascendencia con el nacionalsocialismo, decidió, en vistas de la decrepitud y previsible caída que acechaba al Reich, irse del país para emigrar a un lugar donde no tuviesen que rendir cuentas a los aliados. Esa fue la carambola de la fortuna que provocó que yo naciese, si no hubiese sido por dicha circunstancia, mi abuela y mi madre que todavía era una niña, se hubiesen quedado en un país arrasado por la contienda. El objetivo era llegar a Sudamérica, lugar de refugio de numerosos nazis que se disiparon entre el gentío del nuevo mundo, e iban a utilizar como trampolín el régimen nacional catoliscista español que prestaba ayuda velada a muchos disidentes alemanes. El caso es que tomaron gran parte de su patrimonio, abandonaron las posesiones materiales y, junto a su servicio en el que estaba integrada mi abuela, recalaron en España con afán de poner tierra de por medio con respecto a la limpieza que el comunismo estaba efectuando en su país de origen. El motivo por el que no continuaron su camino hacia Argentina o Chile, o cualquier otro país en el que confundirse entre los muchos inmigrantes huidos, era para mí un enigma.
Estuve caminando hasta las afueras de la ciudad con el fin, no sólo de despejar mi cabeza, sino también de ordenar mis ideas pues se me antojaba un imposible el conseguir remontar un relato que, después del vigor alcohólico, me parecía una quimera. Pocos caminos tenía que recorrer para recabar información, pues se podía afirmar que mi madre prácticamente no había conocido a mi abuelo y los vínculos de los míos con el país bávaro se habían difuminado por la distancia. Lo único que tenía claro es que el personaje sobre el que orbitaba mi idea se había llamado Hackett y que compartíamos ascendencia y apellido, el resto del relato que había llegado hasta mí se podía considerar adulterado y en cuarentena. Pues, según la versión aceptada en el seno de mi estirpe, había fallecido en combate, en el frente luchando contra los comunistas, tras ser arrancado de un pequeño pueblo llamado Ering cercano a la frontera con Austria. Por lo que había deducido no era más que un aldeano que fue llamado a filas y estos indicios me hacían dudar de su sincera filiación con el nacionasocialismo. Lo más probable es que, carente de la más mínima formación, se embarcase cargado de mentiras en la cruzada que el régimen les había vendido o, quizás, simplemente fuese uno más de los fogosos nacionalistas que por aquella época florecían en pos de un futuro imperialista que suponían les pertenecía. Me daba exactamente igual, ningún vínculo afectivo nos unía y lo que deseaba era esclarecer el asunto para conseguir el contenido necesario para la elaboración de mi escrito.
Cuando llegué ante el portón de la finca la edificación estaba sumida en la depresión más absoluta, la vegetación, la pintura desvencijada y el jardín prácticamente salvaje ofrecían un aspecto desalentador que invitaba a pasar de algo. Observé entre el enrejado y busqué en vano algún timbre o método para comunicarme con el interior, ante la ausencia de ningún mecanismo empujé la puerta que se entornó chirriando cediéndome el paso.

Nacho Valdés

viernes, diciembre 10, 2010

Las Chicas Saladas Cantan a Marc (Vol. 4)

"Nunca el country fue tan sexy" le digo a Marc después de ver la actuación que la señorita Norah Jones nos envío ayer en vídeo. Nos hemos pasado la noche suspirando.
Buen fin de semana...

jueves, diciembre 09, 2010

Retratos (Vol. 20)

Sueño, en el páramo desahuciado del olvido, con diez millones de razones para no apretar el gatillo.
Escribo el nombre de las cosas que he perdido y rodeo con sangre las que creo fueron más dolorosas. Se pueden encontrar a simple vista las huellas que el pasado dejó en mí sin haberle pedido nada.

Despierto, y mi sueño baja como un rio por la ladera de tu vientre. Anda escondido el sol entre tus dedos dejando verse apenas un instante como una fotografía velada.

Es el amor el único sustento posible después de que los soldados deserten de las batallas(perdidas y ganadas) y vuelvan a casa siendo otros distintos a los que se fueron.

A la guerra se va a morir, nadie regresa entero.
Sin embargo yo estoy aquí:

Vivo o muerto, que más da sin ti.

martes, diciembre 07, 2010

Palabras usadas

Al mismo tiempo que Rosendo daba a luz este increíble tema, nacía en otra esquina de Madrid el grupo Los enemigos. Muchos años después, el de Carabanchel y los de Josele, se volverían a encontrar en un merecido disco homenaje al mítico guitarrista. Entre otros cortes apareció esta pequeña joya en forma de versión que, en palabras de su creador, supera al original.
Hay que reconocer a Los enemigos el gran mérito con Entonces duerme, pero superar al maestro Mercado son palabras mayores. Yo, la verdad, no sé con cuál quedarme.




lunes, diciembre 06, 2010

En el ángulo muerto Vol. 82




Emigrantes

Nunca había tenido la sensación de estar en un país extraño, supongo que después de un par de generaciones mi familia ya estaba plenamente integrada y prácticamente había dejado de lado sus orígenes. De todas formas, y aunque mi padre era tan español como cualquier otro, toda mi juventud la pasé escuchando que yo era el hijo de la alemana y eso fue algo que de alguna forma, la cual no me queda clara del todo, me marcó. Supongo que cuando murió mi abuela, ya bastante mayor y después de haber dedicado su vida a trabajar para los demás, fue cuando se despertó en mí la sangre germana que me empujo a perseguir fantasmas y a descubrir la fatalidad que había acompañado a los míos.
Yo ya conocía de sobra la historia de que mi abuelo había muerto en la segunda Guerra Mundial, que había sido llamado a filas y que fue asesinado en el frente. En casa lo poco que me habían contado había provocado en mí cierta idea romántica, y hasta heroica, de mi familiar. Nada más me habían dicho sobre él, únicamente vaguedades que no me permitían hacerme una idea más concreta, imagen que por otro lado no necesitaba pues me contentaba con lo que sabía. Mi abuela, sin embargo, tenía algo más que no había compartido con nadie y por no sé qué motivo quiso tratar conmigo. Ya prácticamente decrépita y a un paso de fallecer, con la memoria en apariencia disuelta en los años transcurridos, me cogió un día la mano y me miró fijamente a los ojos, por un instante pareció incluso alegre de haberme visto, como si hubiese revivido días pasados, sin embargo, lo único que hizo fue decirme unas simples palabras que penetraron en mí como un hierro al rojo vivo. Me susurró, evitando oídos extraños a pesar de que estábamos solos, que mi abuelo había muerto por un escupitajo, de una manera estúpida y sin ningún atisbo de heroísmo. Añadió que fue un asunto de mala suerte, que podía haberle pasado a cualquiera y que sin embargo eso fue lo que marcó el sino de nuestra familia. Me quedé pensativo sin saber el crédito que iba a darle a esas palabras que habían sido pronunciadas por una persona que estaba experimentando sus últimos momentos, intenté interrogarla al respecto pero su mente había vuelto a su estado habitual en el que no era capaz de distinguir personas o situaciones.
Pasé varios días con el asunto dándome vueltas en la cabeza y a punto de olvidarlo pero cuando hablé con mi madre sobre el tema, una mujer trabajadora de pocas palabras y seca por los años que se había dedicado a traer comida a la mesa, evadió el tema como si hubiese tratado de algo que hubiese sido escondido para evitar las miradas ajenas. Su respuesta, o más bien su evasiva, fue lo que me empujó a interesarme más todavía por la cuestión. Yo por aquella época estaba intentando mover unos poemas y poco o nada estaba sacando en claro, consideré que quizás fuese una buena oportunidad de hacer algo en narrativa y me propuse escribir algo en prosa. Un relato o una novela, algo que me sacase del tedio en el que estaba metido y al que no veía solución salvo dando un giro de dirección a mi carrera. Mi nombre había aparecido en alguna mención de revistas minoritarias, como cuando gané un concurso de poesía del ayuntamiento de Sevilla, pero poco más se podía decir sobre el oficio de escritor que ejercía a tiempo parcial siempre que mis innumerables trabajos me dejaban algo de tiempo. Llamé a Roberto, uno de mis conocidos que también se movía en los ámbitos literarios y quedamos para tomar un café y explicarle el tema. El asunto siempre acababa en una intensa borrachera durante la que discutíamos airadamente sobre cuestiones creativas y nunca, o casi nunca, éramos capaces de llegar a alguna determinación que nos permitiese zanjar las interminables controversias que tratábamos. A pesar de todo le tenía por un tipo inteligente y, e independientemente de que yo siempre se lo ocultaba, sus opiniones siempre calaban en mí. No sé si era por la diferencia de edad, pues él era casi quince años mayor que yo, o por su aire de señorito con el pelo pegado a la cabeza y sus ropas siempre elegantes que le dotaban de un aplomo natural, pero me convenció de que tenía una historia que podía ser la que me catapultase a la fama o por lo menos hiciese de mí un escritor a tiempo completo. En el momento me sorprendí, pues Roberto rara vez apoyaba mis puntos de vista, pero al día siguiente, cuando el alcohol se hubo disipado, me decidí a escribir algo sobre la muerte de mi abuelo.

Nacho Valdés

viernes, diciembre 03, 2010

Las Chicas Saladas Cantan a Marc (Vol. 3)

La mejor noticia de la semana me llega a través de esta sección. Anoche recibí un mensaje de Joan a las 3 de la madrugada diciéndome que visitará a Marc el próximo marzo aprovechando su vuelta a Valencia para cantar. Un enorme placer poder volver a ver a Joan en directo y al lado de casa.
De momento, me envía esta sensual versión de Hendrix.
Te esperamos...

miércoles, diciembre 01, 2010

Delaletra

Aullido es la cumbre poética de la Generación Beat. Este extenso poema escrito por Allen Ginsberg a finales de los años cincuenta refleja el nuevo sentir metafísico que iba a dominar la revolución literaria de San Francisco y que encabezaron el propio Ginsberg, Jack Kerouac y William Burroughs.Sus primeros y famosos versos “Vi las mejores mentes de mi generación destruidas por la locura, hambrientas histéricas desnudas,arrastrándose por las calles de los negros al amanecer en busca de un colérico pinchazo,hipsters con cabezas de ángel ardiendo por la antigua conexión celestial con el estrellado dínamo de la maquinaria nocturna…”, demuestran la extraordinaria fuerza y ritmo de la poesía de Allen Ginsberg. Judío, homosexual, rojo y activista político lo tuvo crudo para publicar sus obras en unos Estados Unidos dominados por las tradiciones más restrictivas y conservadoras. Tanto Aullido como Kaddish (poema dedicado a su madre muerta) fueron censurados por obscenos. Aullido es un largo lamento iracundo que todo el mundo debería conocer y comprender. Sin duda, es una de las obras capitales de la literatura moderna.